Por El Tesorillo y El Portal con el siervo Marcial
Vamos a conocer mejor lo que pudo ser un enclave relevante, tal vez una importante villa romana con un alfar asociado que debía encontrarse en ese territorio que abarca las laderas de las Mesas de Bolaños, el Cortijo de Barja, los cerros de Las Calandrias y de El Tesorillo y El Portal
Martiali L(uci) Corneli Pusionis ser(vo): "A Marcial, siervo de Lucio Cornelio Pusíón". Este sencillo epitafio inscrito en una pequeña lápida funeraria de 13 X 15 cm., hallada junto a un grupo de tumbas romanas en los cerros de El Tesorillo, en las proximidades de El Portal, es todo cuanto conocemos de Marcial, un romano que vivió hace dos mil años y llevándose su condición de siervo hasta la sepultura (1). Desconocemos cuando murió, pero a juzgar por el tipo de ánforas que se encontraron en el lugar, debió vivir entre los siglos I y II de nuestra era. Tampoco sabemos a ciencia cierta cual era su trabajo, pero existen muchas posibilidades de que, por el contexto donde fue hallada su lápida junto a otras muchas tumbas rodeadas de una gran cantidad de fragmentos de cerámica romana, Marcial fuese alfarero y que el alfar donde debió trabajar toda su vida pudiera ser una de las propiedades de Lucio Cornelio Pusión, (L. Cornelius Pusio Annius Mesalla) un acaudalado gaditano emparentado con los Balbo (2).
Dejando a un lado estas licencias especulativas, les proponemos hoy un viaje en el tiempo. De la mano de un este personaje que vivió veinte siglos atrás, queremos acercarnos a un rincón de la Bética romana situado frente al Portus Gaditanus, en las cercanías de ese otro enclave que, con el nombre de Ad Portum, pudo ser una estación aduanera de la Vía Augusta en el entorno del estuario del Guadalete. Vamos a conocer mejor lo que pudo ser un enclave relevante, sin nombre cierto todavía, tal vez una importante villa romana con un alfar asociado (3) que debía encontrarse en ese territorio que abarca las laderas de las Mesas de Bolaños, el Cortijo de Barja, los cerros de Las Calandrias y de El Tesorillo y El Portal. Esa zona donde a comienzos del siglo XX se encontró la sencilla lápida funeraria de un humilde siervo: "Marcial el alfarero".
Como muchos hallazgos, el de la inscripción funeraria a la que nos referimos fue también casual. En 1897 la Sociedad Agrícola Industrial del Guadalete obtuvo del Gobierno de la nación una concesión para poner en regadío con las aguas del río unas dos mil hectáreas, destinadas al cultivo de la remolacha. Para su molturación se construyó en El Portal una fábrica azucarera de la que aún se mantienen en pié sus muros. Colindantes con esas tierras, en los cerros de El Palmar del Conde, Las Calandrias y El Tesorillo, la Sociedad puso en explotación unas canteras de arena, grava, yeso y, en menor medida, piedra, materiales destinados a las obras de los canales de riego que aún podemos ver en los llanos de Las Quinientas y Las Pachecas. Y es en este lugar, en las canteras, donde en 1901 se producen los hallazgos.
Sabemos de ellos y de la importancia que tuvieron por las cartas e informes (4) que se cruzaron tras su descubrimiento D. Victorio Molina, correspondiente de la Real Academia de la Historia en Cádiz y D. Fidel Fita y Colomer, sacerdote jesuita, arqueólogo y epigrafista, quien algunos años después sustituiría a Menéndez Pidal como Director de la Real Academia de la Historia y quien publicaría en el Boletín de dicha institución estos hallazgos (5). Según relata Fita, los numerosos restos cerámicos así como tumbas romanas hallados en El Tesorillo, junto a El Portal, pondrían en la pista de la localización de algunos de los enclaves cuyos nombres aparecían en los restos de ánforas del Monte Testaccio y que seguían sin localización cierta. Algunas de las marcas estampilladas (…"Portense, at Portus, Port(u), Por(tu), Porto Lucidí, Porto populi…) podían corresponder, según Fita, "…al Portus Gaditanus, que abarcaría todo el trayecto del río que va desde El Portal al Puerto de Santa María". Los hallazgos arqueológicos de la cantera de El Tesorillo podían ayudar a confirmar esta hipótesis. Dejemos que nos lo cuente:
"La resolución del problema geográfico ha dado, un paso más con los notables descubrimientos verificados cerca del Portal por el Dr. D. Victorio Molina, muy benemérito de la Academia. «A corta distancia del Portal, me dice, sobre un ribazo á la margen izquierda, hay una loma, denominada La Cantera, compuesta de sedimentos de arena y chinas alisadas por la acción de las aguas, que sirvieron primitivamente de cauce o margen á un brazo del río, como las bifurcaciones y marismas, que aún subsisten antes de su desembocadura. La formación geológica del terreno queda visible por las excavaciones que la, Sociedad Agrícola Industrial del Guadalete actualmente practica para el aprovechamiento de sílice y grava. Cubierta la ribera por sucesivas capas de tierra, sobre éstas se fijaron muchas sepulturas romanas que han aparecido, una de ellas epigráfica del primer siglo, que fueron cegadas á su vez por el recrecimiento del piso actual. Dichas sepulturas, unas treinta, que se han deshecho, estaban formadas de lajas de piedra caliza, de varias clases, procedentes de las canteras que aún se explotan en la próxima sierra de San Cristóbal. La inhumación de los cadáveres se hacía de esta manera: aseguraban las piedras hundidas en la tierra, y marcando un hexágono, cuyos lados mayores correspondían á las líneas de los hombros á los pies, depositaban el difunto sobre el suelo, acompañado siempre de un vaso o jarra funeraria; lo cubrían con una tonga de tierra cernida, y cerraban luego en plano la sepultura con varias lajas. En una de estas cubiertas se halló el mármol epigráfico cuya impronta le envío, y que guarda en su poder D. Antonio Bustillo, empleado de la Sociedad explotadora… Colindante de dicha loma, sita en el cortijo de Barja,... es el Tesorillo, ó grupo de cerros abundantísimos de arcilla, desde cuyos oteros se divisa la ciudad de Jerez y el famoso castillo de Cidueña. Algunos canales abiertos para la distribución de aguas en la cañada realenga del Tesorillo han dejado al descubierto en una larga extensión innumerables trozos de cerámica romana. Los taludes de las zanjas están materialmente empedrados de bocas, asas, puntas inferiores de ánforas, tejas planas de reborde, ladrillos rojos, amarillos, verdosos, que prometen abundante cosecha de valiosos objetos arqueológicos para el día en que allí se hagan profundas é inteligentes excavaciones.» Hasta aquí el Sr. Molina.(5)
Hoy en día, aún se presiente la importancia que debió tener este enclave, cuando procedentes de El Portal cruzamos el río por el puente de La Herradura y vemos frente a nosotros los cerros de El Palmar del Conde y El Tesorillo, (junto a una subestación eléctrica), estratégicamente situados en las orillas del antiguo estuario del Guadalete. Junto a la entrada del Cortijo de El Tesorillo, en los taludes de la cuneta de la carretera que conduce a Puerto Real, quedan todavía a la vista los estratos de restos cerámicos en los que pueden verse el mismo tipo de materiales descritos en 1901: bocas de ánforas, asas, fragmentos de ladrillos y tejas, masas informes de barro vitrificado procedente de desechos de cocción, puntas inferiores de ánforas… Allí siguen, y en menor cantidad los encontramos también en Barja, junto al canal de riego, en Bolaños, en Frías, en Las Quinientas… como testigos ciertos de que un día, hace de esto ya veinte siglos, Roma estuvo presente en este rincón de la Campiña, hasta donde llegaban los brazos más profundos del estuario del Guadalete y de la Bahía, con las islas gaditanas cerrando el horizonte.
Tras estudiar los informes del presbítero D. Victorio Molina, Fidel Fita escribirá a Jorge Bonsor, arqueólogo de renombre, de origen inglés pero residente en Carmona, considerado una de las máximas autoridades en materia de epigrafía y arqueología en la España del cambio de siglo. Bonsor había realizado importantes excavaciones en el famoso Monte Testaccio de Roma donde había identificado buena parte de los sellos alfareros de la Bética, razón por la cual el padre Fita le informó del hallazgo de este importante alfar de El Portal. Bonsor, por su parte, remitió este artículo al profesor alemán Heinrich Dressel, máxima autoridad mundial en la materia.(6)
En la obra de Jorge Bonsor "Correspondencia general (1886-1930)" se recoge el texto de la carta de Fidel Fita (Carta 59 de 24 de julio 1901) (4) en la que le informa "sobre los restos de las alfarería de Lacca que forman un pequeño monte testáceo cerca del desembarcadero del Guadalete, llamado por otro nombre el Portal, entre Jerez y el Puerto de Santa María. Los árabes, como V. sabe, denominaron el Guadalete Guad-al-Lacca, o río de Lacca. Hasta el Portal sobredicho, las faluchas que cruzan la bahía de Cádiz y remontan el Guadalete llevan mercancías de mar, y desde allí exportan las de tierra. Es, tal vez, el verdadero Portus Gaditanus; porque en él, mejor que en el Puerto de Santa María se cumplen las 24 millas romanas que hasta Cádiz señalan los itinerarios antiguos." Fita describe a Bonsor lo expuesto en el informe de Victorio Molina informándole de las sepulturas halladas y los innumerables fragmentos cerámicos, que han salido a la luz con las obras de un canal de riego, procedentes de lo que sin duda fue una importante estación de producción alfarera en los que, pese a su estudio concienzudo, no encontrará "un solo casco con inscripción o marca de fábrica"
En la carta se afirma que en El Tesorillo hubo " una fabricación de cerámica, ánforas especialmente, destinadas a envasar el vino procedente de esta región de la Bética. El camino de la alfarería está bien marcado. Con los residuos de horno se ven despojos inútiles, que acusan claramente la fabricación, de los que guardo un trozo de ladrillo con las huellas de los dedos, un tiesto con una pella de barro, y un grupo curiosísimo donde están revueltos y pegados en fresco parte del tubo inferior del ánfora, con otros fragmentos y pegotes de arcilla. En la elaboración, que debió ser abundantísima, se emplearía gran número de siervos... Una cantera próxima lleva el nombre de La Mina. Entre las sepulturas se ha encontrado el epitafio del primer siglo, dedicado a la memoria de Marcial, siervo de Lucio Cornelio Pusión. Este fue quizá dueño de la alfarería." Termina Fita su carta confesando a Bonsor, a quien intenta convencer de la necesidad de llevar a cabo una excavación en la zona que "… conceptúo que por debajo del Tesorillo o de su alrededor se ocultan inestimables tesoros arqueológicos, que V. con poco gasto puede revelar a la docta Europa". (4)
Un siglo después los "tesoros" del Tesorillo, a los que aludía D. Fidel Fita apenas han sido descubiertos y a buen seguro en las laderas de Barja y Bolaños aguardan aún importantes vestigios que, como apuntaba el célebre historiador, esperan ser revelados. Pese a que muchos materiales desaparecieron para siempre con la explotación de la citada cantera, todavía se aprecia en los taludes de El Tesorillo la evidencia de que aquí existió un importante alfar en el que, junto a los restos de ánforas (7), ladrillos y tejas, se encontró la sencilla lápida funeraria del siervo Marcial, el alfarero.
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