Ventas con historia
Un recorrido por antiguas ventas en torno a Jerez
"L AS ventas son, y han sido, uno de los espacios públicos gaditanos con mayor enjundia. Sin ellos el tejido de relaciones humanas de la provincia de Cádiz no podría entenderse". Con esta contundencia se expresa la escritora Elena Posa en su libro "Cádiz, venta a venta", un delicioso trabajo publicado hace unos años, en el que realiza un recorrido histórico, literario y cultural por estos singulares establecimientos y en el que hace un completo recorrido por la geografía provincial recalando en lo mejor de estas populares instalaciones hosteleras.
A las ventas más conocidas que se levantaron junto a las carreteras y los caminos más transitados, hay que añadir los ventorrillos del entorno rural y las humildes ventas del campo, próximas a descansaderos de ganados, cruces de cañadas, vados y pasadas de ríos y arroyos. Cumplían estos espacios una función insustituible como punto de abastecimiento de materias básicas y lugar de relación social, de encuentro, charlas y compañía entre vecinos, siendo también marco de pequeñas transacciones comerciales en el medio rural: compras, ventas, trueques, difusión de novedades… No faltaban en las ventas y ventorrillos los productos naturales recolectados en el entorno más cercano, los procedentes de la caza o los elaborados por los lugareños más hábiles en cualquiera de las ramas de la artesanía popular.
Aún hoy, en nuestros itinerarios por la comarca y por los caminos del interior de la provincia, las ventas se nos antojan como puertos seguros en los que hacer un alto, en los que parar un rato para encontrarnos también, en muchas ocasiones, con la historia, con la geografía y, como no podía ser menos, con la gastronomía. Entre todas las ventas, las que más nos gustan son aquellas que se encuentran identificadas con el paisaje, las que están estrechamente unidas al territorio del que son ya un hito inseparable. Nos referimos especialmente, a esas viejas ventas con historia que, con edificios renovados o no, anclan sus raíces en un pasado que en ocasiones se remonta más de un siglo atrás, en un tiempo en el que fueron posadas, ventorrillos, casas de postas, lugares de parada obligada junto a caminos inciertos.
Como señala Elena Posa, "…el carácter de las ventas también ha ido variando a lo largo del tiempo. Empezaron vendiendo algo más que cosas y mercancías: alojamiento, descanso, calor humano y animal, porque a menudo… no había cosas ni mercancías que vender. Y por ese linaje suyo de acoger en descampado, se han erigido a lo largo de los siglos en escenario rural único de relaciones humanas".
Esta evolución en la fisonomía y las funciones de nuestras tradicionales ventas viene de antiguo. Algunos autores las han llegado a relacionar con las "mansio" romanas, lugares de parada en la red de calzadas donde pasar la noche durante el viaje. También en los siglos de dominio andalusí, los viajeros podían descansar al final de cada jornada en los "manzil" que, a modo de posadas u hospederías, podían encontrarse en las vías de comunicación más importantes. Para Covarrubias, en su "Tesoro", el vocablo "venta" designa ya a "la casa en el campo, cerca del camino real a donde los passageros suele parar al medio día y a necesidad hacen noche", como nos recuerda también E. Posa.
En nuestro entorno, no faltan referencias a ventas, posadas o casas de postas en los relatos de viajeros, historiadores, escritores o naturalistas que nos aportan algunas pistas de los aspectos más relevantes de estos establecimientos y de su evolución desde la época medieval hasta nuestros días. Por mencionar sólo algunas de las más celebres, recordaremos como ya en el siglo XVI se da cuenta de la Venta de Casas Viejas, en la que comió y descansó en 1579 el rey de Portugal, Don Sebastián, cuando se dirigía a su corte de Lisboa después de haber desembarcado en Gibraltar, invitado por el Duque de Medina Sidonia.
En su Historia de la ciudad de Xerez de la Frontera, Fray Esteban Rallón menciona la Venta de la Vizcayna, entre Jerez y Las Cabezas, que a mediados del s. XVII servía de posada a los viajeros que realizaban la ruta entre Sevilla y nuestra ciudad. La carretera de Madrid a Cádiz (conocida también como el "arrecife"), impulsada por Floridablanca a finales del s. XVIII como la principal vía que comunicaba la Corte con Andalucía, contaba en su recorrido con numerosas posadas, ventas y casas de postas. Entre ellas, por citar sólo algunos ejemplos, se encontraba la de Torres de Alocaz y la más cercana y conocida Venta de El Cuervo, célebre casa de postas, cuyo viejo edificio aún se conserva habiendo sido objeto de una reciente restauración. Todas ellas guardan entre sus muros páginas literarias e históricas de las que nos iremos ocupando en próximas entregas. También en el s. XVIII ya era conocida la Venta de Lleja o Ventalleja, ubicada en un paraje situado en las proximidades del Mojón de la Víbora, entre El Cándalo y Garganta Millán, lugar de parada obligada para los viajeros que transitaban los caminos que desde Jerez y Alcalá de los Gazules se dirigían a Ubrique. Esta venta, junto a la situada en la Ermita del Mimbral , ya figuran en un pergamino conservado en el Archivo Municipal de Jerez que muestra un plano-mapa del sector más oriental del término municipal atribuido a las primeras décadas del citado siglo.
Antonio Ponz, Pérez Bayer, Richard Ford, Gustavo Doré, Madoz, Fernán Caballero, Abel Chapman y W.J. Buck o Wilhelm Giese, son algunos de los muchos autores que nos han dejado diferentes escenas sobre cómo eran las ventas de nuestro entorno en los últimos tres siglos. Entre las ya desaparecidas, citadas por Madoz a mediados del siglo XIX, recordamos aquí la Venta del Zumajo, (cerca del cortijo de Berlanga, junto al arroyo del mismo nombre), la de El Polvorilla, ente Alcalá y Los Barrios (desaparecida hace más una década con la construcción de la nueva autovía), las ventas de Torres de Alocaz y El Cuervo, en el camino real de Jerez Sevilla, la de Los Badalejos, en Benalup, o la Venta del Cantero, en el camino de Jerez a Espera y cuyo antiguo edificio se haya hoy oculto a la vista del viajero, entre las viviendas de la actual barriada rural de Gibalbín . Esta última venta, junto a la de la Vizcayna, figura también en el Mapa geográfico de Xerez de la Frontera, de Tomás López (1787). En relación a la Venta del Zumajo hemos de decir que sería sustituida por la de Santa Inés, situada muy cerca de aquella, en el molino del mismo nombre. De este lugar todavía se conservan los restos del edificio situados a orillas del arroyo del Zumajo, en los caminos que unían Arcos con Medina.
Entre las ventas que hunden sus raíces en el siglo XIX o comienzos del XX, mencionaremos la de Nepomuceno, en Cuartillos, recientemente demolida por las obras de la carretera Jerez-La Barca o la del Molino de Cartuja, remodelada a mediados del siglo pasado y ampliada de nuevo hace unos años con la incorporación de parte de las instalaciones del antiguo molino.
En esa época surgen también la de Gibalbín, la de San Miguel (ubicada en El Chaparrito, en el cruce de las carreteras de Jerez a Cortes y de Arcos a Vejer y ya fuera de servicio), la de El Pedroso (en el cruce de las carretera de Jerez-Medina y Puerto Real -Paterna), la Venta de Pinto, en La Barca de Vejer o la de La Perdiz (a los pies de Sierra Aznar, entre Arcos y Algar), por citar sólo algunas.
En el camino de Jerez a Arcos estuvo la vieja venta de La Cueva en Torremelgarejo (un singular establecimiento excavado en la roca que fue cerrado tras la construcción de un hotel con el mismo nombre), La Primera (en Jédula) o La Mina, junto al puente del Arroyo Salado, en un paraje ubicado a los pies del cerro del Guijo, donde existió una mina de azufre de la que tomó su nombre. En San José del Valle se cuentan entre las más antiguas la de La Parada del Valle (mencionada ya por los naturalistas ingleses Abel Chapman y Walter J. Buck. a finales del XIX en su obra España Agreste) o la de El Boquete que aún persiste en un paraje singular, conocido con ese mismo nombre, por donde el Arroyo Garganta del Valle cruza una angosta cerrada ubicada a los pies del Monte de la Cruz.
Entre nuestras preferidas, por el marco geográfico en el que se enclavan y por la historia que encierran entre sus muros, están también las ventas de Tempul y Puerto de Gáliz, el ventorrillo de Las Cañillas y la venta de la Junta de los Ríos. La de Tempul, próxima al manantial del mismo nombre, se enclava desde mediados del siglo pasado en un edificio colindante con la Casa de las Aguas que vino a sustituir al del antiguo ventorrillo, situado al otro lado de la carretera y cuyas estancias presentan en la actualidad estado ruinoso. Con la de Puerto de Gáliz sucede algo parecido. Situada en un cruce de caminos serranos vino también a tomar el relevo de un antiguo ventorrillo del siglo XIX cuyas ruinas aún se mantienen en pie junto al Peñón de Ballesteros, frente a la venta actual de mediados del siglo XX. Hace apenas 20 años, aún se mantenía abierta por su último ocupante, el entrañable y recordado "Juan el Igualeja" y Catalina, su mujer, que ofrecían café de pucherete en una modesta estancia, al pie de la chimenea, donde un curioso cartel alertaba al visitante: "Venta de Juan el Igualeja: el que tenga bulla que se vaya". El Ventorrillo de las Cañillas persiste todavía, junto al puente del mismo nombre en el río Hozgarganta y era parada obligada para los viajeros que desde el Puerto de Gáliz se dirigían a Jimena después de pasar por la Sauceda.
Para terminar dejamos la Venta de la Junta de los Ríos, una de nuestras favoritas, situada en la confluencia del Guadalete y el Majaceite, junto a los conocidos sifones del canal de la zona regable del Guadalcacín, las populares "morcillas". Esta venta, regentada desde 2001 por Juan Jesús Ramírez Alpresa, cumplió el pasado 2010 su primer centenario. La remodelación de sus instalaciones no ha hecho perder al local su antiguo encanto. A los servicios de bar y restaurante, se suman también los de tienda de recuerdos y de productos de artesanía. Cerámica, cacharros de barro, piezas de forja, cuchillera, objetos de madera y corcho pueden verse y admirarse en sus apretadas estanterías en las que lo mismo halamos una jaula para perdices que un esquilo, un búcaro, un dornillo, un cuchillo de Albacete, un taburete de corcho, una olla de porcelana de las antiguas… La venta cuenta también con una amplia muestra de vinos y aceites de localidades cercanas, de mieles, chacinas, dulces, legumbres, quesos, aceitunas… de manera que este rincón se nos antoja como el más completo expositor de productos de la tierra y donde, por un momento, nos transportamos a aquellas antiguas ventas que salpicaban los caminos y carreteras formando parte, como ahora, del paisaje de nuestra memoria.
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