La bodega del inglés
Tesalia
Richard Golding avanza en su proyecto de grandes vinos de la Tierra de Cádiz con el estreno de la nueva bodega de Tesalia
Prepara el lanzamiento en enero de ‘Iceni’, su tercer tinto
–¿Voy bien para Tesalia?.
–¿La bodega del inglés?, está aquí cerca. Siga esta carretera y a pocos kilómetros se encontrará a la izquierda el cortijo de Torres. No tiene pérdida.
Lo del inglés lo dice un vecino de la zona –téngase en cuenta que hablamos de campo abierto en plena sierra de Cádiz– con cariño, porque Richard Golding es una persona afable que se hace querer y está dotado de un agudo sentido del humor que le ha sacado de algún que otro apuro en las arduas negociaciones a las que este alto ejecutivo metido a bodeguero está acostumbrado.
Nadie mejor que una hija para definir a un padre. Y según Natalia Golding, Richard “es un culo inquieto”, confesión que hizo durante la presentación de sus vinos en febrero del año pasado a la que su progenitor no pudo asistir por estar en plena vorágine de la OPA lanzada por un magnate ruso para la cadena de supermercados Dia, de la que era presidente interino por entonces.
La definición, como su apellido –Golding viene a ser dorado y, ciertamente, parece que mucho de lo que toca lo convierte en oro–, le viene al pelo, pues no sale de un ‘fregao’ para meterse en otro y tras la operación Dia, ahora compagina la actividad bodeguera con la presidencia no ejecutiva de Vitaldent, entre otras responsabilidades del que en su día fue artífice del Mundial de Motociclismo como consejero delegado y presidente de Dorna.
Richard Golding, el hombre que hizo que los españoles amaran la tónica gracias al afamado anuncio de Schweppes con el que aterrizó en España en los años setenta como director de Marketing de la marca, hace un hueco en su apretada agenda para enseñar la nueva bodega de Tesalia, de estreno esta vendimia y “por los pelos, porque las licencias llegaron dos días antes del inicio de la recolección de la uva”, revela.
La finca, que adquirió en 2007, se extiende por 106 hectáreas a las faldas de la sierra de Grazalema, dentro del término municipal de Arcos de la Frontera. “Cuando te toque la lotería tienes que comprar algo aquí”, le dijo su mujer después de enamorarse de este rincón de la provincia mientras participaba en una competición hípica, la otra gran pasión de la familia, dedicada también a la cría caballar.
El terreno estaba pelado, el cortijo completamente derruido y no había un solo pájaro a la vista, relata en un paseo por la propiedad el anfitrión, quien en este tiempo ha recuperado la biodiversidad con la plantación de 8.000 árboles.
La viña la plantó hace diez años con la aspiración de hacer un gran vino, a la par que singular. Diez hectáreas entre Petit Verdot, “la estrella de la finca”, la Tintilla de Rota autóctona, Syrah y Cabernet Sauvignon, a las que el año pasado sumó otras 2,5 hectáreas de las dos primeras varietales con las que busca diferenciarse en un mundo muy competitivo, pues no en vano recuerda que en España se estima que hay unas 45.000 referencias de vino.
La Tierra de Cádiz, “poco conocida aún”, es otro elemento diferenciador para sus tintos ‘Arx’ y ‘Tesalia’, a los que el próximo mes de enero se unirá un tercero, ‘Iceni’, al que da nombre una antigua tribu britana de tradición equina, con lo que nuevamente se unen el origen británico de la familia y su pasión por el caballo y los vinos.
Para un profesional del marketing, los nombres, las marcas, son fundamentales y se plasma en ‘Tesalia’, en cuyas montañas la mitología griega sitúa las cuevas que moraban los centauros –casualmente, Richard es sagitario–, y en Arx, de Arx Arcis (fortaleza elevada), como llamaban los romanos a Arcos de la Frontera.
A título anecdótico, el Golding explica que los trabajadores parecen haber asumido esta filosofía y le han puesto nombre a todas las parcelas del viñedo, caso de ‘El jefe’, como denominan a la “joya de la corona” para orgullo del empresario-bodeguero, que con grandes dosis de humor señala que así lo pensaba “hasta que me enteré que era por las calvas”.
El viñedo está cuidado como un jardín y para lograr su objetivo de hacer un gran vino, ‘el jefe’, que sabe lo que quiere y lleva a gala la máxima de que para ser un buen líder hay que rodearse de los mejores, no escatimó esfuerzos en reunir a grandes profesionales en la materia y dejarse asesorar.
En la finca, “de tierras pobres para la agricultura pero muy buenas para la vid, con una capa superior de arcilla que mantiene la humedad y la caliza abajo, que favorece el crecimiento de las raíces”, pueden encontrarse hasta ocho conducciones del viñedo distintas, entre ellas el sistema en pérgola con poda en ‘v’, que facilita la cubierta vegetal para crear un microclima donde la uva se eleva del suelo para huir del calor de la tierra, o el innovador sistema de ‘eje vertical’, en el cada nivel da sombra al inmediatamente inferior, distribuyéndose la uva entre los 50 centímetros y los 1,8 metros de altura.
La bodega, que en breve abrirá a las visitas al público, se integra en el paisaje para confundirse con un horizonte salpicado de montañas, idea que cabe atribuirle a su esposa, que "no quería un pegote de cemento que le tapara las vistas”.
“Antes de meterme con la bodega tenía que saber que podía hacer un buen vino”, espeta el ejecutivo británico para explicar los diez años que separan la plantación del viñedo de la construcción de las instalaciones bodegueras, en las que en estos días culminan la molturación de las varietales de maduración más tardía.
La uva se vendimia de noche para buscar frescor y, tras la primera selección en la viña, llega a la bodega para permanecer 24 horas en cámaras frigoríficas a fin de evitar fermentaciones no deseadas, explica este centauro del vino antes de recurrir a Valle Lozano, la joven enóloga madrileña y segunda de su promoción encargada de la supervisión de la vendimia, para que adorne algunos detalles técnicos del proceso.
El ‘jefe’ deja libertad a sus trabajadores, seis fijos y otros 25 eventuales durante la vendimia, cosa que agradece la joven promesa de la enología, de la que destaca su capacidad de trabajo e iniciativa, aunque sin asumir grandes riesgos. Lozano está pendiente de la segunda criba de la uva en la mesa de selección, antes y después del despalillado y la molturación previos a la maceración y fermentación, que ocupan del orden de 15 días en depósitos de acero inoxidable o en tinas troncónicas de roble francés, según su destino para ‘Arx’ o ‘Tesalia’.
El empresario detalla que “visitamos muchas bodegas antes de construir esta y en todas preguntaba qué cambiarían si pudieran para mejorar”. De uno y otro sitio fue picando para decidirse por una bodega semisoterrada y muy funcional, impoluta, donde no hay una sola manguera ni ningún otro artilugio a la vista.
Los vinos reposan en barricas nuevas de roble francés con una alta rotación, pero sin abusar de la crianza en madera, y el coupage de cada añada lo marca la vendimia, solo que manteniendo el estilo propio de cada marca.
La familia Golding no renuncia a las nuevas tecnologías, que aplican en la viña y la bodega, para la búsqueda de la excelencia en sus vinos. La prensa vertical en la que los hollejos se someten a baja presión para extraer su espíritu sin riesgo de contaminación de aromas y sabores vegetales, el “Rolls Royce de la bodega”, es una prueba más del mimo y delicadeza de unos vinos presentes en el mercado español, Noruega, Holanda, Bélgica, Suiza, EE.UU., Perú, Malasia y, en breve, Suecia.
Llama la atención que la bodega del inglés no comercialice aún sus vinos en Gran Bretaña, pero todo se andará. De momento los distribuidores son reacios, pero “es cuestión de tiempo y de que se aclare qué va a pasar con el Brexit, que creo que al final se encauzará porque es bueno para la Unión Europea y para Reino Unido”.
Una indicación geográfica desconocida, varietales poco comunes y técnicas diferentes dan lugar a unos vinos de terruño, modernos, sutiles, de producciones limitadas –la bodega tiene capacidad para 100.000 litros anuales– y de mucho carácter que ya están dando mucho que hablar y que iban como un tiro hasta la pandemia, que ha ralentizado los planes de expansión comercial.
“Lo más complicado de un vino es venderlo. Íbamos muy bien, pero estamos muy presentes en la restauración –a la que destinan el 95% de su producción– y se ha notado mucho la bajada en España y también en la exportación”, señala el ejecutivo inglés que encontró en Arcos el paraíso para retirarse con su familia entre caballos y vinos.
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