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Del 'british sherry' al 'american sherry'

50 aniversario del 'pleito del sherry'

EEUU es el principal peligro para la defensa del origen de los grandes vinos europeos. El Consejo analiza los principales retos para el jerez.

De izquierda a derecha, César Saldaña, Charles Goemaere, David Sills, Beltrán Domecq y Juan Luis Bretón, ayer en la bodega de San Ginés en el acto conmemorativo de los 50 años del 'sherry case'. / Vanesa Lobo
Á. Espejo

26 de julio 2017 - 09:07

Jerez/David Sills participó activamente en el conocido como el 'pleito del sherry' o 'sherry case' como pasante del bufete que defendió los intereses de los principales bodegueros jerezanos en los años sesenta frente a los elaboradores en Reino Unido del 'british sherry'. Charles Goemaere es un gran conocedor de las dificultades a las que se enfrentan las denominaciones de origen europeas en la protección del nombre y el origen en todo el mundo como máximo responsable de la defensa de Champagne. Ambos fueron ayer los invitados de excepción a la mesa redonda sobre 'La defensa de la identidad. Garantía de origen' con la que el Consejo Regulador abrió ayer los actos del 50 aniversario de la promulgación de la sentencia del histórico proceso, cuyos efectos tardaron en materializarse, pero que marcó un antes y un después en la lucha del Consejo Regulador para la protección de la Denominación de Origen.

Junto a ellos, la mesa redonda contó con la participación del ex director de Fedejerez, Juan Luis Bretón, y el director del Consejo Regulador, César Saldaña, quienes alimentaron el debate con sus impresiones y opiniones sobre el 'sherry case' y sobre la situación actual de la protección de la Denominación del jerez en el mundo, labor en la que cuenta con Champagne como uno de sus grandes aliados.

Pese a que los efectos del 'sherry case' tardaron en materializarse de forma satisfactoria para los intereses de los bodegueros jerezanos, aquel proceso abrió la puerta a las acciones de defensa emprendidas con posterioridad por el jerez. En palabras de Saldaña, fue la primera victoria en la larga batalla que aún perdura y que tiene muchos frentes abiertos en la actualidad, el principal, el de Estados Unidos, el gran reto para las más valiosas denominaciones de origen europeas que sufren la competencia desleal de productores locales con el beneplácito de las autoridades americanas.

Sólo una de cada ocho botellas de sherry vendidas en Estados Unidos en la actualidad es originaria de Jerez, que tiene en el 'californian sherry', del que se comercializan anualmente 1,3 millones de cajas de nueve litros, a su principal enemigo, indicó César Saldaña.

En el año 2006, la UE y EEUU firmaron el Wine Accord, que nació cojo, ya que las autoridades de aquel país se comprometieron a proteger las DDOO europeas a excepción de los 17 vinos considerados semigenéricos, entre ellos Jerez, Champagne, Porto, Chablis..., lo que permitía a la industria local americana seguir elaborando sucedáneos de estos vinos.

Tras el fracaso del Wine Accord, en el que estaba previsto una segunda ronda que nunca se llegó a celebrar, se abrió una nueva puerta con el Tratado Transatlántico de Comercio e Inversiones (TTIP), con también se fue al traste tras la llegada de Donald Trump a la presidencia de EEUU.

A partir de entonces, las tres denominaciones de origen históricas europeas, Jerez, Champagne y Oporto, cogieron las riendas para crear una coalición para la protección del origen a la que se unieron las principales regiones vinícolas norteamericanas -Nappa Valley, Sonoma...-. La alianza nació con ocho miembros y cuenta ya con 23 regiones de vinos de calidad adscritas y su mensaje hace hincapié en que las DDOO no sólo protegen el origen de los vinos, sino que también es un buen sistema para proteger a los consumidores.

César Saldaña y Charles Goemaere han compartido muchas de las acciones llevadas a cabo por esta gran coalición del vino, entre otros motivos porque a Jerez y Champagne les unen tanto su voluntad de proteger el nombre, el origen y la identidad de sus vinos, como otros lazos históricos que tienen que ver con el parecido de sus tierras albarizas, su cultura...

Según el máximo responsable de la defensa del espumoso francés en los mercados internacionales, si en el mundo del vino hay fraternidad, aún la hay más entre Jerez y Champagne. Y ese espíritu fraternal, del que también participa Oporto, es contagioso, pues sus redes se extienden por todo el mundo, donde el trabajo de la UE y de las DDOO ha permitido poner ya fin a muchos sucedáneos en multitud de países, aunque aún queden algunos que se resisten.

Protagonistas

David Sills. El pasante del 'pleito del Sherry'

"El 'sherry case' es válido ahora y también lo será tras el Brexit"

Charles Goemaere. El defensor del Champagne

"El país con más imitaciones del Champagne es la propia Francia"

david Sills guarda gratos recuerdos del 'sherry case', proceso que marcó su vida laboral, dedicada a partir de entonces por completo a la defensa de la protección de las denominaciones de origen. Este procurador de la Corte Suprema de Inglaterra y Gales y socio del bufete que defendió a los bodegueros jerezanos en el ‘pleito del sherry’ recuerda el alto nivel de sus clientes jerezanos –Manuel María González Gordon, Ignacio Domecq, Charles Williams, Ian Mckenzie y Ramiro Fernández Gao–, su temperamento y su entusiasmo, de los que confiesa que se contagió.

Sills, por entonces un joven aprendiz del bufete británico contratado por los exportadores jerezanos, se enamoró del concepto de la protección de las Denominaciones de Origen en parte gracias al jerez, en parte también al Champagne, que defendieron en un caso en La India que, según explica Charles Goemaere, máximo responsable en la actualidad de la defensa del espumoso francés en el mundo, tardó en resolverse 25 años, pero se solucionó al fin y al cabo.

La eficaz labor en la defensa de los intereses jerez y champagne por parte del bufete de abogados británico del que acabó siendo socio Sills provocó que otras denominaciones contrataran sus servicios, especializándose en la materia. “Y ha sido una vida muy agradable”, señala el letrado inglés, invitado por el consejo junto a Goemaere a los actos conmemorativos del 50 aniversario del ‘pleito del sherry’.

Británico y francés tienen opiniones dispares sobre los motivos de la tardanza que rodea a la resolución de este tipo de conflictos. Sills, en tono irónico, señala que, “como decimos en Inglaterra, las leyes van despacio, pero seguras”, pero lo atribuye, ya en serio, a la dificultad de cambiar la percepción de los consumidores, de lo que se trata en el fondo. Para su homólogo francés, el problema radica en que el concepto de las DDOO no está bien establecido en las leyes de los distintos países, por lo que requiere mucho trabajo y mucho debate.

Pero la situación ha cambiado “radicalmente y para bien” desde los años sesenta a la actualidad, indica Goemaere, quien aclara en este sentido que las DDOO eran antes unas grandes desconocidas fuera de Europa, no así hoy día, que se ha extendido este conocimiento gracias al “trabajo colectivo” tanto de la industria como de las autoridades europeas.

Este trabajo conjunto, recuerda el responsable de Champagne, ha dado sus frutos a nivel institucional con acuerdos bilaterales en Sudáfrica, Australia, Canadá, Chile, Singapur o Vietnam, mientras que la industria ha hecho valer su criterio a través de litigios en La India, China, Panamá, países africanos, Malasia...

Estados Unidos y el bloque de países de la antigua URSS son, según Goemaere, el principal problema para la protección de las denominaciones de origen europeas, si bien David Sills puntualiza que también lo es la laxitud de las normas, pues aunque la Unión Europea elabore reglamentos precisos, siempre hay modificaciones y flecos que se prestan a múltiples interpretaciones, y “nunca se terminan de cerrar las cosas”.

El director de los Servicios Económicos y Legales del Comité Interprofesional de Vinos de Champagne (CIVC) rompe una lanza en favor de las instituciones europeas, pues aunque “siempre se critica su pasividad” en las negociaciones bilaterales con terceros países, en el caso del vino es “mucho más activa y positiva”. “Eso se debe a que la industria del vino está unida y tienen una voz única”, puntualiza.

El caso británico es muy distinto, pues “Inglaterra nunca ha sido un país productor y, ahora con el Brexit, lo vamos a tener que hacer todo de cero”, asegura el procurador inglés, quien deja entrever su desacuerdo con la salida del Reino Unido de la UE.

Tras el fracaso del Wine Accord con Estados Unidos, las denominaciones históricas europeas Jerez, Champagne y Oporto cogieron las riendas para emprender una campaña de protección del origen en Estados Unidos a la que se unieron algunas de las principales regiones vinícolas del país con la firma de la Declaración de Washington. Nació así la ‘Alianza para la protección del origen del vino’, cuyo objetivo, según el representante de Champagne, es persuadir de la importancia del respecto y el reconocimiento de la identidad de los vinos. “No se trata de que en todos los países tengan las mismas normas para regular este tema, sino de que todo el mundo respete los nombres, el origen de los vinos”.

Sobre la proliferación de Denominaciones de Origen en España y Europa, donde es fácil perder la cuenta de cuántas hay ya reconocidas, Goemaere no cree que se hayan bajado los requisitos, pero sí defiende que quizás sería mejor concentrarse en el registro de marcas privadas. En este sentido, señala que las DDOO son un corsé para los productores y no siempre responden a sus expectativas, pues “si no inviertes en promoción adecuadamente y generas demanda le complicas la vida a los que están acogidos a esa indicación de calidad, por lo que el sentido de la Denominación de Origen se pierde”.

David Sills elude pronunciarse sobre la capacidad de adaptación de las denominaciones históricas a los nuevos tiempos. “No soy político para pronunciarme”, desliza, no sin apuntar antes que ninguna norma, ni las comunitarias, ni las españolas ni la ley común inglesa es suficiente, por sí mismas, para garantizar la protección completa del origen, y alude a casos como el del ‘Dundee cake’ o la ‘vajilla china’ en los que el nombre se refiere a un estilo y no al origen, luego apostilla que es también un problema del lenguaje.

Charles Goemaere es más preciso al respecto, ya que señala que las denominaciones han dado sobradas muestras de su capacidad de cambiar para la mejora de la calidad, la adaptación al calentamiento global o para acercarse a los nuevos gustos de los consumidores. Y alude al caso del Champagne brut, que contiene entre 8 y 10 gramos de azúcar y que es heredero de los gustos por los vinos dulces de los rusos, donde el espumoso francés era muy popular a finales del siglo XIX. “Antes era Champagne y ahora sigue siendo champagne; lo que es importante es seguir reflejando la tipicidad y autenticidad del producto”.

Al margen de EEUU, es difícil predecir dónde surgirá el siguiente frente. Para el Champagne, el principal enemigo está en casa, ya que “es el país donde más imitaciones hay”, pero lo interpreta como algo normal, ya que “si promocionas un producto y genera demanda, valor añadido, corres el riesgo de que te imiten. La protección es la otra cara de la moneda de la promoción y eso es algo que Jerez y Champagne aprendieron de los primeros”, zanja.

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