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Restaurante Roneo: el gusto de trabajar con un ‘feeling’ diferente

El joven negocio cuenta con una plantilla de seis mujeres que trabajan como una gran familia

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Chely, junto a todo el equipo de Roneo. / Miguel Ángel González
María Luisa Parra

29 de enero 2023 - 18:01

“Estaríamos encantadas de que nos entrevistaras, aunque quiero tener claro el enfoque, no me gustaría que pareciese que tenemos animadversión hacia los hombres”. Aclarado, empezamos. Todo el mundo la conoce como Chely “desde chiquitita”, aunque su nombre es María José del Ojo Sánchez (1976), “jerezana del centro”. En calle Porvera abrió Roneo, su propio restaurante. “Tenía el concepto de local y de negocio antes que el nombre. Buscaba una sola palabra que se entendiera y todo Jerez sabe lo que es ronear y un roneo, aquí se ronea mucho. Creo que es un término muy democrático, ya que lo hace todo el mundo”.

Chely, empresaria y chef del Restaurante Roneo. / Miguel Ángel González

‘Ronear’, es decir, dejarse ver o lucirse delante de una persona con afán de conquistarla o cautivarla, no es precisamente lo que le gusta hacer a Chely como profesional. “Veo fotos con el jefe de cocina delante que parece una formación militar y no me atrae, no me obsesiona esa fama, tampoco las redes. Quiero hacerlo bien, dedicarme a lo que me gusta, que la gente coma bien y esté a gusto”, manifiesta humildemente la empresaria y chef.

"No me obsesiona esa fama, tampoco las redes. Quiero hacerlo bien, dedicarme a lo que me gusta, que la gente coma bien y esté a gusto”

Su aterrizaje en el mundo de la hostelería fue completamente casual, no proviene de ninguna saga ni hay tradición en su familia. Se marchó a Sevilla a cursar la carrera de Geografía, “completamente vocacional”. Lo compaginó con el trabajo para poder costearlo. Empezó como repartidora en Telepizza, luego en el McDonald´s. “Llegó un momento en el que trabajaba más que estudiaba”. Después de un lustro compatibilizándolo volvió a Jerez a trabajar en la hostelería, siempre en la cocina porque prefiere estar entre fogones.

Cuando tuvo a sus dos hijas, dejó de trabajar hasta que la pequeña cumplió cuatro meses. Al volver lo hizo como jefa de cocina. Cuenta que las persona que realmente le dieron una oportunidad fueron Miguel Chinini y Rafael Diaz Quevedo. “Todos los jefes que he tenido me han llevado a donde estoy, desde el primero hasta el último, tanto el que se ha portado bien conmigo como el que no. Me han formado como jefa, trabajadora”.

Camareras de Roneo. / Miguel Ángel González

También se lo debe a su esfuerzo en formarse mientras trabajaba, ya que estudió jefa de cocina y de rango en la Escuela de Hostelería de Jerez. “Me daban miedo muchas cosas, me preguntaba si sería capaz. Trabajar en Albores supuso para mí un antes y un después, me impulsó a decir: yo ya soy capaz de montar mi propio negocio”.

La pandemia le dio un vuelco: “Te das cuenta de que la vida es muy corta”. En la actualidad puede presumir de negocio y de equipo, formado por mujeres. “Es completamente circunstancial. Tenía muy claro que quería a mujeres en sala porque me gustan mucho cómo trabajan. También he tenido a camareros que por sus circunstancias personales se han ido y que si pudieran estarían trabajando conmigo, seguro”. La cocina es otro cantar, dado lo complicado que resulta encontrar a mujeres que se dediquen a ello. “Estoy encantada. Nos entendemos bien, tenemos buen ‘feeling’, nos conocemos. Como yo tengo el derecho a escoger a mi equipo, las elijo a ellas y no es en absoluto una manera de denostar al hombre”.

"Todos los jefes que he tenido me han llevado a donde estoy, desde el primero hasta el último, tanto el que se ha portado bien conmigo como el que no"

Una de las camareras, Maribel, tiene 53 años. “Encontrar trabajo es más difícil con esa edad y más siendo mujer”, asegura. Antes era empresaria también en el sector de la hostelería y cerró. “Me quedé con una mano delante y otra detrás”. Entonces, llegó la pandemia. Dejó las hostelería de lado para formarse como celadora, auxiliar, pero no la la contrataban. Así que comenzó a buscar trabajo de nuevo en la hostelería. Hasta que un día Chely la llamó por teléfono. “Necesitaba refuerzo para solo unos días. Los trabajé, yo tenía trabajo en otro sitio, pero le dije que no me quería ir, estaba muy bien. Al principio me ofreció un contrato de fin de semana que era lo que podía, aún así me compensaba. A los tres meses ya pasé a las 40 horas”.

Maribel trabaja en barra, es la primera cara que ven los clientes. Se ha convertido en la empleada con más antigüedad. “Siento que Chely puede delegar en mí, pero somos todas iguales, todas aprendemos todo y ninguna somos más que otra. Roneo para mí es una ilusión, una familia, vivimos momentos muy estresantes y muy tranquilos, hemos llorado de estrés y de felicidad. Es mi zona de confort, mi otra casa, donde me siento bien. He sido empresaria, sé lo que vale una coca cola, un producto de limpieza, y lo siento como si fuera mío”, explica esta empleada.

El equipo de cocina de Roneo.

Hostelería cada vez más igualitaria

Chely rememora sus años como jefa de cocina en otros restaurantes y las anécdotas no son pocas: un repartidor entrega el albarán a un compañero, no a ella, o ha venido un cliente y ha felicitado al cocinero y no a ella. “Si eres mujer y muestras autoridad dicen que tienes mal carácter. Si me daban un día libre por algún evento familiar, decían que lo hacían porque yo era mujer, no porque trabajaba como una loca. Afortunadamente, estas situaciones no se dan tanto hoy”, cuenta.

Según la empresaria y chef de Roneo, sus 25 años en hostelería, le han demostrado que las mujeres de este sector intentan montar su propio negocio, como ha hecho ella. "No para destacar, sino para poder gestionar mejor la conciliación". No obstante, desde su punto de vista, la conciliación no tiene que venir de las empresas, ha de venir de la Administración. “Por mi parte, intento ayudarlas en todo lo que puedo pero,al fin y al cabo, soy una empresa y tengo que facturar, vivimos seis familias de ello. Entre ellas se cambian los turnos y los horarios. El día de Reyes cierro, por ejemplo, porque para mí es importante estar con la familia y para ellas también, prefiero cerrar a facturar. Esto es una empresa pequeñita y nos tenemos que ayudar unas a otras. Si una un día tiene ganas de reír, nos reímos todas y si otra tiene ganas de llorar pues lloramos todas, es un ‘feeling’ diferente”. Y concluye: “El mundo de la hostelería es muy complicado, pero soy muy feliz en este micro mundo, no lo cambiaría por nada. Me siento muy afortunada”.

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