Vinoble huele a tierra albariza

XII Salón de los Vinos Nobles

Willy Pérez y Ramiro Ibáñez cierran su trilogía de los nuevos jereces con la cata y el anuncio de la publicación del libro dedicado al 'nuevo renacimiento' de la albariza

Los nuevos blancos del Marco ganan presencia en el Salón, donde se echa en falta más presencia internacional entre los expositores

Imágenes del segundo día de Vinoble

Willy Pérez y Ramiro Ibáñez, durante la cata 'Albariza, un nuevo renacimiento' en la Mezquita.
Willy Pérez y Ramiro Ibáñez, durante la cata 'Albariza, un nuevo renacimiento' en la Mezquita. / Manuel Aranda

La historiografía contemporánea del vino de Jerez estaba un poco huérfana hasta el 80 aniversario de la Denominación de Origen, allá por 2015 y cuyo congreso científico permitió, en cierta medida, cubrir esa etapa de la historia reciente de los jereces, una historia líquida de la que apenas había constancia por escrito.

Unos años antes, dos jóvenes enólogos con grandes inquietudes iniciaron lo que un afamado crítico de vinos español acertó en llamar la ‘revolución silenciosa del jerez’, el germen de los nuevos vinos del Marco, una mirada atrás que reproduce aquellos jereces y vinos de pasto sin fortificar que se elaboraban en Jerez en el siglo XIX, cuando el terruño, la viña y los pagos lo eran todo, antes de la irrupción del sistema de criaderas y soleras con el que la bodega cobró todo el protagonismo.

Inspirados en parte por el trabajo iniciado por Equipo Navazos, Willy Pérez y Ramiro Ibáñez (Bodegas Luis Pérez, Cota 45 y De la Riva) iniciaron un camino que discurre en paralelo a la tercera fase de la revisión de los jereces, la del ‘nuevo renacimiento’ de la tierra albariza, que da nombre a su cata de este lunes en Vinoble y al libro, fruto del profundo trabajo de investigación desarrollado por ambos en todos estos años, publicación que verá la luz en 2025. Vaya por delante que para estos dos ‘revolucionarios’, la cata bienal en Vinoble es la más importante de todas, y son muchas, las que protagonizan cada año.

El anuncio de la publicación del libro era la sorpresa que le tenían deparada a los asistentes a la cata celebrada en la Mezquita del Alcázar, la tercera de esta pareja de inquietos enólogos en Vinoble -hubo una cuarta, ‘El Marco de Jerez, nuevas avenidas sobre tierras milenarias’, pero en conjunto con otros elaboradores. Se cierra así esta trilogía de la albariza iniciada hace seis años: la primera cata la dedicaron al terruño y los pagos; la segunda al canon que crean los seres humanos, que dan identidad al ter y esta tercera les ha servido para hacer una retrospectiva a través de ocho de sus vinos de cómo ha cambiado sus vidas (Blandura 2021, La Riva Manzanilla Miraflores Alta, La Riva Fino Macharnudo, Villamarta 2014, Agostado 2017, Barajuela Cortado 2017, UBE Caserío de Miraflores y La Riva San Cayetano).

Samuel Tinon, pequeño productor de vinos húngaro en el stand de Tokaj.
Samuel Tinon, pequeño productor de vinos húngaro en el stand de Tokaj. / Manuel Aranda

Willy Pérez detalla, a modo de resumen, que “el vino es el camino para saciar esa sed de conocimientos” que les impulsó hace unos 15 años a emprender este viaje iniciático, de “conexión con la tierra”, desde “humildad” y en el que “te das cuenta de que somos un eslabón más, porque en el vino hay mucha ciencia, pero hacemos los vinos igual que como los describía Columela”.

Los vinos también son en este caso el medio que justifica el fin, la publicación del libro que cuenta esa historia reciente que bebe del pasado, los vinos que han cambiado las vidas de los ideólogos de la nueva corriente de vinos de pasto del Marco, que ganan presencia en un Vinoble en el que entraron casi de puntillas.

Seis años después, nada más hay que ver cómo está el stand en el patio de San Fernando de Territorio Albariza, la asociación que agrupa a los elaboradores de los blancos sin fortificar del Marco de Jerez (Bodegas Luis Pérez, Cota 45, Gómez Besser, Muchada Leclapart, Callejuela, Forlong y San Francisco Javier), también presentes a escasos metros del anterior en el espacio que ocupa Santiago Jordi con sus añadas de Patrick Murphy o en el de la Unión de Vinificadores Artesanos en el patio de El Molino. A modo de curiosidad, tomen nota del empuje de los espumosos del Marco, presentes en El Alcázar.

Prueben, si no, a robarle unos minutos a Willy Pérez dentro del Alcázar. Tarea imposible. Ayer se acercó un momento a dejar una caja de vino en el stand y lo retuvieron tres cuartos de hora, sin contar el tiempo añadido de los que lo paran para saludarle como si fuera una estrella de rock. Así que ponemos en marcha el plan ‘b’, salir de Vinoble y sentarnos en un banco de la Alameda Vieja para evitar interrupciones, el mejor momento en unas jornadas de mucho ajetreo, incluida la fiesta preVinoble de Territorio Albariza y la consiguiente resaca, según nos confesó el propio Pérez.

Los blancos del Marco ganan presencia en el Salón, en el que se sigue echando en falta más presencia de vinos foráneos entre los expositores, no así en las catas, donde cuentan con más protagonismo. El presidente del Consejo Regulador, César Saldaña, a cargo este año de la organización de Vinoble, dejó entrever en la rueda de prensa de presentación que el refuerzo de esta presencia internacional es quizás la asignatura pendiente o el objetivo para próximas ediciones por la premura de tiempo este año para cubrir este déficit.

Asistentes a una de las sesiones en el Espacio Enogastronómico del patio de San Fernando en el Alcázar.
Asistentes a una de las sesiones en el Espacio Enogastronómico del patio de San Fernando en el Alcázar. / Manuel Aranda

En la presente edición, la duodécima, se puede disfrutar de los Tokaj húngaros, ya se sabe, ‘el vino de reyes y el rey de los vinos’ ligado a Vinoble desde sus inicios, aunque tímidamente representados por dos pequeños elaboradores en el patio de El Molino, entre ellos Samuel Timon, que nos deleita con dos Tokaji Aszu de cinco y seis puttonyos -cuantos más puttonyos o capachos de uva con botrytis seleccionada a mano, mejor-. Tinon, que no sale de su asombro con el registro de la marca Sherry Cask para las botas envinadas con jerez cuando en Hungría la pelea es por acabar con una práctica que consideran un sacrilegio, nos sorprende con un vino seco húngaro criado bajo velo de flor, más próximo al estilo del vino amarillo de la región francesa de Jura que a los vinos de crianza biológica del Marco de Jerez.

En el mismo patio de El Molino, que concentra a la práctica totalidad de la legión extranjera -vinos de Canadá, que cuenta con su propio stand, y vinos del Nuevo Mundo (Nueva Zelanda, Argentina, Chile…), agrupados por el expositor Grupo Meddis- el comisario del Instituto Regionale del Vino e dell’Olio de Sicilia, Giovanni Cucchiara, nos invita a pasear por los viñedos de la región italiana con un blanco seco y uno dulce de Marsala, para rematar la faena con un vino de la DOC Passito de Pantellería, una delicia elaborada con uva pasificada durante un mes y detrás de la que intuimos que está la mano de Juancho Asenjo, apasionado de estos vinos y asesor de Vinoble, que clausurará este martes con la cata ‘La Gran Venecia’, en la que combinará vinos italianos con referencias de Eslovenía, Croacia, Gracia y Chipre.

Poco más da de sí una mañana en Vinoble, que ya es bastante, pero hay que apurar las últimas horas, pues igual que tarda dos años en volver, los tres días de duración se pasan en un suspiro, aunque aprieta el calor, algo por otra parte que forma ya parte del ADN de Vinoble.

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