Ricardi pisa suelo libre tras 13 años de errores judiciales

L Libertad para un inocente

Una última traba burocrática desde Cádiz retrasó su puesta en libertad cerca de tres horas · "Estoy muy nervioso" fueron sus primeras palabras al salir de la prisión en la que ha estado recluido los últimos diez años · La defensa anuncia todo tipo de medidas para que se repare el daño causado al preso portuense

Ricardi, ya metido en el coche que le trasladaría a El Puerto
Ricardi, ya metido en el coche que le trasladaría a El Puerto
Pedro Ingelmo/ Topas (Salamanca)

26 de julio 2008 - 01:00

A las tres y cuarto de la tarde de ayer finalizó una de las mayores injusticias que se recuerdan en la reciente historia negra española. Era la hora en que Rafael Ricardi salía por la puerta de acceso de la cárcel de Topas después de cumplir casi trece años de prisión por un delito que no cometió. Vestido con un pantalón vaquero pesquero, unas ajadas zapatillas de deporte y una camiseta oscura de manga corta que dejaba al descubierto un tatuaje con el nombre de su hija Macarena, salía por primera vez fuera de los muros de una prisión sin tener que ir en un furgón de la Guardia Civil, sin esposas. Las manos libres. Es un hombre inocente. Lo dicen los hechos. Pero técnicamente sigue siendo culpable y tendrá que presentarse cada quince días en una oficina de servicios sociales hasta que el Supremo, antes de fin de año, diga lo que es evidente, lo que la propia Fiscalía considera probado: este hombre que salía con la cabeza alta y que se enfrentaba con tímida dignidad a decenas de cámaras de televisiones de toda España jamás estuvo implicado en ninguna violación.

Ha cumplido una larga pena en una prisión alejada más de 600 kilómetros de su casa, ha perdido el contacto con su hija, que tenía ocho años cuando fue condenado, ha estado fuera del mundo por algo que no hizo. "Tomaremos todas las medidas que consideremos oportunas en el momento oportuno", dijo refiriéndose a la indemnización su abogada, Antonia Alba, que asiste gratuitamente a Ricardi a través de la Asociación de Derechos Humanos, la única que durante mucho tiempo creyó que ese hombre apocado, analfabeto, asustado por toda la maquinaria judicial y penitenciaria, era inocente.

Todas estas evidencias, esta situación anómala y vergonzante para la justicia española, no impidieron que hasta última hora la mecánica burocrática mantuviera su ritmo paquidérmico. Lo que se esperaba que sería un pequeño trámite después de la demora del jueves a cuenta de un papel de tutela se convirtió en otra carrera de obstáculos para los familiares y su abogada.

Esta vez el problema surgió en origen, de un paisano. Un funcionario de los Servicios Sociales Penitenciarios de Cádiz descubrió un error en el papeleo que había que enviar por fax ayer por la mañana a la cárcel de Topas para que luego ésta la remitiera al juzgado de vigilancia penitenciaria para que éste, a su vez, volviera a enviarlo a Topas con el auto del juez firmado. Muchas firmas. Pero el papel no se podía marear en Salamanca mientras que no saliera previamente de Cádiz.

El error localizado consistía en que Ricardi había consignado un domicilio distinto al que había puesto su abogada. Contando con que Ricardi lleva trece años en prisión y en su día se decidió en un juicio tras el que hubo un dictamen equivocado que un chabolo penitenciario sería su domicilio, no parecía que el asunto tuviera mucha enjundia. Pues la tuvo, hasta el punto que puso en peligro durante un tiempo la puesta en libertad de Ricardi durante el día de ayer, lo que hubiera obligado a esperar hasta el lunes, según relata Antonia Alba. Pese a las explicaciones de la abogada y de la propia hija de Ricardi, allí en Cádiz, el funcionario, que recordó a la hija que estos papeleos se arreglaban tras haber solicitado con anterioridad cita, cumplió con pulcritud su misión de pedir más firmas para intentar deshacer el desfase de domicilios, lo que no parecía muy complicado. Las firmas, que lo arreglan todo. Fue la mediación del director de la prisión de Topas, muy lejos de allí, quien desatascó la nueva maraña de papeles tras una espera de varias horas. El famoso papel no llegó a la prisión salmantina hasta pasada la una de la tarde para hacer el recorrido mencionado más arriba. Dentro, Ricardi daba paseos arriba y abajo en el patio, esperando, hecho un manojo de nervios

Mientras, en la puerta de la cárcel 35 periodistas de los más distintos medios desesperaban ante la inexplicable tardanza. La corresponsal de TVE entraba cada rato en directo para decir en antena que se esperaba ya la salida de Ricardi y, una vez acabada la conexión, se volvía a los grupillos donde empezaba a correr el rumor que a Ricardi aún le quedaba otro fin de semana en la cárcel. No sucedió. La única prerrogativa que se le ha dado a Ricardi en estas últimas semanas ha sido acelerar algunos trámites de su libertad condicional. Cuesta pensar cómo serán los trámites en caso de que no exista esta 'aceleración' para cualquier preso normal. Y Ricardi, desde hace unas semanas, ya no era un preso normal.

Ante la expectación de los medios, que formaban en una posición que se asemejaba al orden de un pelotón de fusilamiento, en un principio, para después anarquizarse y aglomerarse ante la puerta, Ricardi aparecía, acompañado por su abogada y un amigo de su hija Macarena, con un semblante serio que él confesó que era "nerviosismo", mirando al suelo para luego volver a levantar la cabeza y escuchar un nuevo bombardeo de preguntas. "¿Está feliz?" "Sí" "¿Se siente libre?" "Sí". "¿Sigue creyendo en la Justicia?" "Sí". "¿Le han tratado bien en la cárcel?" "Sí". Antonia Alba intentó echar un mano a su cliente y acabar con ese rosario de monosílabos. "Os agradezco mucho a los medios todo lo que habéis hecho por Rafael, pero os pedimos ahora un poquito de paciencia. Ahora lo importante es emprender el viaje a El Puerto, donde le está esperando su hija Macarena".

A partir de ese momento, Ricardi se deslizó por un túnel de angulares y visores y micrófonos visiblemente aturdido, próximo al mareo, como diría después. Ese túnel era el terreno que le faltaba hasta ganar el coche, para huir (con licencia) de lo que había sido su lugar de confinamiento desde hace diez años.

Quedaba atrás la larga pesadilla según el vehículo eliminaba kilómetros de la distancia al sur. Agarró por primera vez en su vida un móvil y, al otro lado, escuchó a Macarena. "Hija, ya estoy libre", le dijo a través del extraño artefacto.

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