Tres cantigas del Rey Sabio
Jerez, tiempos pasados
La Orquesta Sinfónica y Orfeón Jerezano interpretaron en Villamarta tres cantigas de Alfonso X el Sabio, armonizadas, adaptadas y orquestadas por el maestro Villatoro, a las que el profesor José Cádiz Salvatierra puso introducción oral, leyendo el romance de la primera cantiga, dedicada a Jerez
ue un día muy señalado el 12 de octubre, antiguamente llamado Día de la Raza y, posteriormente, Fiesta de la Hispanidad. Allá por los años sesenta o setenta. Cuando las cortinas del Teatro Villamarta se descorrían para que la magnífica Orquesta Sinfónica y Orfeón Jerezano, lamentablemente desaparecidos, estrenaran a toda voz y música las ‘Tres Cantigas del Rey Alfonso’, armonizadas, formalmente adaptadas y orquestadas por el insigne y siempre bien recordado maestro Joaquín Villatoro Medina, director de ambos conjuntos musicales.
Según el programa, en la primera cantiga podíamos escuchar, “como Santa María mostran en vison a un rei et a una reyna como avia gran pesar, porque entraron mouros a su capela de Xerez”.O sea, pesar por la entrada de los moros en la capilla de la Virgen Santa María del Alcázar. En la segunda cantiga se hablaba de “como os tres reis magos vëeron a Bellen a orar a nostro seunor Jesucristo e lle ofereron seus döes”. O como los tres Reyes Magos llegaron a Belén, a orar ante el Niño Jesús y le ofrecieron sus dones. Y la tercera parte del programa ofrecía una serie de variaciones para instrumentos y voces sobre la cantiga CCCLXVII.
Todo esto, ofrecido en un concierto solemne precedido por unas palabras sobre la significación del acto, a cargo del recordado orador y gran poeta, Francisco Montero Galvache; a las que seguiría la lectura del romance de la reconquista de Jerez, nada menos que por el ilustrísimo señor José Cádiz Salvatierra, director del Instituto Coloma y de la Academia de San Dionisio.El estreno constituiría todo un grandioso éxito de músicos, cantantes y de público, que abarrotó el Villamarta.
Pero ¿qué eran, o que son las cantigas?
Las cantigas de Santa María del rey Alfonso X el Sabio son, según el eminentísimo musicólogo monseñor Higinio Anglés, “el documento poético musical más importante de la corte del sabio monarca. Una colección en la cual abundan las melodías populares antiquísimas, que rezuman el canto popular ibérico de más de mil años, y son además, el sustratum musical de las culturas pretéritas – tartesia, fenicia, romana, gótica y árabe – que pasaron por nuestro país”.
En las cantigas se encuentran ejemplos de danzas típicas, de melodías populares de romances viejos, del canto popular profano y religioso de romerías y procesiones de antiguos tiempos. Y al lado del elemento popular – según los estudiosos - figura el fondo musical inspirado en el canto litúrgico; y tanto en uno como en otro, el sentimiento modal de la antigua música griega, que para el maestro Falla era tan inmensamente rica en sistemas tonales. Y Villatoro estaba de acuerdo con los musicólogos, en que lo mismo en las cantigas que en el gregoriano e, incluso, en el flamenco primitivo puede notarse la presencia de los tetracordos dórico, frigio y lidio; hipodórico, hipofrigio e hipolidio, que al igual que en la música popular indú, los vemos en la música de la antigua Grecia, en la gregoriana, en la árabe, en la andaluza y en las cantigas del rey Alfonso. Lo que tiene una profunda significación y se opone a la afirmación solemne de monseñor Anglés, de que en las cantigas no existe ninguna influencia oriental. Es por ello por lo que Villatoro manifestaba que “la herencia que Alfonso X legó a los pueblos ibéricos y al mundo, adquiere un valor extremo.” Y siendo el maestro un tan gran entusiasta de las cantigas alfonsinas, se preguntaba “¿en qué consiste la emoción que en nuestro ánimo levanta la música, el verso y las maravillosas miniaturas que ilustran las cantigas?
A lo que don Joaquín se contestaba: “En la ingenuidad y en la ternura amorosa del arte románico, en su libre y natural expresión; en sus Virgencitas, en sus Cristos y en sus Iglesias; en sus trovadores, poemas y músicos – y en medio de todo ello el Rey Alfonso, hijo del santo rey Fernando -; en el encanto de una poesía que bien fuere épica, religiosa o profana, nunca perderá su diafanidad y sencilla pureza, por muy escabrosa que fueran las situaciones a que el romance se refiere. Al menos, así pensaba Villatoro que lo sentiría el Rey Sabio, Alfonso X.
Es por lo que el maestro, en referencia a su propio trabajo, manifestaba antes del estreno que “la traslación a la música de hoy, empleando el colorido armónico, instrumental y rítmico que la misma cantiga contiene y que no puede ser más variadísimo, es un trabajo difícil que no se ha dudado en realizar por dos razones: por la admiración que nuestra tradición pura merece y la que merece el pueblo de Jerez”.
La primera cantiga del tríptico estrenado en Villamarta, correspondía realmente a la cantiga CCCXLV, poéticamente traducida del gallego-portugués al castellano por el gran poeta portuense José Luis Tejada, buen amigo del músico, que canta la gesta épica de la reconquista de Jerez por el Rey Alfonso el Sabio, que empieza así “Era cuando don Alfonso / hijo del rey don Fernando, / iba cobrando estas tierras / para los reinos cristianos”… Y más adelante narra la profanación por los moros de la pequeña capilla de Santa María del Alcázar y el milagro de cómo “una talla de la Virgen / que en la capilla encontraron / la arrojaron a las llamas / presa de furor nefando; / pero las lenguas de fuego / la madera respetaron / que es sol la Virgen y el sol / nunca puede ser quemado”.
El romance es precioso y cuenta cómo, en sueños, el rey vio a la Virgen alzarse en su trono “y con el Niño en sus brazos / salir del terrible incendio / fuera del lugar sagrado. / Entendió Alfonso este sueño / como aviso de lo alto / de que en Jerez, el Alcázar / había sido profanado./ Tomó a su gente más brava, / sacó su pendón morado / y con gran caballería / corrió Guadalete abajo / por librar a la Señora / de tal vergüenza y tal daño”. Y dice el romance, recitado por Cádiz Salvatierra, que recuperado Jerez y su Alcázar, la milagrosa imagen “a modo de desagravio / fue sacada en procesión / con gran pompa y boato”.
La segunda cantiga del tríptico forma parte de las diez que el Rey Sabio compuso; y la tercera y última ya hemos dicho que son variaciones de una versión alfonsina, cuyo texto poético, eminentemente popular, según el espíritu de las cantigas, se debe a la pluma del dramaturgo Lauro Olmo, premio nacional 1963 de teatro, y amigo íntimo del maestro Villatoro, a quien vino a visitar en Jerez, en más de una ocasión.
No queremos cerrar este artículo sin citar a algunos de sus más destacados intérpretes, músicos y cantores de la Orquesta Sinfónica y Orfeón Jerezano. Y acuden a nosotros los nombres del violín concertino José Martínez Carmén; los primeros violines Salvador Solano, Miguel Barranco, Enrique Orellana, Luis Barrera, Paquita Lerato y José L. Martín Pérez; Los primeros violoncellos Joaquín Martínez Carmén y José Martínez Campaña, el oboe Emilio Díaz de Mera – alumno predilecto de don Joaquín -, los bajos Juan Puerto y Antonio Guerrero, entre otros. Destacando entre los orfeonistas las tiples Maruja Troncoso, Mary López Valverde y Amparito Landa; las contraltos Milagros López Valverde, Isabel García y Carmen Hernández; el tenor Eugenio R. Martos y los bajos Manuel Chazeta, Antonio Asencio Vivero y Manuel Becerra, entre otros. La orquesta la componían cuarenta y seis profesores y el orfeón cincuenta y una voces. Imposible, por tanto, recordar a todos y cada uno de los componentes del magno conjunto músico-vocal que estrenó, en Villamarta, a las 12 y media de aquél aquel 12 de octubre las tres cantigas del Rey Sabio.
INVOLUNTARIA OMISIÓN
Involuntariamente y debido a un lamentable olvido, en nuestro anterior artículo sobre el libro ‘La imagen del vino de Jerez, dejamos de citar como colaborador de José Saldaña Trigo, y coautor de dicha obra, a Juan L. Repeto Prieto, lo que subsanamos muy gustosamente.
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