'Tsunami' en la campiña jerezana
ANÉCDOTAS DEL JEREZ. LAS DESGRACias deL SHERRY
La plaga de la filoxera de 1894 provocó una enorme ruina en Jerez al acabar con casi todo su viñedo Los jerezanos temieron perder su supremacía vinatera, pero la combatieron heroicamente
Hay fechas desgraciadas en la historia del vino de Jerez. Son muchas, pero quizás nunca comparables a otras fue la del fantasma de la filoxera, que asoló el viñedo del viejo continente y que apareció en Jerez, en 1894, y supuso una auténtica ruina. La prosperidad de décadas anteriores, cuando se había llegado a alcanzar el momento de mayor auge del jerez, desapareció; los pequeños viticultores se arruinaron, empeñando incluso -contaba Julian Jeffs- los zapatos de pisar (de cuero de vaca con clavos de hierro en las suelas); parecía como si un soplo macabro quisiera borrar mucho de la historia de Jerez, tan apegada a la vid, a la uva, al vino. La ruina fue brutal, inmensa...
Pero antes que nada: ¿Qué es la filoxera? Nadie mejor que José de las Cuevas para que, con su fina ironía, nos la describa:
"Mientras tanto se discute, como en la fábula de Iriarte, llega la filoxera. Es el cólera de la vid, y las viñas europeas, viejas de siglos, no resisten. Una ola incontenible, segura, lenta, sube a todos los viñedos. La gente, los sabios, discuten de dónde viene el mal. Hasta el ínclito Pasteur se preocupa de sostener que la epidemia tuvo su origen en América.
Bueno, al final sabemos que la filoxera es un pequeño insecto, un hemíptero. En el primero tenemos la chinche y, en el segundo, los pulgones de los rosales, la cigarra y la filoxera. Todos ellos se distinguen por su pico, un pico que atraviesa la madera y chupa después la savia como una bomba centrífuga. Pero el hemíptero Phylloxera Vastratix es el señor de la familia Aphididae. Vivió bastante tiempo en las cepas americanas, sin reproducirse, como si esperara la sangre azul.
Expliquémosnos: las vides americanas no le gustaban del todo. Buen gourmet, distingue enseguida el bouquet especial, la aristocracia de las cepas europeas, hemofílicas y cansadas a fuerza de dar buen vino. Es en esta blanca, linajuda carne, donde se multiplica siniestramente. Atila de las viñas, las parras venerables, todo el mundo clásico -las cepas de Mantua, de Carlomagno, de la Borgoña borbónica- caen".
No le faltaba razón. La plaga que se avecinaba no era conocida en Jerez, ni sus efectos ni la forma de hacerle frente. Sí conocíamos muy bien a los dos enemigos más usuales de la vid desde tiempo inmemorial: el Oidium (Uncinula Necator), vulgarmente conocido por 'cenizo', una epidemia que produce en los sarmientos manchas oscuras y un polvillo en la uva que la agrieta y pudre, con fuerte olor a humedad o moho, y el Mildeu (Plasmopara Vitícola), cubriendo las hojas por encima de manchas de un amarillento pajizo y de un polvillo grisáceo por el envés y que, al atacar el fruto de la vid, lo deja sin madurar. Y allá por el XVII dio mucha tabarra el 'purgón', que no era otro que el pulgón de las viñas, Altica Oleracea, y hasta se recurrió en una ocasión a la Patrona para que lo hiciera desaparecer, como así sucedió.
Pero ante todos esos males, los viticultores encontraron remedios eficaces en el azufre, el caldo bordalés, la cal o el sulfato de cobre. Sin embargo, frente a este pequeño 'emigrante americano' que asolaba viña a viña toda su producción, no se sabía de una fórmula eficaz para combatirla.
Manuel María González Gordon, 'the Pope of Sherry', describe la situación en su libro de referencia, 'Jerez, Xerez, Sherish' : "La invasión de la filoxera fue, como es de suponer, una horrible catástrofe para Jerez, así como para el resto de regiones vitícolas, y por aquella época se celebraban en todos los países innumerables congresos filoxéricos ofreciéndose importantes premios a los que descubrieran remedio eficaz contra la terrible invasión. En 1878 se hicieron viajes por comisiones ciudadanas jerezanas a Málaga, donde las viñas estaban ya atacadas por la filoxera, y por Real Orden de 19 de junio de 1879 se mandaba que en cada provincia de España se celebraran tres conferencias sobre esta plaga. En Jerez, se llevaron a efecto estas en julio de aquel año y en Zaragoza se celebró un congreso internacional en octubre de 1880, donde se discutieron todas las medidas posibles para atajar el mal. En todas estas reuniones se habló de multitud de remedios posibles, en su mayoría insecticidas, de aislamiento de las regiones atacadas; vigilancia extrema en la introducción de materias que pudieran contener la propagación de la filoxera..."
Poco a poco, los estudios de los sabios y los expertos revelaban algunas cosas: Se daba como seguro que la filoxera se había originado en cepas importadas de Estados Unidos debido a su gran resistencia a la anterior plaga de oídio de 1856. Rápidamente se extendió por todos los grandes viñedos de Francia. A continuación, Portugal. En 1863 ya había llegado a España. Entró por vez primera por el puerto de Málaga y fue debido a una importación de sarmientos vivos mandados por los floricultores franceses del Sur de ese país por mediación de un comerciante madrileño, a una petición de plantas que hizo don Eugenio Molina, propietario de una finca y lagar llamada 'La Indiana', en la población malagueña de Molinejo, a apenas veinte kilómetros de la capital.
Otro foco temprano fue El Ampurdán catalán, extendiéndose rápidamente por Galicia, León, Navarra y, por último, el Levante español. En Andalucía se propagó con relativa rapidez por varios factores: las altas temperaturas, los suelos, los vientos de Levante y Poniente y las malas prácticas agrícolas que favorecían que se extendiera este mal, gracias a que el insecto era transportado entre aperos, vestimentas y trasiegos de sarmientos. Existía también una singular versión, que venía a decir que la plaga había sido introducida por 'bandoleros que la trajeron desde Gibraltar'. De Málaga pasó a Antequera, a la Vega de Granada y a Almería, con consecuencias trágicas.
Aquello suponía tener al enemigo tras la puerta de la casa. Pasaban los años y la plaga no hacía acto de presencia, lo que hacía concebir algunas esperanzas, creyéndose que los altos montes que nos separan de Málaga nos librarían del alado y maléfico insecto. También se confiaba en la estructura compacta de nuestras albarizas. Pero desgraciadamente, no fue así. El 21 de julio de 1849 apareció la filoxera en Jerez traída en la ropa de los obreros viticultores que venían de Málaga. Pero no está claro: otros sostienen que el mal pasó de Málaga a Morón, de aquí a Lebrija y que fueron obreros lebrijanos los que trajeron consigo la plaga. Sea como fuere, comenzó atacando las viñas de los pagos de Ducha (albarizas) y Torrox (barros) y se extendió como el fuego de un cerillo ardiendo, perdiéndose una viña tras otra hasta que en 1898 estaban ya casi todas irremediablemente dañadas.
La Phylloxera vastratix es un insecto de color amarillo pardo y tiene un aspecto muy desagradable cuando se mira a través de una lupa, pero es la única forma de poder verlo, puesto que sólo mide un milímetro. Su ciclo biológico es extremadamente complicado, variando según las condiciones en las que viva, pues crece y se multiplica a una velocidad increíble. La hembra pone un sólo huevo en el sarmiento de la cepa durante el otoño; en primavera se rompe el huevo saliendo una fundatrix que pone más de treinta huevos. Éstos, a su vez, nacen y se multiplican, por lo que se estima que una fundatrix que nace en abril puede haber reproducido unos veinte o treinta millones de insectos en noviembre.
Serafín Rodríguez de Molina desveló hace años en estas mismas páginas el contenido de la primera reunión sobre la cuestión de la filoxera en el Distrito Vitícola de Jerez, celebrada el 1 de agosto de 1878, dieciséis años antes de su aparición en la campiña. No hay duda, por tanto, de la importancia del documento, que nos dice que ya entonces, los viticultores jerezanos mostraban enorme preocupación por la marcha invasora de la plaga.
Acuden a la reunión grandes viticultores y expertos de la época: José E. Ivison, Manuel María González Gordon, conde de Cañete por la firma Pedro Domecq, Manuel Sánchez-Romate, Enrique Guernica, Enrique O'Neale, José María Pérez Lara, Juan Sánchez-Romate, Eduardo Badía, Gumersindo Fernández de la Rosa, Pedro González Soto y Francisco García Pérez.
Fernández de la Rosa, juntamente con José María Pérez Lara, serían los autores del informe presentado ese mismo año al Ayuntamiento por la comisión nombrada para el estudio de la filoxera en la provincia de Málaga. Fernández de la Rosa había nacido en Cádiz, pero vino a Jerez siendo un niño. Ingeniero agrónomo y director de la Granja Escuela Práctica de Agricultura Regional de Jerez, fue todo una autoridad en Jerez, que le nombró Hijo Adoptivo.
De la vida y obra de José María Pérez no hay más que entrar en la página digital de 'Los nombres del Jerez' de José Luis Jiménez, para saber que se trató de un naturalista y botánico jerezano (1841-1918), que ejerció una importante actividad como vicepresidente de la Real Sociedad Económica de Amigos del País y como secretario de la sección de Ciencias Físicas y Naturales en la Sociedad de Ciencias, Letras y Artes, entre otras muchas ocupaciones. Casó en 1865 con Concepción Lila y Tosquiella, con quien tuvo -y esto es lo más curioso- hasta ¡veintidós! hijos. De manera que el hombre no perdió el tiempo.
Concluyeron ambos en su informe de la necesidad de aplicar un 'tratamiento de extinción' y un 'tratamiento cultural' a base de sulfuro de carbono, la creación de viveros de plantas resistentes y la puesta en práctica de medidas contra la plaga, como la incomunicación de los viñedos atacados, una zona de aislamiento bajo vigilancia y la creación de un cordón sanitario que les preservaría de la plaga.
La primera reunión de la comisión jerezana, que tampoco disponía entonces de mucho conocimiento sobre el asunto, dejó al menos una conclusión muy clara: La necesidad indispensable de una total unión entre los viticultores, tal y como rezaba el documento que llegó a manos de Rodrigo de Molina. "...Que se asocien y se entiendan; que se organicen comisiones de inspección, que se nombren vigilantes asalariados, bien instruidos de lo que es la filoxera y de las señales que hacen sospechar su existencia en las raíces de la vid y que no se perdone esfuerzo para que no sea demasiado tarde, como hoy acontece en Málaga..."
De poco sirvieron los consejos y medidas. Como vino, pasó el 'tsunami' por la campiña y se llevó por delante casi todas las 8.000 hectáreas de viña con que entonces contaba el término. Pero Jerez supo afrontar con valentía la situación. Ante los viñedos destruidos, se recurrió a una única solución ya experimentada en Francia: el arranque de las cepas y la utilización de variedades de cepas americanas, resistentes al insecto, para repoblar las viñas. El primero que replantó usando estas variedades de portainjertos fue José de Soto Ruiz, que lo hizo en su viña de 'Santa Isabel', a la que el Ministerio de Agricultura concedió el único Diploma de Honor dado a una viña.
Pasaron los años y, gracias a los portainjertos, el viñedo jerezano renacía de su pasado exterminio. Ha pasado más de un siglo desde que Jerez temió perder su privilegio y legado vitivinícola. La ruina fue inmensa, enorme y catastrófica, pero los jerezanos supieron afrontarla, combatirla y superarla.
Y es que Jerez, señores, es mucho Jerez.
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