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Transitar por la frontera

13 de mayo 2014 - 01:00

Cuando pensamos que todo está dicho y hecho es cuando se puede ser original. Precisamente por eso nos sorprenden los grandes artistas y los mejores científicos. Cuando ya nadie espera nada en un determinado campo, aparece una mente que se atreve a crear algo nuevo.

Se viene hablando de la crisis de la novela desde hace varias décadas. Pero cada vez que estábamos tramitando los papeles de tan sensible pérdida, surgía algún insolente con algo raro en sus folios. ¿Cómo sabe uno que está ante algo realmente nuevo? Lo sabe porque experimenta una incertidumbre y un desasosiego fuera de lo normal al intentar juzgar lo que está leyendo o contemplando. La estética de la recepción se encarga de este asunto tan moderno. A los griegos les preocupaba más cómo definir lo bello, lo bueno y lo verdadero. A nosotros, los postmodernos, nos inquieta saber reconocer lo nuevo.

El primer libro que leí de Enrique Vila-Matas fue Doctor Pasavento. Estuve a punto de abandonar la lectura cuando llevaba menos de cien páginas. No sabía qué estaba leyendo. No sabía si era un ensayo, una novela o una biografía. Y fue esa incertidumbre la que me obligó a reconocer que estaba en presencia de un sendero creativo nuevo. Lo mismo puede ocurrirnos con la lectura de La parte inventada, de Rodrigo Fresán, una novela construida con bucles narrativos, con la descripción de esa misma escritura y con el juego de las perspectivas.

Para iniciar un nuevo sendero creativo el artista y el científico tienen que transitar por las fronteras. Las novelas que he mencionado son arriesgadas, temerarias, porque utilizan recursos literarios propios de otros géneros, literarios o artísticos. Y es esa mezcla de géneros la que te invita a seguir leyendo para descubrir dónde situarnos. Esas formas de narrar son más exigentes con el lector y más divertidas. En las artes no hay nada más aburrido que ver delante un camino bien señalizado y con un plano detallado.

Transitar la frontera conlleva siempre una nueva filosofía del arte o de la ciencia. Las vanguardias nos interrogan sobre la misma esencia del arte y nos proponen definiciones nuevas. Algunos críticos literarios dirán que lo que ha escrito Fresán en La parte inventada o Vila-Matas en Kassel no invita a la lógica no son realmente novelas. Del mismo modo, el poeta Antonio Hernández en Nueva York después de muerto realiza una reflexión poética abierta. Ya no sabemos si leemos poesía, pero no nos importa porque el escritor nos ha proporcionado ese algo que no sabemos adónde conduce.

Varios artistas están utilizando el conocimiento científico, biológico, y los procedimientos de los laboratorios para crear. Es el caso de The Tissue culture and Art Project, Marta De Menezes, Joaquín Fargas, etc. Son proyectos polémicos porque sus obras no son cuadros, no son esculturas, no posibilitan una experiencia estética en el sentido clásico, tampoco es mero arte conceptual, pero no es sólo ciencia ni sólo tecnología. Extraños artefactos…

Los senderos creativos surgen cuando somos capaces de trasladar una estructura de un campo de la experiencia a otro. El matemático francés Henri Poincaré lo señaló en varias de sus obras sobre teoría del conocimiento. Para crear hay que saber establecer analogías. La matemática capta estructuras y ayuda a ver analogías en otros terrenos, como la física o la biología. Avanzar en la investigación implica saber reconocer esas analogías. Ya nadie discute el papel central que tienen las metáforas en las ciencias.

No es lo mismo la investigación física que la literatura. Sin embargo, en todos los campos del conocimiento es preciso mezclar si queremos avanzar. Algunos de los teoremas matemáticos más difíciles obtuvieron solución porque alguien se atrevió a conectar diferentes ramas de la matemática. Y los artistas originales han sabido mezclar técnicas y materiales aparentemente muy distantes.

¿Cómo establecer esas analogías? ¿Cómo conectar lo que no estaba conectado? ¿Cómo construir buenas metáforas? El creador que transita la frontera tiene que observar, experimentar y luego mezclar. Intervienen dos tipos de procesos, conscientes e inconscientes. O mejor, dos dimensiones. Este ruinoso mecanismo de pensar (Hölderlin) se nutre de experiencia y luego trabaja y trabaja hasta que, sin saber cómo o sabiendo cómo, algo encaja.

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