Por el camino de Jerez a Arcos
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La alcantarilla del Salado: un viejo puente con siglos de historia
En En torno a Jerez nos gusta transitar por los carriles y cañadas de la campiña, por esos viejos y olvidados caminos en los que aún es posible descubrir algunos testimonios de la importancia que en tiempos pasados jugaron en las comunicaciones entre poblaciones cercanas. A sus orillas se instalaron antiguas ventas y casas de postas y, cuando su trazado se veía interrumpido por un arroyo, se habilitaban vados o se construían alcantarillas. La mayoría de estas últimas han ido desapareciendo a medida que la construcción de nuevas carreteras las iba sustituyendo por puentes más sólidos, cuando no caían arrastradas por las crecidas de los ríos y arroyos que cruzaban. Sin embargo, muchos de estos pequeños puentes han llegado hasta nuestros días y aún es posible encontrarlos, entre olvidados y perdidos, en aquellos parajes por los que un día discurrían antiguas vías de comunicación. Hoy vamos a visitar uno de ellos, un sobreviviente con cuatro siglos de historia entre sus sillares y arcos de ladrillo: la alcantarilla del Salado, en el camino de Arcos a Jerez.
Las carreteras cambian de trazado y de fisonomía, pero los paisajes que atraviesan conservan muchos elementos que los hacen reconocibles a pesar del paso del tiempo. La que une Arcos y Jerez recorre, en buena parte, los mismos parajes que el camino que unía estas poblaciones hace cinco siglos, según los testimonios que han llegado hasta nosotros. En uno de estos puntos, donde arranca la cuesta de Valdejudíos, entre los cerros del Guijo y de La Mina y los olivares de Macharaví, la carretera atraviesa el curso del Salado de Espera, afluente del Guadalete y río de desbordantes avenidas. En numerosas ocasiones, inunda los llanos que se abren junto a sus riberas habiendo llegado a cortar en sus crecidas la antigua carretera de Arcos a la altura de la conocida Venta La Mina. En este paraje, como un auténtico superviviente del azote de las furiosas riadas de los últimos siglos, aún sigue en pie un pequeño puente de un solo ojo, edificado con sillares de piedra y ladrillo: la alcantarilla del Salado.
Esta singular obra es conocida también con otros nombres. Así en la hoja 1049 del Instituto Geográfico (en su primera edición de 1917) figura como Puente de Valdejudío, mientras que en otras fuentes es denominada como "alcantarilla de Matajaca", o incluso como "alcantarilla de Jerez", como veremos. El puente se encuentra en la actualidad, casi oculto entre la vegetación de ribera, "fuera de servicio", aguas abajo de los viaductos de la autovía Jerez-Arcos y del nuevo puente de la carretera cuyo tablero fue elevado en los años 90 para evitar las frecuentes inundaciones en la zona.
Su abandono hay que buscarlo a comienzos de la década de los 60 del siglo pasado cuando se realizaron obras en los alrededores de la Venta de La Mina y se varió parcialmente el trazado de la carretera, entonces, "la alcantarilla del Salado, el sitio de Barreros y Valdejudíos, fueron los pasajes más afectados en el camino de Jerez" (1).
La alcantarilla del Salado, guarda, pese a lo modesto de su fábrica, una larga historia. El célebre historiador arcense Miguel Mancheño aporta algunas pistas -un tanto confusas a veces- extraídas de los archivos municipales de Arcos, acerca de su construcción y sus sucesivas reparaciones. En la primera de estas referencias, al relatar una serie de acontecimientos que tuvieron lugar en la población durante el año 1611, indica: "Construyóse un puente de un solo ojo en el camino de Jerez sobre el salado, que aún existe después de varias reformas" (2). Mancheño, que escribe sus Apuntes para una Historia de Arcos de la Frontera en 1896, identifica la alcantarilla del Salado "que aún existe", es decir, la que hoy conocemos, con aquella que las crónicas señalan que se construye en los inicios del s. XVI, y que aún se mantiene en pie, gracias a "varias reformas".
Otra posible cita sobre el origen de este puente la encontramos en este mismo autor que apunta que "Labráronse en las alcantarillas del camino de las Nieves y el de Jerez" (3). Si se refiere a la misma obra, estaría retrasando casi un siglo su construcción en relación con la primera referencia, si bien tal vez pueda interpretarse como una profunda reforma o reparación de aquella, o con la construcción de otras obras menores sobre los arroyos que cruzan el Camino de Arcos a Jerez. Más explícito es el dato que apunta a un origen más cercano de la obra cuando, en los hechos destacables acontecidos en la ciudad durante el siglo XVIII, indica que "labróse por el ayuntamiento en sobre el arroyo Salado, para facilitar el tránsito de ganados, caballerías y viandantes de uno a otro lado de la campiña" (4).
De la existencia de este singular puente durante el siglo XVIII tenemos también referencias a través de un curioso manuscrito de la Biblioteca Nacional,, de autor desconocido, escrito en torno a 1744. Detallando el camino que, partiendo de Arcos se dirige a Jerez, esta antigua guía de camino señala que "A la media legua (de Arcos) hay el arroyo Salado de esta ciudad, que pasa por una puente pequeña de ladrillo y mampostería, es el mismo que se encuentra al principio del camino que va a Las Cabezas" (5). Al referirse al camino de Arcos a Las Cabezas, vuelve a mencionarse nuestra alcantarilla: "hay en dicho camino, a la media legua, un arroyo llamado el Salado de Arcos, en donde se cuaja sal; tiene una, y su origen en el término de la villa de Espera, como a la media legua más arriba y a la derecha del camino que va a dicha villa desde dicha ciudad; corre por ambos términos y desagua en el río Guadalete, junto al molino de Casinas" (6).
Un siglo después, a mediados del XIX, Pascual Madoz nos aporta nuevas referencias sobre este pequeño puente, vital para las comunicaciones entre Arcos y Jerez. En su conocido Diccionario Geográfico, al referirse a los arroyos del partido judicial de Arcos menciona, entre los más importantes al Arroyo Salado de Espera y señala que "los más caudalosos tienen su alcantarilla ó puente de piedra y los demás se vadean" (7). De la misma manera, al describir los caminos más destacados de la provincia, se detiene en el de Arcos a Jerez indicando que se trata de un "Camino de ruedas, pero dificultoso en el invierno, de 5 leg. de long., de E. á O., abierto en terreno llano y colinas de labor. A unos ¾ de leg. De Arcos, después de atravesar por olivares sembrados en muchas y altas colinas, se pasa por un, sobre el Salado de Arcos que desagua en el Guadalete". (8)
Si en el siglo XVIII, como hemos visto, el puente aparece como paso obligado de los caminos de Arcos hacia las poblaciones cercanas, en el siglo XIX, con el incremento del comercio, la alcantarilla jugará un papel fundamental en las comunicaciones entre Arcos y Jerez, ciudad esta última a la que se transporta buena parte de la producción agrícola de la campiña arcense. El historiador Miguel Mancheño se lamenta, a finales del XIX (1895), de lo dificultoso de esta empresa habida cuenta del mal estado de los caminos, que obligaban a que, en el transporte de mercancías entre ambas ciudades, en un carro tirado "por cinco poderosos mulos", se invirtiera de 8 a 10 horas. De la misma manera, nos informa que los viajeros tuvieran que contentarse con "una sola empresa de carruajes establecida en Jerez, con servicio bastante deficiente, hace una expedición diaria de Jerez y otra de Arcos, por precio de cuatro pesetas por persona invirtiendo en el trayecto" (9).
El viajero curioso que quiera visitar la alcantarilla del Salado puede acceder fácilmente a ella desviándose de la carretera de Arcos a la altura del paraje conocido como Venta de la Mina a orillas del arroyo Salado de Espera, un par de kilómetros antes de la cuesta de Valdejudíos. En este lugar -que debe su curioso nombre a la mina de azufre que allí existió, y de la que otro día nos ocuparemos-, siguiendo el curso del arroyo por un carril que discurre paralelo a su orilla derecha, descubriremos al poco, escondido entre carrizos y eneas, este singular puentecillo.
Sus estribos son de sillares y mampostería y su sólido arco está construido por hiladas de ladrillo contrapeadas para ganar en resistencia y solidez. En su parte superior discurre la calzada sobre la fábrica, que tiene unos 30 m de longitud y algo más de 5m de anchura, conservando aún restos del asfalto que la cubría, señal inequívoca de su uso hasta hace menos de cincuenta años. El grosor del arco de ladrillo es de 1,30 m, uno de los mayores que recordamos en las alcantarillas del siglo XVIII que aún se mantienen en pie.
De acuerdo a las fuentes consultadas por el historiador Miguel Mancheño que llevan su construcción hasta 1611, la alcantarilla del Salado, reformada en los siglos posteriores, cumplió hace unos años cuatro siglos. Sea como fuere, ahora que también se ha reabierto -ya renovada- la antigua Venta La Mina, donde paraban los arrieros y carreteros que frecuentaban estos caminos, sería un buen pretexto para que su entorno fuese adecentado y se consolidasen sus estribos y su calzada de manera que pudiese ser visitada con mayor comodidad. En todo caso, sugerimos al lector curioso acercarse a este original puentecillo que debe figurar, por méritos propios como un elemento singular del patrimonio de la caminería de nuestro entorno rural.
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