Las obras en San Agustín permiten recuperar un aljibe del siglo XVII

Patrimonio

La intervención en el convento contempla lucir este depósito de agua de 1690. Tras seis meses de trabajos, los cambios se hacen patentes

Las obras en San Agustín permiten recuperar un aljibe del siglo XVII
Las obras en San Agustín permiten recuperar un aljibe del siglo XVII
Arantxa Cala

09 de agosto 2014 - 01:00

Como la personalidad de San Agustín, que era de hierro, así se ha mantenido en pie, como ha podido, el convento que lleva su nombre junto al Alcázar. Allí, el Consorcio de la Zona Franca de Cádiz continúa con las obras de la recuperación de este emblemático edificio para su conversión en centro de negocios y servicios empresariales, que contempla una inversión de unos cinco millones de euros, y que se iniciaron hace seis meses. "Las obras avanzan día a día, además, por las características del edificio, siempre estamos bajo supervisión arqueológica para que las intervenciones se hagan correctamente", cuenta el jefe de producción y arquitecto técnico de la empresa constructora encargada de la intervención, Francisco Pastrana.

Si hace medio año no había quien pusiera un pie en el edificio por el estado ruinoso en el que se encontraba, hoy, el convento va recuperando una forma que se había perdido con el paso del tiempo, el abandono, los diferentes usos... "Y yo, como jerezano -añade Pastrana- estoy orgulloso de que estemos recuperando este espacio". Unos trabajos que, en principio, el plazo de ejecución está pendiente de las actuaciones que dependen de otras administraciones, ya que al ser un edificio histórico todo está bajo supervisión de la Junta de Andalucía.

Un monumento que ha sufrido numerosas modificaciones, "en las que se han ido quitando y poniendo cosas". La última obra fue únicamente para que los muros se mantuviera en pie. Hay que recordar que este convento fue fundado en 1643 en el lugar que ocupó el antiguo Hospital de Santa María del Pilar, al que se trasladaron los frailes agustinos desde la Ermita de Guía de la Alcubilla, donde permanecieron hasta el exclaustramiento en 1835. Posteriormente, la parte del convento se destinó a cuartel del Arma de Caballería. "De hecho, en el año 1881, se le ofreció al rey Alfonso XII una gran parada ecuestre de la que el monarca quedó sumamente impresionado por la calidad de jinetes y caballos", cuenta Antonio Mariscal en su libro 'Por las calles del viejo Jerez'. Luego, el edificio fue ocupado por el Regimiento de Infantería Extremadura y luego se cedió a la Guardia Civil, hasta que años atrás cayó en el abandono y el olvido.

Un pilar original del convento da la bienvenida a la obra. Después, las entrañas de San Agustín se dejan ver. Los obreros se afanan en el claustro, en el que descansan sobre el suelo cimbras o moldes de arcos que fueron la sujeción de los arcos, décadas atrás. Apuntalados que se utilizarán para concluir la obra. "La piedra, los balcones, los contrafuertes se están dejando como nuevos. De hecho, hay zonas en la que no se sabe cuál es la piedra original y cuál la restaurada". Paredes al aire que se sostienen firmes gracias al sistema utilizado para evitar los movimientos de los muros, que han sido recalculados por el arquitecto de la Universidad de Sevilla José Carlos Gutiérrez.

Y debajo del arenal de la obra, de las herramientas y maquinaria de trabajo, se mantienen ajenas a la revolución las aguas de un aljibe del siglo XVII, según confiesa una de sus bóvedas: "Ano 1690". Es, sin duda, y como dice Pastrana, "la parte más bonita del convento, la más chula". Una trampilla deja abierto el hueco de bajada que parece llevar a las catacumbas. Algo de miedo al principio deja paso luego a la fascinación. La oscuridad del túnel se rompe con el verde, silencioso, del agua de las distintas 'piscinas' que ven pasar el tiempo desde el subsuelo. Incluso, se conserva perfectamente el sistema para recoger el agua proveniente de las cubiertas y el patio y que conducía hasta abajo. La manera en que se mantendrá esta zona depende de la Delegación Provincial de Cultura, "pero - dice Pastrana- lo que tengo entendido es que esto se limpiará y se dejará en el estado más original posible. Se haría una acceso, pero habría que controlarlo porque este espacio hay que cuidarlo muy bien. No es conveniente que baje mucha gente porque las cosas se deterioran". Tanto es así, que tan sólo al rozar las paredes con un dedo se desprende arena. Ahí abajo parece que nunca pasa nada fuera. Una vez en el exterior, el ruido de la realidad devuelve a la rutina con un molesto chasquido.

Cornisas que recuperan la expresión de sus dibujos, piedras machacadas que vuelven a la vida y que también se lucen en la fachada, balcones que dejarán de estar oxidados, malas hierbas que pasan a mejor vida, escudos que quieren ser lo que eran... "Es una obra que estamos haciendo con mucho cariño. Estamos poniendo mimo en su recuperación", reconoce el arquitecto.

La edificación del convento comenzó en 1624 y concluyó en 1643. A este periodo corresponde el claustro principal de la órbita de Antón Martín de Calafate. El claustro de novicios, de la segunda mitad del siglo XVII, es del círculo de Diego Moreno Meléndez, según los historiadores Pablo Pomar y Miguel Mariscal en 'Jerez, artística y monumental'. Por su parte, Agustín Muñoz y Gómez cuenta en 'Noticia histórica de las calles y plazas de Xerez de la Frontera', que la vía recibió el nombre de San Agustín por orden del Ayuntamiento en sesión del 22 de abril de 1852.

Pero no sólo este muy desconocido aljibe ha dado la cara de nuevo durante las obras en el convento, ya hace algunas semanas se halló un muro del siglo XIX en la calle Puerto, espacio que también forma parte de la reordenación del entorno, junto a San Agustín, y en el que se contempla, entre otras actuaciones, la sustitución de pavimentos y mobiliario urbano, la renovación y ampliación de instalaciones urbanas y la eliminación de barreras urbanísticas. Asimismo, se creará una rotonda donde se colocará una fuente ornamental, zonas de estacionamiento para autobuses turísticos y medianas con arboledas. También ha salido a la luz una calzada con el adoquín o empedrado original, que no han hecho que la obra se paralice, "ya que estos restos no pasan por nuestra zona de actuación, no altera el trabajo", asegura Francisco Pastrana. Unas intervenciones arqueológicas de las que Zona Franca está realizando un informe que remitirá a la Delegación Provincial de Cultura. Respecto a la posibilidad de encontrar restos a más profundidad, desde la misma empresa subrayan que la cota de intervención "no bajará mucho más, así que no se cree que puedan aparecer restos más antiguos". De todas formas, las obras se desarrollarán por el entorno, lo que puede destapar otros hallazgos similares, aunque nunca como tener un aljibe bajo los pies y andar sobre él sin saberlo.

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