Remedios, una joven sin hogar en Jerez: "Creí que acabaría muerta en la calle"
Testimonios de dos mujeres a las que Cáritas les ha cambiado la vida gracias a sus programas de acompañamiento
Cáritas atendió en Jerez a 550 personas sin hogar en 2023
Remedios pensaba que acabaría su vida como la de su amiga. Muerta en la calle. A sus 24 años, la joven lleva a su espalda una mochila con demasiada soledad, rechazo, incomprensión, adicciones. Ha vivido en la calle y en el albergue, se ha enfrentado a situaciones tan desagradables que en sus ojos aún se ven las heridas. Pero ahora lleva seis meses 'limpia', acompañada por Cáritas y durmiendo bajo un techo. Remedios Sánchez es un testimonio de vida que azota.
Siendo una niña fue acogida junto a sus hermanos por una familia porque sus padres estaban "enganchados" y les quitaron la custodia. Consiguió sacarse el graduado social pero a los 17 años se quedó embarazada. "Comencé a vivir lo que vivió mi madre", cuenta. "Pasé maltrato… Yo digo que la historia de mi madre se repitió conmigo. Lo mismo. Estuve en La Línea en un centro de mujeres maltratadas, de allí pasé a un piso en Jerez pero empecé a fumar porros y me echaron de ahí porque las normas no permitían el consumo. Me vi en la calle, sola. Conocí a una amiga en el albergue, que murió por desgracia por las drogas, las pastillas. Yo pasé a la cocaína, acabé muy mal…", relata Remedios.
"Vivir en la calle siendo mujer es muy complicado. Las mujeres pasamos maltrato, abusos, violaciones… Pasan cosas que te dejan psicológicamente… muchas heridas", reconoce la joven, quien añade que la convivencia en el albergue municipal tampoco fue demasiado fácil para ella: "En el albergue es muy complicado vivir, a pesar de tener un techo. Hay mucha gente, cada uno tiene sus problemas y es complicado".
Creía que a su corta edad no encontraría salida, pero Cáritas le abrió las puertas: "Estoy muy contenta y creo que estoy empezando a hacer las cosas bien. Lo importante es que cada uno quiera cambiar. Yo me he visto en situaciones muy complicadas y hay que pedir ayuda. En Cáritas encontré la salida. Son compañeros que te acogen desde la entrada hasta que finalizas todo el proceso, te acompañan en tu camino. Llevo seis meses limpia y tengo un piso donde irme a dormir todas las noches".
Carmen Andrada sí tenía un techo, pero como si no lo tuviera. Prácticamente veía las estrellas por la noche porque literalmente se venía abajo. Cuando llovía, su casa era "una catarata", le entraba agua por cada rincón y se pasaba las horas moviendo barreños y trapos de un lado a otro. Durante el día estaba 'bien', pero cuando caía la noche "me entraba un miedo...". Sola, con discapacidad, sin que entrara ni un euro en su cuenta. Carmen ha sido durante años una mujer invisible, estaba 'escondida' en una casa en ruinas de la calle Sol, una mujer con techo pero sin hogar.
Cuando Carmen hizo la Primera Comunión se fue a vivir con sus tíos a Barcelona. La vida fue fácil para ella. La querían. Los quería. Su tío camionero "cobraba un buen sueldo" y con su coche "me llevaba a todos lados". Todo iba bien hasta que su tía cayó enferma y su tío se jubiló. Ella se hizo cargo de la casa cuando los tres volvieron a Jerez a sus 16 años pero "parecía que yo tenía un boquete en las manos, no conseguía ahorrar nada. Yo no sabía llevar la casa".
Su tío iba haciendo 'chapuzas' en su piso en una casa de vecinos que tenía alquilada desde hace décadas con una renta antigua. Pero la vivienda cada vez necesitaba más inversión y ahí no entraba ni un ladrillo nuevo. Sus tíos fallecieron. Ella no tenía el apellido de su tío así que no tuvo derecho a nada. El Ayuntamiento dio la orden de desalojar el inmueble por el mal estado de la estructura, ya que había peligro de desprendimiento y situación de infravivienda. El resto de vecinos se marcharon pero ella no pudo, no tenía a dónde ir.
Recuperó la relación con su hermano, que se quedó con sus padres en Jerez cuando ella marchó, y juntos fueron a la Cáritas parroquial de Madre de Dios a pedir ayuda. "Conté mi situación. Cáritas me pagaba el agua y la luz y me daban mandaitos. El Ayuntamiento me ofreció una vivienda social, pero yo no tenía cómo pagar el alquiler. Así que aguanté como pude", cuenta Carmen. Cáritas comenzó a trabajar el acompañamiento de Carmen y le ayudó a que le reconocieran su discapacidad. Además, el perfil de la jerezana le ha permitido acceder a una de las viviendas de la Fundación Santa Caridad que gestiona Cáritas en la calle Muro.
"Yo me duchaba en un barreño, sólo tenía lavabo y váter. Yo no sabía qué era una ducha. Cuando me vine a la calle Muro en lugar de echarme agua a mí, echaba el agua a las paredes ¡no sabía! Me daba mucho miedo meterme en una ducha, yo no sabía… Ahora gracias a dios tengo un plato de ducha y me baño todos los días. Al principio me caía la presión del agua y no podía ni respirar, parecía que me iba a ahogar. No estaba acostumbrada a echarme el agua por lo alto. Ahora tengo una vida, y vivo feliz. Ayudo a mis vecinas (todas mujeres solas y mayores). Mira, el otro día le hice un masaje a Antonia y a Maricuchi le tiro la basura, le hago la cama, le tiendo… No estoy quieta", declara con una amplia sonrisa una nueva Carmen.
La exclusión, mucho más que no tener una vivienda
Paco Escobar, educador del Centro de Día El Salvador subraya que "acompañar es un privilegio y además ellos también nos acompañan mucho. A través de los vínculos se trabaja muchísimo. Es evidente que las ayudas económicas son esenciales, pero después está la cobertura del cariño, del amor… que es muy importante. La situación de exclusión no sólo viene de no tener un hogar o un empleo, hay mucho más allá. La exclusión parte de unas vivencias, de la familia, una mala gestión de emociones…".
"Intentamos cubrir todos los puntos porque nadie puede tirar para adelante solo, sin apoyo. Yo les digo que esto es una etapa. Hay personas que están con nosotros hasta tres años, pero mientras que se vayan haciendo las cosas bien, se puede. Nuestro objetivo es que cualquier persona, cualquier familia, tenga una vida digna y en paz. Es lo que deseamos. Que no tengan que pensar qué será de mí dentro de cuatro meses, de tres… Yo sí sé dónde estaré, pero Remedios no. Y hay que trabajar para que también tengan esa seguridad", añade el trabajador social.
Desde Cáritas Diocesana de Asidonia-Jerez subrayan que "sigue habiendo gente en la calle y el acceso a una vivienda cada vez se complica más. Si ya es difícil para nosotros que en teoría somos los ‘normalizados’ en ellos es mucho más difícil. Hay quien sigue viviendo en casas abandonadas porque no tienen posibilidad de una vivienda. Hay mucha dificultad. Hay gente que está trabajando y tiene un sueldo y sigue necesitando comer en el comedor El Salvador. Hay trabajos que no tienen un sueldo digno para vivir y hay mucha gente así".
"Hay mucha gente que va a las cáritas parroquiales que tienen una casa pero ¿es una casa realmente? ¿Es un hogar? Ya no sólo que tengan humedades, sino que viven con la inseguridad constante de que no pueden pagar el alquiler y qué les va a pasar el mes siguiente", remarca Escobar.
550 personas sin hogar
Cáritas Diocesana de Asidonia-Jerez acompañó durante el pasado año 2023 a 550 personas sin hogar y sin techo con una inversión de casi 100.000 euros. Concretamente, a través del recurso del Centro de Día 'El Salvador' se llevó a cabo un acompañamiento integral y continuado a 97 personas.
Actualmente, además de este recurso diurno para personas en situación de sinhogarismo, Cáritas Diocesana ofrece un alojamiento digno a las personas participantes, ya que cuenta con tres viviendas de autonomía, "entendiendo que una persona puede iniciar un proceso de desarrollo personal, si tiene cubierta esta necesidad básica primaria".
Asimismo, a través de la acogida de las Cáritas parroquiales, la entidad ofreció respuesta en el ámbito de la vivienda a 453 personas, tanto en lo referente a pago de alquileres e hipotecas como de suministros e incluso mejoras y acondicionamiento en domicilios para poner freno a situaciones de infravivienda.
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