"Muchos universitarios, en un clima de dependencia, no quieren correr el riesgo de aventurar sus propios pasos intelectuales"

Juan Luis Conde Calvo. Latinista y escritor

Entrevista con el latinista y escritor Juan Luis Conde Calvo sobre la penetración del inglés en todos los ámbitos de la cultura

Juan Luis Conde Calvo.
Juan Luis Conde Calvo.
Joaquín Rábago

03 de diciembre 2021 - 17:34

Jerez/Juan Luis Conde Calvo (Ciudad Rodrigo, Salamanca, 1959) es un latinista y escritor. Con él hemos hablado de uno de sus temas favoritos: la penetración del inglés en todos los ámbitos de nuestra cultura. Profesor de la Universidad Complutense, es uno de mayores especialistas en el mundo latino y ha escrito varios libros, ademas de pronunciar conferencias en materia de filología. Le preocupa el uso indebido del inglés que se extiende por todas partes en detrimento del español.

-Hemos escuchado alguna conferencia suya en la que comparaba lo que sucede actualmente con el inglés con lo ocurrido con el latín, por ejemplo, en Britania en tiempos de Tácito, autor al que dedicó su tesis doctoral y al que ha traducido al castellano (1).

-Con sarcasmo, Tácito escribe que los britanos llamaban “civilización” a lo que no era más que parte de su esclavitud. Al advertirnos de cómo es diferente la mirada de los dominantes y los dominados sobre una misma cuestión, el texto de Tácito deja expuesta la actitud de quienes, creyendo participar con buena voluntad en un asunto de provecho, están colaborando en una estrategia ajena.

-¿Se refiere, por ejemplo, a la asunción voluntaria por las élites gobernantes para ellos y sus hijos de la lengua de Roma entonces y su equivalente actual: un inglés que más que la lengua de Shakespeare, Dickens o Chesterton es el idioma del mundo de la economía y la globalización?

-Eso es. La idea de que eres un instrumento de una voluntad ajena, que se aprovecha de tu ingenuidad para sus propios fines, es decir, que te manipulan, me parece crucial, sobre todo si esa estrategia no supone una coincidencia de intereses, sino que incluye un programa de dominio y control.

-¿Control social o político?

-Control que va de lo político, lo militar y económico a lo cultural. La sumisión se vende como un beneficio compartido hasta que se revela que no era más que sumisión.

-Lo que dice puede aplicarse también a las élites locales como sucedía ya en tiempos de Tácito.

-Efectivamente, asumiendo el punto de vista de los dominantes, Tácito revela en efecto que son precisamente esas élites el primer objetivo de la asimilación. En contra de todas las balandronadas patrioteras, las oligarquías son siempre las más sensibles a las ventajas derivadas de tal sumisión. Saben quién manda y que ponerse a su servicio les traerá beneficios particulares. El beneficio colectivo les importa muy poco. Son ellos los destinatarios de los aspectos más sofisticados de lo que se ha dado en llamar “soft power” (poder blando). Buscan la identificación con el nuevo poder como instrumento para perpetuar su poder local. Es algo que les sucedió ya a las élites griegas durante el imperio romano o a las rusas con el francés. Las clases altas son más celosas de su estatus que de cualquier supuesta patria.

-Está hablando sin duda de uno de los aspectos de la llamada globalización.

-Ese comportamiento carente de otro compromiso que no sea la promoción personal se hace presente en todos los ámbitos. Por ejemplo, en el académico, en el que esas élites son especialmente susceptibles a la hora de recurrir a lo que yo he llamado en otro lugar “conocimiento franquiciado”. Es un tipo de conocimiento que funciona como las franquicias comerciales, esos negocios que consisten en replicar en provincias los negocios de éxito en la metrópoli. Si allí se venden bien las hamburguesas, hay que poner aquí una hamburguesería. De ese modo, las franquicias se convierten en puntales de la penetración imperial, en agentes propagadores.

-El inglés se ha vuelto también imprescindible para publicar cualquier trabajo cultural o científico y que éste pueda tener cierta repercusión. Y ello pese a que el español es una lengua hablada, según dicen, por más de 500 millones de habitantes en el mundo, en su inmensa mayoría nativos.

-Muchos universitarios, en un clima de dependencia cada vez mayor, no quieren correr el riesgo de aventurar sus propios pasos intelectuales: prefieren recurrir a temas, escuelas, líneas de investigación que están teniendo éxito en el centro, en la metrópoli de las ideas. Y las reproducen. Todo el mundo en provincias bendice su “modernidad”, sin pararse a pensar que es la postura más cómoda, la más oportunista, una actitud intelectual que no puede conducir a nada nuevo.

Naturalmente, son las élites las que se especializan en eso: son quienes pueden enviar a sus retoños a Estados Unidos a estudiar. Esos chicos que han vivido en condiciones de privilegio vuelven de allí convertidos en embajadores de la excelencia estadounidense. Los sistemas de becas patrocinados por EEUU no tienen otro objetivo. Nos hacen a todos más dependientes. Nuestras agendas científicas se identifican con las suyas y caminan siempre detrás de ellas.

-Lo que dice se refiere también por supuesto a nuestros medios de comunicación.

-Efectivamente. Si uno se pone a hacer “zapping” (perdóneseme el anglicismo), se dará cuenta de que de 80 canales, 79 están produciendo material producido en EEUU o en el Reino Unido. Si esto sucediese con China, y, al pasar de canales, solo nos encontrásemos primero con una película china, luego con otra película china, después con un documental chino y más tarde con deportes chinos… bueno, primero lo miraríamos con incredulidad y luego saldríamos al balcón para comprobar que no nos habían invadido. Sin embargo, el dominio anglosajón se ha naturalizado como la lluvia o el viento. Nadie parece darse cuenta de que un dominio semejante no se justifica sobre ninguna característica de las artes audiovisuales, sino sobre el ejercicio de un poder de otro orden en el que colaboran las élites locales.

-Ha hablado y escrito en otras ocasiones sobre el impacto que ello tiene además en el español que hablamos cada día.

-Su efecto sobre la lengua es demoledor. No se trata ya de que se filtren miles de préstamos que colonizan la lengua en todos los aspectos. La gente dice que eso ha sucedido siempre, que siempre ha existido un contacto entre lenguas y el hecho de que unas tomen palabras y expresiones de otras. Pero jamás ha habido un aluvión de influencia semejante por tierra, mar y aire. Es una influencia que, sin embargo, no se percibe como tal, que se transmite a través de los doblajes del cine y la televisión, de la traducción de noticias, de prospectos médicos, de instrucciones de montaje…Todo ese lenguaje parece castellano, pero no lo es. Yo me refiero a él como “castellano doblado”, porque su sintaxis, sus estructuras, su pragmática han dejado de ser castellanas para ser inglesas. En mi último libro 'Armónicos del cinismo' (2), dedico un capítulo al fenómeno, pero la cuestión es tan acuciante que todos los días aparecen nuevos ejemplos. El daño generado por la reproducción reiterada de traducciones infames (e inevitables, porque el trabajo de buen número de periodistas consiste simplemente en traducir noticias de Associated Press o de Reuters) es irreparable, porque pasa por un castellano moderno cuando sencillamente es castellano derrotado y sumiso.

(1) “Historias”, de Cornelio Tácito. Ed. Cátedra 2006; “Vida de

Agrícola” Ed. Cátedra 2013.

(2) Ed. Reino de Cordelia, 2020.

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