El recuerdo de la jerezana Mari Ángeles eclipsa las estadísticas
Coronavirus
La auxiliar de enfermería fallecida el pasado sábado en el Hospital Punta Europa de Algeciras vivía en Tarifa y era una “mujer jovial y trabajadora vocacional”
María Ángeles Espinosa Rondán es mucho más que la primera fallecida entre el personal sanitario en la provincia de Cádiz a manos del Covid-19 (coronavirus), que será como la recordará la fría estadística de la que reniegan todos sus compañeros, porque la consideran abominable. Esta auxiliar de enfermería, que el sábado falleció en el Hospital Punta Europa de Algeciras, en el que llevaba ejerciendo ocho años, era una jerezana de 57 años, separada, madre de una chica de 30, que llevaba casi dos residiendo en Tarifa y a la que todos los que tuvieron la fortuna de conocerla recuerdan como una mujer “muy jovial, divertida, capaz de adaptarse a todo y de convivir con gente de todas las edades” y por encima de todo “una trabajadora vocacional e incansable”.
Mari Ángeles era una entusiasta confesa de la playa y sentía especial predilección por Playa Chica, en el centro de Tarifa. No era difícil verla por allí casi desde Semana Santa hasta bien entrado septiembre. El resto del año lo sustituía por largos paseos por el campo o por otra de sus aficiones, los viajes. Sin ir más lejos en noviembre se marchó rodeada de un selecto grupo de amigas hasta Ámsterdam. Desgraciadamente el último de sus destinos.
La lógica indica que esta jerezana enamorada de su profesión murió como consecuencia precisamente de la práctica de su oficio, pero no existe un documento que certifique que se contagió en el hospital. Ni lo habrá. Todo sea por esa estadística de la que el resto de médicos y enfermeras no quieren ni escuchar hablar.
Eso sí, las pruebas señalan un camino inequívoco: una doctora permanece ingresada en la UCI de este centro médico afectada también por el coronavirus y son numerosos los casos de quienes permanecen en sus domicilios con síntomas más leves, pero después de haber dado positivo.
Sin embargo los compañeros que convivieron con ellos a diario en el centro de trabajo no han tenido la oportunidad de realizarse un miserable test, como tampoco lo tuvo Mari Ángeles antes de ofrecer síntomas casi indiscutibles. La explicación de quienes confeccionan esa maldita estadística es que no hay suficientes para realizarlos a quienes no han convivido con la finada en su misma casa, aunque hayan trabajado, desayunado o viajado con ella en un mismo vehículo.
“A nosotros que no nos hablen de números, que parece que es lo único que somos para la administración, que nos hablen de cuándo tendremos los medios que necesitamos para no infectarnos y para no infectar a los nuestros”, reivindican.
Mari Ángeles desempeñaba sus funciones en la planta de traumatología del centro algecireño, más tarde reconvertida en el lugar en el que el personal sanitario recepciona a los enfermos de Covid-19. El 14 de marzo, casi al tiempo que el Gobierno de España decretaba el estado de alarma, presentó las primeras señales de la letal enfermedad.
“Puede ser que le contagiase alguien que ya estuviese ingresado y que igual ni sabía que tenía coronavirus o pudo enfermar en la calle, porque unos días antes estuvo en el Carnaval de Tarifa o en un concierto en La Línea, que eran sitios concurridos, pero lo lógico es que sea lo primero”, insisten sus compañeros, que al menos esperan que esta marcha haya servido para algo.
El 16 de marzo Mari Ángeles inició un periodo de cuatro días en los que permaneció en su domicilio. Le fue realizado el test mientras pasaba por un verdadero calvario, con fiebres elevadísimas. Esperó hasta 48 horas para acudir al Punta Europa, casi más a petición del resto de la planta del hospital que por deseo propio. Entró por la planta de infecciosos, donde se mantuvo dos días. La situación empeoró y el domingo 22 de marzo fue trasladada a la UCI, que ya no abandonaría.
La estadística sostiene que es una de las 16 personas que han muerto en Algeciras por coronavirus. La realidad, que poco o nada entiende de números, es que el Covid-19 apagó a una persona amiga de sus amigos y con muchos deseos de vivir. Y esta es solo una de las miles de historia que quedan por contar.
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