Último capítulo: el liquidador
Un oscuro personaje, el ex fontanero valenciano Ángel de Cabo, firma el epílogo de Rumasa

Ángel de Cabo, el ex fontanero que desde el pasado diciembre duerme en la cárcel con una bola atada a una cadena de 50 millones de euros, la fianza más alta pedida nunca por un juez, tiene una imagen asociada a dos personajes cinematográficos. Uno es Edward Lewis, interpretado por Richard Gere en su película favorita, Pretty woman. Dicen que De Cabo vio la luz ante un Richard Gere tan apuesto que compra empresas en quiebra, las trocea y hace fortuna con la ruina de los demás. Un Pigmalión inquietante. El segundo es el Señor Lobo, interpretado por Harvey Keitel en Pulp Fiction, un solucionador que da órdenes sobre cómo limpiar la sangre de un cadáver accidental.
De Cabo llegó a Nueva Rumasa poniendo unos pocos euros sobre la mesa (un euro por empresa adquirida) con el aplomo del Doctor Lobo y la avaricia de Edward Lewis. El podría poner solución a una situació sin salida. Cuentan que fue el propio Gerardo Díaz Ferrán, el ex presidente de la CEOE y ex propietario de Marsans, el que se lo recomendó a Ruiz-Mateos. Ferrán, si se siguen las diligencias de la Operación Crucero, debía de estar contento con De Cabo, ya que había conseguido salvar buena parte de su patrimonio sin la necesidad de tener que pagar a sus acreedores. La estrategia había sido mover el dinero a través de fondos buitre, convertirlo en opaco. En este juego de prestidigitación De Cabo no era un mago fino, pero muy eficaz a corto plazo.
Este personaje era el que estaba llamado a protagonizar el episodio final del culebrón Rumasa, que ha coleado treinta años, desde que Boyer anunciara un 23 de febrero la expropiación del mayor holding del país. Tan rocambolesca historia, que ha llenado millones de folios judiciales, que ha hecho millonarios (o más millonarios) a muchos a través de sospechosas reprivatizaciones y que ha arruinado a otros muchos, no podía tener final más rocambolesco, digno de una serie de la HBO.
Que viniera bajo el nombre de Back in business, una empresa que tenía entre sus objetivos fundacionales la fabricación de jabón no tiene importancia. Es sólo un chiste del guionista. Porque De Cabo lo que iba a hacer en Nueva Rumasa era lo mismo que ya había hecho antes en Marsans o en Teconsa bajo el manto de otras sociedades con nombres igual de graciosos. Edward Lewis en acción.
Pero la pirueta final de la trama hace que De Cabo caiga en su propia trampa. Con Nueva Rumasa es más ambicioso, pero no cuenta con que los jueces le retiren la capacidad de gestión en muchas de las empresas de la abeja. Como es habitual en él, tiene un plan B: ha encargado dossieres de la vida y de los negocios de aquellos con los que trata. Está dispuesto a incumplir su trato con los Ruiz-Mateos bajo chantaje. En esta ocasión se encuentra enfrente con Joaquín Yvancos, el abogado que durante las últimas décadas ha estado más cerca de Ruiz-Mateos. A Yvancos no le gusta De Cabo ni sus veladas amenazas y contraataca con una investigación que le va a llevar a Suiza, a los fondos buitre y a los millones escondidos que el juez Ruz convierte en una orden de prisión. Por entonces, de Nueva Rumasa sólo quedan cenizas. Fin.
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