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Superdotación emocional

Juan Manuel Gutiérrez

10 de marzo 2015 - 01:00

EL concepto de superdotación ha sufrido importantes modificaciones en los últimos años. Ya no se entiende la superdotación como una suma de habilidades o aptitudes intelectuales, sino que el concepto implica una amplia variedad de habilidades muy relacionadas con las emociones.

Algunas de estas habilidades no intelectuales, pero necesarias para el desarrollo de grandes talentos personales, son algunos rasgos de personalidad como el tesón, la estabilidad emocional o la extroversión. También, algunas características personales como el autoconcepto, la motivación, la asertividad o el estilo atribucional interno, es decir, la capacidad de asumir responsabilidad sobre los acontecimientos vividos.

Este cambio en la concepción del niño superdotado, proviene de una importante cantidad de estudios que han demostrado que estos niños, además de ser académicamente precoces, suelen tener un nivel de madurez personal superior al de sus compañeros.

Linda Silverman, una prestigiosa investigadora en el campo de la superdotacíón, al igual que otros psicólogos, han encontrado importantes relaciones entre la superdotación intelectual y una alta conciencia moral y sensibilidad y empatía con los sentimientos de los demás.

Esta psicóloga describe cómo unos padres le contaban que su hija a la edad de dos años y medio, al ver un reportaje sobre un terremoto, le pidió a sus padres que le mandaran sus regalos a los niños que los necesitaban y se habían quedado sin casa, o el de una madre que recordaba como su hijo de 4 años le contaba que se sentía muy feliz cuando ella llegaba del trabajo y le abrazaba o también, el de otro niño de la misma edad que por iniciativa propia en el colegio solía hacer de mediador para evitar conflictos entre alumnos de hasta 19 años de edad.

Por ello, al afrontar el problema de la sobredotación desde una perspectiva exclusivamente intelectual, se está obviando toda la complejidad que implica el mundo moral y emocional de los menores y además, implica el riesgo de enseñar a los menores que se les valora sólo por sus capacidades, por lo que hacen, en lugar de por lo que son, como personas en su totalidad. (Silverman 1994)

Cuando valoramos de forma integral, en su totalidad, a un menor con sobredotación. Es frecuente encontrar casos como los que nos muestra Silverman. Niños con un nivel de conciencia moral y de madurez emocional que muestran una importante asincronía con las habilidades necesarias para gestionar esa madurez. Sirve de ejemplo, el caso de una menor de 6 años con un cociente intelectual de 170 (los CI medios están entre 80 - 120), que sin embargo, mentalmente tiene 13 años cuando toca el piano, 9 años cuando discute algunas normas o 5 años cuando se le pide que se mantenga sentada en su asiento. (Tolan 1989)

Sin embargo, frecuentemente pretendemos que estos menores se comporten como un niño de una determinada edad en todos los ámbitos de su vida. Ésta, es una de las intervenciones fundamentales que se recomiendan en relación a padres y profesores de los niños con altas capacidades. Por un lado, aprender a identificar estas asincronías entre distintas áreas del desarrollo de los menores y por otro, considerar el alto nivel de sensibilidad emocional que presentan ante las injusticias o las adversidades, que les puede provocar importante desajustes personales.

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