Romances y pliegos de cordel de los tiempos de maricastaña

Jerez, tiempos pasadosHistorias, curiosidades, recuerdos y anécdotas

Durante el siglo XIX y buena parte del pasado, ciegos y otros que no lo eran vendían por calles y plazas romances, aleluyas, trovos y otros pliegos de cordel que contaban con gran aceptación entre la genteDos de los pliegos de cordel del siglo XIX, a los que se alude en este artículo. ARCHIVO DEL AUTOR

Romances y pliegos de cordel de los tiempos de maricastaña
Romances y pliegos de cordel de los tiempos de maricastaña

19 de octubre 2009 - 01:00

EN una España todavía tremendamente atrasada de los siglos XIX y XX, hasta casi los años de la posguerra, las calles y plazas de Jerez se llenaban de gente muy simple que apenas sabía leer, para escuchar de boca de ciegos, buhoneros y otros vendedores ambulantes, toda clase de historias folletinescas, narradas en tono de retahíla, casi a voz en grito; a veces valiéndose de unos cuadros con escenas de tragedias amorosas, a las que se señalaba con un puntero y, casi siempre, llevando colgados de una cuerda, entre dos soportes de madera, romances y otros pliegos de cordel, contando dramas y tragedias amorosas, que la buena gente adquiría por unas pocas perras de aquella de calderilla.

Alrededor del vendedor ambulante, invidente por lo general, que se hacía acompañar de un familiar, la gente se agolpaba, formando un corro, y escuchando con estupor los romances, canciones, trovos místicos y toda clase de historia, algunas de las cuales ponían los pelos de punta, cuando te contaban con todo detalle crímenes espeluznantes o la pasión y muerte del Redentor del mundo.

Aquí, en Jerez, estas escenas callejeras de vendedores de pliegos de cordel, las podíamos ver, generalmente, en la plaza del Arenal o, igualmente, en medio de la calle Doña Blanca, a la hora del mercado; así como en el cercano patio de San Francisco, lugar terrizo que antaño perteneciera al convento de los franciscanos, donde hoy día se levanta un edificio de arcos, frente a la iglesia, construido sobre los años sesenta, en la plaza Esteve, y donde, en una especie de mercadillo, también se vendía loza, flores y otros artículos a bajo precio; incluso recuerdo que en dicha lugar había hasta un mingitorio público.

Los lectores que ya pasen de los setenta, recordarán haber conocido estas estampas costumbristas que hoy estoy evocando; y también muchos de los romances que allí se vendía. Por ejemplo, uno que se vendía mucho en estas fechas, era el de 'La castañera de Madrid', cuya letra, por cierto, nuestro paisano don Antonio Chacón, adaptó modificándola, un poco, para su más popular cante 'por caracoles': "Aunque vendo castañas asaás / aguantando la nieve y el frío - decía Chacón - con mis zapatos y mis medias calaás / soy la reina pa mi marío".

El romance popular decía "con mi garbo y mis medias calaás / soy la reina para mi querío". Pero Chacón le quiso cambiar querío por marío, para hacerla más apta para su público, formado generalmente de marquesas y gente de la buena sociedad madrileña. Y el estribillo original de la canción decía: "Calentitas yo las vendo / sin moneda se darán / que a rumbosa no me ganan / las Usías de gabán. / Que a rumbosa sí, no me ganan no, las Usías de gabán" - entendiéndose usías por señoritas pijas -. Mientras que Chacón cambió el estribillo, para decir algo que le pareció más flamenco: "Y yo las vendo por un querer. / Caracoles, caracoles"… etc.

En este mismo pliego de cordel se insertaba la letra de dos canciones más 'Los toros del Puerto' y 'El nuevo tango americano'. La letra de los toros, empezaba diciendo "Que vivan los cuerpos buenos / que viva la gente crúa". / Avechucho, / atrácame ese falucho"… Y terminaba preguntando "¿Quién se embarca para el Puerto?". Mientras que el nuevo tango americano, era un tango de negros, que se cantaba casi con media lengua, imitando la forma de hablar de los negros esclavos: "Pobe Fansica se va casá / sin tener ropa ni tener ná", y el coro decía "Marimarigongo choqui, choqui / sibiribirit bailá /…

Uno de estos romances de cordel se titulaba 'Don Jacinto del Castillo y Doña Leonor de la Rosa. Relación de los crímenes que cometieron estos dos fieles amantes para conseguir sus promesas de amor'. Y otro: 'El Niño Cupido. Canción de Ramón y Pepita', en la que ambos entablaban un largo diálogo, tras el siguiente preámbulo: "A las doce de la noche un joven de robusto talle y hermosa planta, saltando por las paredes del jardín, por una ventana se introduce en el dormitorio de su hermosa enamorada. Los dos eran jóvenes; los dos se amaban… Lo que pasó lo sabrá el que lea este papel".

Otro nuevo diálogo era el que se entablaba "entre un oficial y una pastora catalana", en el que, mientras el oficial la piropeaba en castellano, la pastora le contestaba siempre en catalán, burlándose siempre de él; por lo que el militar nunca entendía nada y terminaba por irse, diciendo muy enfadado: "Qué mujer más faláz. / Ya me tiene hasta los ojos; /me voy porque me da enojos./ Adiós, adiós, queda en paz".

Un pliego de cordel traía la ingenua 'Canción del Curro Marinero', donde dos amantes se despiden, antes de que él se haga a la mar: "Adiós, mi currilla, adiós, / que lejos marcho de aquí; / no receles por tu vida, / aunque esté ausente de ti, / que yo pueda olvidar nunca / la fe que te prometí". Otro largo romance era el titulado 'El violín encantado', en el que un paleto muy simplón entrega a un enano del bosque toda su fortuna, que no pasaba de tres escudos, a cambio de obtener tres gracias: un arco con su ballesta, con el que acertara dar a todo lo que apuntara; un violín encantado; y que todo lo demás que pidiera le fuera concedido.

'Bonita relación en la que se refiere los martirios que pasa el trigo, desde el día que se siembra hasta que llega a la mesa', era el largo título de un curioso romance, a modo de cuento infantil, en el que "Dice el trigo lamentando / su vida triste y austera / que nadie se acuerda de él / hasta que no está en la mesa, ya convertido en pan, y cuando estoy en la mesa / todos tiran de navajas. / Aquí termina señores / las aventuras del trigo / para que sirva de ejemplo / a las niñas y a los niños". Otro romance que empezaban diciendo: "En un soberbio alazano / que el huracán desafía, / cabalga con bizarría / un guerrero castellano", nos narraba la famosa historia de 'Los amantes de Teruel'; y aún podían encontrarse romances con la 'Vida y martirio de los gloriosos San Cipriano y Santa Justina'; o las 'Décimas nuevas de la sagrada pasión y muerte, resurrección y ascensión gloriosa a los cielos de N. S. Jesucristo' o los 'Trovos místicos, con la dolorosa despedida de Nuestro Divino Redentor Jesús a su Santísima Madre'.

Muchos romances conocemos que hacían las delicias de nuestras abuelas y abuelos, allá por los tiempos de Maricastaña, como 'La enamorada de Cristo. María Jesús de Gracia', una niña cordobesa de seis años; o 'La insurrección en Cuba', 'La caraba', la 'Relación de un ganso de un cortijo, manifestando el chasco que le sucedió la noche de San Juan'; o aquél estremecedor 'Nuevo y curioso papel, en el que se da cuenta y declara el horrible asesinato que han ejecutado en el pueblo de Berzocana, provincia de Cáceres', y aquél otro en el que se narraba la truculenta historia titulada: 'El panadero asó a su mujer y a su hija en el horno'; etc., etc. Todo, muy espeluznante. Folletinesco. Pero a la gente le gustaba.

Eran, más o menos, las mismas historias que ahora se cuentan en la tele-basura de nuestros días y que escuchan y ven las hijas y nietas de aquellas mujeres y hombres analfabetos del XIX, y hasta más de la primera mitad del siglo XX; pues aunque muchos de esos romances y pliegos de cordel, la mayoría de ellos, se imprimieron a lo largo del ochocientos, hay alguno como este último del 'panadero que asó a su mujer y a su hija en el horno', que tiene un pie de imprenta, fechado en Madrid, en el año 1967.

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