Del bombo y boato de hace cinco años a la desidia absoluta de hoy en día

Después de muchos meses de obras y de polémicas, que incluso motivaron el cierre de sus instalaciones, el 24 de febrero de 2005 se inauguraba el remozado complejo museístico de La Atalaya. Se hizo con todo boato, con la presencia de numerosas caras conocidas de la vida política, social y cultural de Jerez y otras tantas provinciales y autonómicas. Aquel día, la alcaldesa, Pilar Sánchez, afirmaba eufórica que los museos se enmarcaban en “la milla turística de Jerez”, a la vez que señalaba tajante que el dinero invertido en el complejo “se rentabilizará de inmediato”.

Cinco años después, La Atalaya se encuentra en su peor momento. Los visitantes llegan a cuenta gotas a unas instalaciones que sólo lucen sus mejores galas cuando hay eventos importantes, como el foro mundial sobre seguridad que se desarrolló el pasado mes de noviembre, y otros de menor entidad, como el celebrado el 22 de julio, con la elección de miss y mister Jerez Centro Comercial. De hecho, para la celebración de este acto se contrató a una empresa malagueña de jardinería para que adecentara un poco los jardines. Desde entonces, nadie ha podado una sola planta y se da por hecho que hasta que no se celebre el próximo evento o la próxima boda, no se le meterá algo de mano a las instalaciones.

Todo ello no hace más que acrecentar el temor de los trabajadores, que a día de hoy no saben con certeza cuál va a ser el futuro que les depara tanto a ellos como al rico patrimonio que atesoran las instalaciones, que hay que recordar que no son sólo relojes, sino también cuadros y bastones de época.

Después de poderse financiar en su día las obras de remodelación (más de 8 millones de euros) con la venta de un hotel en Torremolinos propiedad de la Fundación que clareaba un cielo plagado de nubarrones, éstos no sólo han vuelto, sino que amenazan ahora con descargar una lluvia de proporciones bíblicas.