Un Fino anónimo
El botellero del Diario
Podríamos volver, ver el cielo despejado de primera hora y caer en la cuenta de que hay días con radiante claridad que le hallan a uno. Empezar bordeando Dulce Nombre de Maria hasta subir al Castillo de Macharnudo y alcanzar el punto más alto de la campiña donde el Santo le habla a los vientos y le indica con su mano como deben cuidar sus viñas.
Podría ser que fuéramos a un lugar donde no nos pudieran encontrar, donde nos estemos vinculado lentamente y que esta vez fue en el pago de Carrrascal, a donde llegamos serpenteando por majuelos como el Notario y San Cayetano.
Allí están viñas únicas como la Perla, Canariera, Romano, el Castillo y el Corregidor y las excelentes conversaciones de Jaime con Gabriel cuando cae la tarde, que yo escucho mientras escribo en mi cabeza. Que primero van las brevas en estos terruños diversos y precisos, después vendrán los higos mientras tomamos una copa al atardecer dichosos de compartirla.
También podría contar que de viñas vendimiadas a opiniones recogidas, que por estos lares a alguno le gusta sugerir el precio al que se debe pagar la uva, arrogándose que ese justiprecio le va a bien al agricultor, y este agricultor, que lleva años de esfuerzo, de mirar al cielo y al suelo, y a su bolsillo, seguro que no entiende nada….¿sin esa uva donde estaría el vino?…cuando olvidamos el origen damos pasos en falso y si existe una zona en el orbe donde se debería valorar es aquí , en esta campiña gaditana donde podemos juntar el sol, el cielo y el mar y embotellarlo. De verdad que no hay otra.
Pero venga, va, vuelvo de la viña y me llevo de regreso este anónimo fino procedente de una de esas bellas viñas de Carrascal que destila envergadura y finura a la par, que lo que más nos gusta son esas pequeñas historias de vinos prístinos y auténticos, que nacen de terruños escondidos que no están a la vista de todos. Vinos familiares que por suerte llevamos a nuestro botellero y que te cuentan al oído que con buenas uvas buenos vinos se hacen.
El tiempo entre viñas y el tiempo entre copas me recuerda aquella frase de Pessoa que decía, “para ser feliz es preciso no saberlo”. Ni queremos.
¿Saben otra cosa? Nos quedan muchas botellas por abrir. Nos vemos pronto
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