Recuerdo del maestro Villatoro, ante el centenario de su nacimiento
Eminente músico, compositor y ejecutante, pianista y director de banda y orquesta, Joaquín Villatoro pondría en marcha, gracias al impulso fundacional del alcalde García Figueras, el Conservatorio Municipal de Música y Arte Flamenco, que hoy lleva su nombre.
Recuerdo con verdadera emoción la entrañable figura del maestro Villatoro, del que el próximo día 31 de este mes se cumple el centenario de su nacimiento, en el pueblo cordobés de Castro del Río. Junto a él viví las distintas vicisitudes del nacimiento del Conservatorio Elemental de Música que hoy, tan justamente, lleva su nombre, sustituyendo entonces a la vieja Escuela Municipal de Música creada por el gran músico jerezano Germán Alvarez Beigbeder. El paladín de la puesta en marcha del Conservatorio sería el alcalde más ilustrado que ha tenido esta ciudad, el historiador, escritor y africanista, Tomás García Figueras, quien nombró a Joaquín Villatoro Medina su primer director; haciendome el honor de designar secretario a quien esto escribe. El nuevo centro de enseñanza musical se denominó, en principio, Conservatorio Municipal de Música y Arte Flamenco, ubicándose en las plantas superiores del edificio del entonces bar “Juanito” en la plaza de la Yerba, oficialmente llamada por entonces de Eduardo Dato.
Además de la secretaría, la misión de un servidor era la de enseñar teoría y estética de la música y del flamenco, y ocuparme de coordinar la sección de flamencología, para lo que nombramos primer profesor de guitarra al guitarrista Manuel Ferrer Casas y profesora de baile a la bailarina jerezana, Isabelita Ruiz, recién llegada de América, donde había vivido varios años, haciendo cine con Carlos Gardel. También quisimos crear un aula de cante para lo que se pensó en la gran cantaora Tía Anica la Piriñaca, pero este aula no llegó nunca a funcionar por falta de inscripciones de alumnos. Más tarde, la joven bailaora Angelita Gómez sustituiría a Isabelita Ruiz, en las enseñanzas del aula de baile flamenco.
Villatoro y un servidor trabajaríamos codo con codo, muy estrechamente, hasta conseguir sacar adelante el Conservatorio, en sus primeros años.
Independientemente, el maestro dirigiría la Banda Municipal de Música, destino para el que había llegado a Jerez, principalmente, el año 1962, pues seis años antes había ganado una plaza por oposición en el cuerpo Nacional de Directores de Bandas Civiles; dirigiendo anteriormente las de Pozoblanco y Manzanares. Y se haría cargo, igualmente, de la dirección de la Orquesta Sinfónica y Orfeón Jerezano, realizando una gran labor musical, hasta su jubilación en 1980, tanto en el Conservatorio, como en la Banda y en la Orquesta y Orfeón, al frente de los cuales dirigió numerosos conciertos, no solo en Jerez, sino en otras muchas ciudades andaluzas. No yendo a la saga su labor como compositor de importantes obras, entre las que desatacaron algunas marchas procesionales, pese a sus declaradas ideas comunistas, de las que nunca alardeaba en aquellos años de dictadura, pero que sus más íntimos amigos y colaboradores conocíamos.
El maestro Joaquín Villatoro Medina se había iniciado en la música, apenas un niño, en su ciudad natal, Castro del Río; estudiando luego en el Conservatorio de Córdoba, obteniendo una beca de la Diputación cordobesa para ampliar estudios en el Conservatorio de Madrid con los eminente músicos Oscar Esplá y Conrado del Campo, entre otros profesores. Con 20 años marchó a París, donde amplió sus estudios de composición y de piano con los maestros Paul Dukas y Alfred Cortot. Al comienzo de su carrera musical en nuestra patria sufriría bastantes obstáculos por sus ideas políticas.
Cuando el maestro llega a Jerez, viene con su segunda esposa Beatriz Acebal y su hijo Sacha Alexis, fruto de su primer matrimonio. Alexis estudió piano con su padre, llegando a ser un extraordinario pianista y compositor. En colaboración con el guitarrista Parrilla de Jerez, estrenarían ambos, en la Cátedra de Flamencología, compuesta por los dos, la obra para piano y guitarra flamenca, titulada “Retablo flamenco”.
En su vida personal, Joaquín Villatoro Medina, siendo como era un gran músico, nunca dejó de ser un hombre sencillo, cercano, muy educado y respetuoso con los demás; tratando a sus músicos de la banda, de la orquesta y del conservatorio, con verdadero compañerismo, no desdeñando alternar con ellos a la hora de tomar una copa o de hablar de música y otros temas. Y recuerdo que cuando tenía alguna baja en la orquesta o en la banda, traía a otros músicos de fuera, pagándolos de su bolsillo, para cubrir dichas bajas esporádicas.
En un principio, el maestro vivió en un piso del Ayuntamiento en la calle José de Arce de la barriada de la Plata, a donde yo le visité en alguna ocasión y en cuya casa nunca quiso tener un televisor, cuando la televisión no tenía más que un canal. Prefería la radio. Y luego se mudaría a la plaza de Vargas, en cuya casa también le visité. Como era buen andaluz, disfrutaba del flamenco, al que era un gran aficionado, colaborando con la Cátedra de Flamencología, en sus primeros cursos internacionales de arte flamenco, llegando a figurar en ellos como rector de los mismos, cargo que asumía con verdadera responsabilidad y entrega, aunque su colaboración no se viese compensada económicamente. Así era de generoso y buena gente el músico y compositor cordobés que tantas amistades y simpatías dejó en esta ciudad, a la que puede decirse que se entregó profesionalmente, con verdadera vocación y entusiasmo.
Cuando tan solo faltan apenas unos días, para que el fin de año conmemoremos el centenario del ilustre y muy querido músico cordobés, hemos querido hoy evocar su figura y recordar los muchos y muy gratos momentos que vivimos, gozando de su bonhomía, durante los casi veinte años que le tuvimos con nosotros, como un jerezano más; en cuya época Jerez vivió el mayor auge musical de toda su historia.
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