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Semana Santa 2015 (IV)

De frente

Ignacio García Pomar

03 de mayo 2015 - 10:37

Jerez/EL estilo de la Semana Santa de Jerez, anclado desde siempre en la influencia sevillana, sigue un camino lógico, variando según las décadas y centrando la evolución en diferentes aspectos.

En general la mejora desde mediados de los 90 es clara, pero hay veces en que nos sorprende el viraje hacia un lado u otro. En la costalería y llegado de la mano de las nuevas hermandades el costal le echa un pulso a la molía, pero pienso que la convivencia entre los dos estilos será lo que se impondrá en un futuro próximo. Es difícil cambiar de un modo a otro cuando en ambos ‘bandos’ se tienen claras las ideas y no hay problemas de incompatibilidad en los estilos. La ciudad tiene su idiosincrasia pero aquí es impensable que sucedan incidentes tan lamentables como han ocurrido en Cádiz. El instrumento no hace grande a la cuadrilla, esta lo será en tanto en cuanto sea capaz de acercar con respeto a los Titulares al pueblo que se acerca a encontrarse con Cristo y la Santísima Virgen.

Un elemento que ha cambiado de manera radical en los últimos cinco años son los grupos de acólitos. Evidentemente la seriedad y la compostura en los mismos , gracias a estos jóvenes, está a años luz de lo que se veía antes. Sí es verdad, que litúrgicamente hay cosas que chirrían como por ejemplo el hecho de llevar la pértiga abrazada y no al bastón como es lógico y su fisonomía y funcionalidad demandan. Esta moda no viene de la ciudad hispalense, y su origen lo podemos encontrar cercano a la bahía.

En cuanto a la personalidad de los cortejos y el estilo de los pasos, la evolución en la ciudad es hija de su tiempo. De los años 50 a los 90 no hubo cofradía que se crease que no llevase el sello ‘macareno’ por algún lado.

Luego llegó la época de la recuperación de lo que se dio en llamar ‘folklore negro’ y las hermandades de rigurosa penitencia creadas a partir de los noventa y algunas reinventadas bebieron en la inagotable fuente servita a veces hasta la exageración. No es menos cierto que fue al menos un referente válido para recuperar una estética fagocitada por la increíble expansión del estilo macareno. Pero hay que tener cuidado con esto porque la cofradía resultante puede ser ‘de laboratorio’ marginando de una manera casi total en ocasiones el sentido histórico-artístico que por carisma devocional e historia le correspondería. El poner esa estética ‘pluscuamperfecta’ por encima de todo nos ha llevado a encontrarnos con dos tipos de corporaciones, que degeneran de la idea original, las cursis y sobre todo las tristes (No confundir nunca con las serias). El camino lo debe marcar el carisma sobre el que se cimentaron y no el invento, porque lo primero se fundamenta en la verdad y lo segundo en muchos de los casos en el capricho.

Aún así entiendo que es mucho más lo positivo que se ha ganado con esta estética que lo negativo pero los excesos no son nunca buenos.

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