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175 años de constancia

La breve historia de un siglo y tres cuartos de González Byass · Retrato de familia con una bodega al fondo

175 años de constancia
Juan Pedro Simó

04 de julio 2010 - 18:16

Todo comenzó en 1835 y, cómo no, con el vino. Aquel pipiolo hijo de un Guardia de Corps del Rey, Francisco González Viana, que fue destinado a Sanlúcar por su fama de donjuán, trabajaba en una modesta casa de comercio que nunca le convenció. Era el menor de siete hermanos del matrimonio entre Francisco y Rosario Ángel y Vargas. Se le impuso el nombre de Manuel María González Ángel (Sanlúcar, 1812-Jerez, 1887), un enorme emprendedor para su tiempo que forjó todo un emporio que ha llegado hasta hoy día bajo el mando familiar. No debería sobrarle dinerillo cuando Manuel María pretendió a Victorina de Soto y Lavaggi. Su padre era Pedro Nolasco de Soto y Araco, con importantísimos negocios de exportación e importación en Cádiz. Manuel María cortejaba a Victorina, pero su padre se oponía a la relación. Le echaron a los perros y cubos de agua para persuadirle, pero finalmente le vieron con buenos ojos cuando sus negocios comenzaron a florecer. Manuel María (MM a partir de ahora) y Victorina casaron. Victorina le dio nueve hijos: Victoria, Emilia, Josefa, Dolores, Manuel Críspulo, Pedro Nolasco, Gabriel, Luisa y Ricardo. Un buen día, MM, hombre inteligente y con muy buen ojo para los negocios, decidió actuar por su cuenta. Y se decidió por exportar vinos. “Trabajo para ser muy pronto rico, pero si no lo logro me llevaré un gran chasco”.

Cuando contaba con sólo 23 años, hace su primer embarque: Diez botas de vino que viajaron a Inglaterra. Un año después, fueron 62. Estaba entusiasmado: “No encuentro negocio más bonito que los vinos y a él me voy a dedicar”. Para eso necesitaba dinero. O socios. Encontró socios, Juan Bautista Dubosc y Francisco Gutiérrez de Agüera y se llamó entonces la sociedad ‘González & Dubosc’. Aquello prosperó. Y MM comenzó a comprar terreno en la zona próxima a la Catedral jerezana todo lo que se le puso por delante, poniendo los cimientos de la futura bodega, la Casa.

En 1844, el equipo de trabajo funciona. MM se ocupa de todo desde Jerez. Dubosc viaja por toda Inglaterra e Irlanda y un tal Robert Blake Byass, futuro socio junto a González, realiza una importante labor de agente en Londres. González saca al mercado su primer brandy, compra sus primeras viñas y se inaugura la bodega ‘La Constancia’. De trabajo, constancia. Así era MM, un hombre laborioso y de una enorme tenacidad.

EL ‘TíO PEPE’. La bodega va viento en popa. Tanto éxito sin saber nada de vinos parecía un milagro. Hubo un personaje detrás: José Ángel de la Peña, tío de Manuel María, que le inició en el conocimiento del vino y del negocio. En compensación, MM regaló a su consejero una pequeña bodeguita para que criara a su gusto un vino fino. José Ángel hizo lo que le pidió y sólo exigió que le diera las llaves para entrar y salir a su antojo. Algún tiempo después, Byass envió a Londres varios lotes como muestra y los resultados fueron excelentes. Tan eficaz fue su acogida entre los consumidores que el propio MM se acercó un día a la bodeguita de su tío para escribir en una de sus botas: ‘Solera Tío Pepe’. Hay, por tanto, un ‘Tío Pepe’ de carne y hueso. Así fue la pequeña historia del nacimiento del fino más universal de González Byass.

AQUELLOS TIEMPOS. Con pocos años frente al negocio, MM se convierte en ‘capitán de empresa’, el conquistador, organizador y negociador, un hombre con capacidad de decisión que forja el espíritu de empresa que, unido a un espíritu burgués, constituye la esencia del espíritu capitalista. Al igual que muchos bodegueros foráneos, aventureros extranjeros o no que recalan en Jerez atraídos por el negocio del vino, MM cumple con los cánones del próspero empresario de la época: fidelidad mutua entre bodegueros con sólo el compromiso verbal, construcción de grandes residencias familiares, dedicación a las obras caritativas (o el buen uso de la riqueza) y, por supuesto, la formación de una gran familia, donde prima la endogamia para asegurar la continuidad en la obra iniciada. Un inglés, Julian Jeffs, escribe sobre las familias bodegueras que “todo el mundo está emparentado, por lo menos por matrimonios, por lo que el árbol genealógico de Jerez se parecería a un laberinto si alguien tuviese la perseverancia de intentar solucionarlo”.

Una de las primeras grandes alianzas es la de González y Domecq, que luego se diversificaría en cinco ramas familiares, lo que llevó a decir que “hablar, lo que se dice hablar, en Jerez los Domecq sólo hablan con los González. Y a lo mejor, los González sólo hablan con Dios”. Además las extraordinarias relaciones comerciales con Inglaterra, se convierten en signo de distinción. La caza, la hípica o deportes como el polo se imponen en la ciudad. Los hijos con posibles son mandados a estudiar en universidades británicas. Dice Julian Jeffs que “todo lo extranjero hacía furor en Jerez. Los jerezanos, luciendo sombreros de Lock y con trajes de Savile Row, iban en carruajes ingleses a los banquetes preparados por jefes de cocina franceses”.

LA FAMILIA. La familia era importante, como se ha dicho. González ha mantenido hasta ahora su intención de que el negocio sea siempre familiar. Sin embargo, por entonces, la vida sigue y, con ella, la empresa, que pasa a denominarse ‘González Byass’, dando entrada al socio inglés. Esta alianza durará hasta 1988. Empiezan las obras faraónicas: Se construye en 1865 el palacete de la calle Larga, se compra la residencia de El Altillo para solaz de la familia en época veraniega y, entre un sinfín de más cosas, se levanta la emblemática bodega de La Concha, atribuida a Eiffel. Antes de morir, MM congregó a toda su familia para celebrar el santo de su mujer Victorina. Fue en El Altillo, la parte más alta de la ciudad, que adquirió en 1846, y que ahora ocupa en usufructo Blanca de la Quintana González, la última de las siete hermanas conocidas por las ‘niñas de El Altillo”.

LA DIVERSIFICACIÓN. El desembarco de la segunda generación de la compañía, en 1870, con Pedro Nolasco y Manuel Críspulo González Soto, abre una larga y tranquila época de expansión, salpicada por algunos brotes de crisis en el consumo que González logra sortear. Se suceden las visitas reales, se incorporan los primeros avances tecnológicos, Luis Pérez Solero crea el logo del ‘Tío Pepe’, comienza a comercializarse el brandy ‘Soberano’ y se registra la marca ‘Lepanto’.

La búsqueda de nuevos mercados les hizo entrar también en los licores hasta que en 1982, con la compra de las riojanas Bodegas Beronia, prueban suerte con éxito en el mercado de los vinos de mesa. Tras Beronia y, algo después, el Finca Constancia, entran en el ámbito del cava con Cava Vilarnau, lanza el ‘Finca Moncloa’, hasta culminar este proceso inversor con la compra de Viñas del Vero, de la denominación de origen Somontano.

En la actualidad, los vinos de Jerez suponen el 27% del grupo, brandies y licores aportan un 30% y el vino de mesa, el 43% restante, “que supone el área de mayor crecimiento”, dice Pedro Revuelta, vicepresidente y consejero delegado de la compañía y, por ende, miembro de la quinta generación de la familia. En su último ejercicio fiscal, la bodega comercializó 2,62 millones de cajas (equivalente a 31,52 millones de botellas), con una facturación de 161 millones de euros. González Byass está, actualmente, entre las diez mayores bodegas españolas.

...YDOÑANA. Familia tan extensa, educada bajo las exquisitas y rígidas costumbres inglesas, dio un puñado de personajes singulares y polifacéticos, que alternaron su labor en la bodega con sus aficiones personales. Uno de esos principios fue el de la defensa de la naturaleza, en la que se han volcado de forma importante las dos últimas generaciones de la familia.

Pedro Nolasco González Gordon, marqués de Torresoto, era un asiduo del Coto Doñana desde 1897 en que, junto con los naturalistas Chapman y Buck, adquirió los derechos de caza en aquél paraíso agreste. En 1940, su hijo Manuel María González Gordon, otro personaje al que, paradójicamente, unos sorbitos de vino le salvaron la vida siendo un bebé, junto con dos amigos, adquiere 17.000 hectáreas en Doñana, donde su nieto Mauricio, en la década de los sesenta, acompaña a una serie de expediciones científicas que fueron el germen de la creación de Doñana como Parque Natural.

Mauricio González Gordon, marqués de Bonanza, es enólogo, un gran enólogo. También ornitólogo y uno de esos primeros ecologistas que, contradiciendo los planes del franquismo de hacer de Doñana zona urbanizable en el litoral y una plantación de eucaliptos para la fabricación de caucho, contribuyeron a ser de Doñana lo que es ahora. Mauricio cuenta con 86 años. Es, por tanto, miembro de la cuarta generación. Su padre Manuel María falleció con 94 y su abuelo a los 97. El vino alarga la vida pero tanta longevidad extraña. Un día se le preguntó esto a Mauricio y así contestó:“Perico, primo hermano mío, vive en Madrid y cumple ahora los 97. Su mujer tiene 94. Cada día, se toman entre los dos una botella de ‘Tío Pepe’; media él, media ella”.

Era el vino. Qué será lo que tiene el vino.

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