El barril de Amontillado
El cuento de Edgar Allan Poe ayudó a conocer y difundir el vino de Jerez en el mercado estadounidense

"Lo mejor que pude había soportado las mil injurias de Fortunato. Pero, cuando llegó el insulto, juré vengarme. Ustedes, que conocen tan bien la naturaleza de mi carácter, no llegarán a suponer, no obstante, que pronunciara la menor palabra con respecto a mi propósito. A la larga, yo sería vengado..."
('El barril de amontillado' (1846), de Edgar Allan Poe)
El cuento del genio del terror y suspense no es un cuento cualquiera. Es importante porque: Su lectura es deliciosa, en momentos tétrica, como muchas de sus pequeñas narraciones; porque su influencia entre los posteriores literatos norteamericanos fue profusa y llegó hasta la música, el arte, el cine y la televisión y, por fin, porque nos servirá para echar un vistazo en el tiempo a la génesis del negocio de la vinatería jerezana en el incipiente mercado estadounidense, asunto no muy conocido.
'El barril de amontillado' es la historia de la venganza más atroz, uno de los relatos más crueles del 'escritor de sombras': Montresor planea vengarse de su amigo Fortunato por una injuria que Poe no llega a aclarar. Una tarde, en plena locura de Carnaval -lo que hace suponer que la acción se desarrolla en Venecia-, se encuentra con Fortunato, totalmente ebrio, que lucía un disfraz de payaso que coronaba su cabeza con un sombrerillo cómico de cascabeles. Montresor aprovecha la situación y comenta al amigo que ha recibido un barril de algo que llaman amontillado, pero que tiene dudas.
Fortunato pide entonces a Montresor acudir a sus bodegas pero cae en la trampa de solicitar su talento de catador para verificar si se trata de amontillado. A pesar de sufrir de tos, Fortunato decide bajar a las húmedas bodegas de vino, que se encuentran en las catacumbas del palazzo del narrador. A medida que atraviesan la enorme cueva, catacumbas y bodega, embriaga aún más a Fortunato con vino francés médoc, lo que le permite encadenarlo dentro de una cripta con filtraciones salitrosas, donde tapia la entrada con piedras, ladrillos y restos de osamentas, emparedando a Fortunato. Ni aun los gritos de su amigo, disuadirán a Montresor de consumar su venganza. No había ninguna bota de amontillado, esa fue la mentira que despertó la curiosidad de Fortunato, que desaparece de la sociedad por el castigo de Montresor.
En toda esta historia hay un antes y un después. Los datos que se manejan son pocos, aunque José Luis Jiménez consiguió tirar del hilo y poner en pie la importancia del relato de Poe en la difusión de los vinos de Jerez en tierras americanas. Ha participado en tres congresos internacionales sobre la figura del poeta e invitado a la Universidad de Villanova, en Filadelfia, donde asombró al auditorio con la charla 'Before and after of The cask of Amontillado'. De él tiraremos.
Dos siglos antes de que Edgar llegara al mundo, el navío Mayflower partía desde Southampton y atracaba en 1620 en las costas de Massachussets. El Mayflower era un viejo barco que se utilizaba para transportar botas de jerez desde España a Inglaterra. Llevaba ahora a unos singulares pasajeros: Eran los 'pilgrim fathers', o padres puritanos, o los padres peregrinos si se quiere, tocados con sus altos sombreros y llamativos cinturones, que huían con pavor de las persecuciones religiosas y de la inestabilidad política en las islas británicas.
Aquellos hombres que abrazaban la Biblia y defendían a pie juntillas la autoridad suprema de Dios sobre los asuntos humanos fundarán Nueva Inglaterra, pero también deberán de adaptarse con rapidez a una vida bien diferente en el Nuevo Continente. Uno de los problemas más antipáticos era el del clima, el fuerte frío de la costa este, bien diferente al de su procedencia. Para combatirlo, de abrazarse a la Biblia, los puritanos dejaron moralismos a un lado y no dudaron en abrazarse al jerez. Los padres peregrinos acostumbraban a consumir jerez en bautizos, bodas o funerales. Se llamaba el sack-posset, una receta que traían bajo el brazo desde Inglaterra. El sack-posset era una especie de combinado caliente con crema, jerez, especies y yemas de huevo y si hay que buscarle algo parecido, diremos que es una variante de nuestro famoso candié.
Un puñado de ilustres hicieron posible documentar el consumo del sack-posset: Un juez de Boston habla en su diario de su presencia en una boda de amigos y el gobernador de Virginia, ya en 1623, estableció controles sobre los precios de los vinos, caso del sherry sack. Otro más conocido, primer presidente de los Estados Unidos, George Washington, fue un gran aficionado al jerez añadiéndolo a su egg-nog, una especia de ponche que acostumbraban a beber en Navidad.
Y otro presidente, el cuarto, Thomas Jefferson, también se pirraba por el jerez. Se convirtió en un gran experto en vinos, que recibía de su cónsul en Cádiz, Joseph Iznardi. Jefferson le advierte: "Si se diera el caso que no tuviera medios para conseguirlo (el jerez), sería una privación diaria que sentiría".
Y algo después, otro americano, escritor y diplomático, Washington Irvin, eligió en 1828 El Puerto para pasar el verano. Cierto día, hizo una visita a las bodegas Domecq. Tan impresionado salió el hombre que luego escribió: "Dios quiera que pudiera vivir todo el tiempo para beber todo este vino y estar siempre alegre como él pueda ponerme".
Se supo luego que el comercio se intensificó en la costa este americana y el jerez se bebía más y más: En marzo de 1794 el buque americano Helena embarca en Cádiz y se provee de corcho, sal, oliva y jerez para llevar a Boston. Y un grupo de escritores norteamericanos anteriores a Poe ya hacían referencias al jerez en sus obras. Es el caso de Fenimore Cooper o Nathaniel Hawthorne.
La vida de Poe no fue una vida fácil. Trató de convertirse en el primer escritor estadounidense de renombre que intentó hacer de la escritura su modus vivendi, y eso tuvo para él lamentables consecuencias. Vivió y trabajó en Boston, Richmond, Filadelfia y Baltimore, en cuyos puertos tuvo de seguro la oportunidad de conocer bien el comercio y consumo de los vinos de Jerez. Y, por si eso fuera poco, estudió español y se interesó por nuestra cultura. Ya en 1835, once años antes de escribir 'El barril de Amontillado', ya menciona este tipo de jerez en su cuento 'Lionizing'.
Poe acabó desheredado y con su mujer muerta de una tubercolosis. Con tan sólo cuarenta años, el autor se encontró con la muerte. No se sabe con certeza el motivo, pero lo más probable es que se debiera al abuso del alcohol. El tío se echaba al coleto todo lo que se le ponía por delante: Las cogía del quince con absenta, bourbon, whisky o sherry. Entretanto, el jerez seguía dando pasos de gigante en Norteamérica. De la costa este, el consumo se expande al oeste por la influencia española y mexicana.
LA HERENCIA DE POE
Pero no quitemos mérito a este hombre, que se convirtió en uno de los mejores 'embajadores del jerez' en su país con el relato de marras. Escritores americanos posteriores a Poe harán referencia al amontillado en sus obras: La poetisa Emily Dickinson escribió en 1862 un poema describiéndose a ella misma: "...and my eyes, like the sherry in the glass that the guest leaves". Lo hace también Sophie Treawell, John Dos Passos, Raymond Charler, Patricia Highsmith, William Styron en 'La decisión de Sophie' o Anna Rice en 'La fiesta de todos los santos' amén de otro buen número de autores. Otros, los especialistas en la literatura de ciencia-ficción, homenajearán en sus obras a Poe y a su relato, como así hicieron Asimov o Ben Bova.
Y hay un extenso poema de Thomas Bailey Aldrich de 1890 en una de cuyas estrofas dice: "...all that´s merry/ Rise to touch the lip/ In Amontillado sherry".
Jerez había conseguido expandir su negocio en un mercado desconocido sin gastarse un solo duro. Luego, como un tsunami, el fenómeno alcanzó a las otras artes: A la pantalla se ha llevado el relato en diez ocasiones, tres de ellas Roger Corman; más recientemente, el músico Alan Parsons dedicó un tema a 'The cask of Amontillado' en su trabajo 'Tales of Mistery and Imagination'. La lista es larga: Ell mundo del cómic también lo versionó, caso del 'Classic Illustrated' de 1951 o en 'Creepy' de Goodwin y Crandall. Otra legión de artistas han ilustrado las ediciones de 'El barril de Amontillado', que ha llegado hasta las series televisivas: 'Historias para no dormir', que introduce en su versión argentina la figura de una mujer infiel ahogada en la bota de vino, 'CSI Las Vegas', 'Colombo' o los mismísimos Simpson, donde se ve a Homer leyendo las obras de Poe junto a una pequeña bota de amontillado.
Jerez recuerda desde hace años a Edgar Allan Poe -por iniciativa del Cine-Club Popular- con una calle rotulada a su nombre junto a Santa Ana, borrando del callejero el nombre del falangista Joaquín Bernal, por su difusión en medio mundo de ese elegante y delicioso líquido color ámbar que se ha conocido y siempre se conocerá por el amontillado de Jerez.
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