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De una pequeña habitación con un frigorífico en Jerez a ser referente nacional
Centro del profesorado de Jerez
HACE más de setenta años que el psiquiatra Leo Kanner y Hans Asperger presentaron sus primeros artículos sobre autismo. Hoy conocemos mucho mejor la situación vital de la persona con trastorno autista y ello nos permite que la respuesta se ajuste mejor a sus necesidades, en lo referido a las relaciones sociales, al desarrollo cognitivo, a la capacidad de comunicación y lenguaje, de anticipación y flexibilidad y a la capacidad de simbolización. Dentro del autismo se sitúan las personas con síndrome de Asperger, que presentan limitaciones en los diferentes aspectos del desarrollo pero conservando un buen o muy buen potencial cognitivo.
Si observamos al Asperger en el ámbito escolar no será el prototípico autista de profunda soledad, desconectado de los demás y del entorno, sino que manifiesta cierta motivación a la relación con los demás, un "quiero y no puedo", consciente de su "soledad" y de su dificultad de relación, pero con interés por las acciones de los otros.
Un déficit muy especifico se manifiesta en las capacidades intersubjetivas y mentalistas, y en las funciones comunicativas. Aunque el niño Asperger emplee términos mentales en sus interacciones, los procesos mentalistas suelen ser lentos, simples y limitados. Esta limitación se aprecia también en las conductas comunicativas, poco empáticas y recíprocas. Las conversaciones pueden ser machaconas e irrelevantes en la temática, pedantes en el lenguaje y abruptas en la forma.
Sorprenden los trastornos del lenguaje comprensivo y los déficits en las competencias de imaginación y ficción. Actuar sobre estas carencias será necesario porque desarrollando más y mejor la comprensión favorecemos romper el cascarón de su aislamiento.
Otro grupo de trastornos está relacionado con las limitaciones en las capacidades de anticipación, la falta de flexibilidad mental, comportamental y la asignación de sentido a las conductas.
Habrá que cuidar los cambios ambientales imprevistos que pueden llevar a reacciones indeseables, y emplear estrategias activas para anticipar sucesos del ambiente que permitan superar la resistencia al cambio en las situaciones cotidianas. La terapia ha de ayudar también a vencer el perfeccionismo rígido en la realización de tareas, controlando las conductas rituales y obsesivas.
Hoy día importantes avances en los aspectos educativos de estos niños y niñas, en particular en lo referido al tratamiento de conductas y destrezas positivas, a la "teoría de la mente", al lenguaje y la comunicación; así como una mejor comprensión de cómo han de tratarse las conductas más alteradas, nos permiten actuar con mayor eficacia y posibilidades de éxito.
Y esto es posible porque, en el entorno escolar y social, haciendo visible el síndrome de Asperger, mejoramos nuestro conocimiento del fenómeno y de las alteraciones y limitaciones que conlleva, favoreciendo escenarios inclusivos de atención más adaptados y comprensivos con esta realidad.
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