El Tabanco del Duque

Jerez, tiempos pasados Historias, curiosidades, recuerdos y anécdotas

Su dueño fue el llamado Duque de lo Imposible, quien solía ir a su local lo mismo en pijama que muy bien trajeado. Tenía una puerta falsa que daba a la calle Canto, donde un grupo de jóvenes se reunían en un reservado para leer poesías y cantar flamenco. Pared con pared estaban los muros de la añeja bodega de don Antonio Parra, cerca del típico callejón de la Vid

Juan De La Plata

13 de enero 2014 - 08:47

DESPUÉS de muchos años cerrado a cal y canto, el viejo Tabanco del Duque, en la calle Juana de Dios Lacoste, número 22, junto al antiguo cine Astoria, ha vuelto a ser actualidad por su reciente derribo y la aparición de una singular ventana que ha llamado la atención de los expertos en patrimonio destruido.

Pero nosotros vamos a ir más allá. A tiempos lejanos en los que el tabanco aún estaba abierto y sus muros y cubiertas gozaban de buena salud, corriendo los años cuarenta y cincuenta del pasado siglo, en que tuvimos la suerte de frecuentarlo con un grupo de jóvenes amigos, que solíamos reunirnos en uno de sus reservados para cantar o escuchar cantar flamenco y leer poesías en amena tertulia dominical. Para ello, accedíamos al camarote, a través de una puerta falsa que daba a la calle Canto.

El citado tabanco debía su nombre a su antiguo propietario, Torreira, de apellido, dueño del horno de Hermida de la misma calle, apodado ‘El Duque de lo Imposible’, un señor que lo mismo se presentaba elegantemente trajeado que vistiendo el clásico pijama de estar en casa, con el que solía atravesar la calle para copear con los amigos, bien en su propio tabanco o en el que fuera ‘La Valdepeñera’, cuyo dueño fuera el montañés, Manuel Garaña Feijoo, que también tuvo el elegante Bar Antolín de la calle Algarve, donde servía su célebre caldo, del que la propaganda decía: “Si quieres un caldo con esmero, en el bar Antolín te espero”.

Al margen de nuestra reseñada tertulia poético-flamenca de los domingos, años más tarde le ocurrió a este cronista que cumpliendo con un encargo del entonces alcalde Tomás García Figueras visitó el Tabanco del Duque, acompañando a un periodista jerezano llamado Arévalo que se proponía escribir un libro sobre los rincones más pintorescos de nuestra ciudad, interesándole especialmente los viejos tabancos, los que desconocía por haber vivido largos años en el extranjero, supuestamente exilado. Y ocurrió que dicho visitante volvió, en otro momento, a dicho tabanco dejando como recuerdo unos panfletos —según me dijeron— de carácter político contra el régimen franquista, por los cuales fue detenido.

A consecuencia de esta detención, todas las personas que habían tenido alguna relación con el visitante, fuimos llamados a Comisaría para declarar en la Brigada de Investigación Social sobre dicho asunto. Y, entre ellos, el encargado del tabanco, un servidor y hasta el propio alcalde, los cuales no sabíamos nada de nada y resultamos, naturalmente, libres de toda clase de cargos. Pero el detenido se pasó varios días en los calabozos de Comisaría, mientras continuaron las investigaciones policiales. Del tal Arévalo, nunca más volvimos a saber.

El Tabanco del Duque formaba parte de una manzana de bodegas, propiedad de don Antonio Parra, quien también poseía despacho al público, en forma de tabanco, cuyos locales llegaban hasta el callejón de la Vid, al que los poetas Manolo Ríos, Manolo Pérez y un servidor le improvisamos una noche un soneto, entre los tres, escribiendo sus endecasílabos a la luz de la luna. En el tabanco de Parra, al que acudíamos en otra época juvenil, con Antonio Tizón, barbero de la plaza Plateros, el cantaor Diamante Negro y otros amigos, vendían un vino quina en vaso largo que era pura delicia. Y un día entramos con el pintor Fernando Ramírez, para que don Antonio nos invitara, en la sacristía de su bodega, cuando regresábamos de un entierro en San Juan de los Caballeros.

Como ven nuestros lectores, todo un rincón para nosotros de viejos recuerdos, el que ahora se ha venido abajo con la total desaparición del legendario Tabanco del Duque, que ya pasó definitivamente a la historia de esta ciudad, cuyos entresijos volvemos hoy a desentrañar, semanalmente, después de algún tiempo apartados accidentalmente de estas lides.

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