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Por la "carretera del Calvario" (I)

En torno a Jerez

Buscando el Guadalquivir

Por la "carretera del Calvario" (I)
José Y Agustín García Lázaro

01 de junio 2014 - 01:00

COMO cada año, en estos días en los que se realiza la peregrinación anual a la Ermita del Rocío en Almonte, los romeros jerezanos y los de otras poblaciones cercanas cruzan las tierras de la campiña buscando el Guadalquivir. La ruta habitual seguida para ello, que atraviesa en su tramo inicial por un hermoso rincón del término municipal de Jerez, ha tenido diferentes nombres. Denominada popularmente como "carretera del Calvario", por salir de la ciudad junto a esta antigua capilla, se la conoce también como "carretera de las viñas" ya que durante buena parte de su recorrido se cruzan antiguos pagos de viñedos que se cuentan entre los más afamados del marco.

Mucho antes de que la romería tuviese el protagonismo del que hoy goza, este "Camino del Rocío jerezano" fue también nombrado como "carretera de El Barroso", "camino de Bonanza", o como "camino antiguo de Sanlúcar" como se refleja en los mapas y planos de finales del siglo XIX y comienzos del XX (1). Y lo era porque, junto a la carretera de Sanlúcar, esta fue la vía principal de acceso a ese embarcadero que, junto a otros de la Bahía, se utilizó para el comercio y embarque de nuestros vinos.

Sea como fuere, la ruta que proponemos bien pudiera llamarse "camino del Guadalquivir", en recuerdo de esa querencia histórica, de esa búsqueda natural que desde hace siglos, llevó a nuestra ciudad a trazar distintas vías hacia el encuentro con el gran río andaluz en las tierras de Sanlúcar, en Bonanza, en Alventu o en Trebujena. Así, el embarcadero de Alventos o Alventu (topónimo que pudiera derivar del Adventus (2) latino: "lugar de llegada") está bien documentado en la Edad Media como punto al que mercaderías y viajeros de nuestra ciudad iban y venían utilizando esta ruta fluvial. El profesor Juan Abellán (3), al estudiar las rutas de comunicación durante la dominación musulmana, señala como desde Jerez existía una vía que llegaba hasta el Guadalquivir, al embarcadero (marsa) de Trebujena (Tirbixena). De la misma manera el puerto de Bonanza jugó un papel importante para el comercio de nuestra ciudad y a mediados del siglo XIX, de la mano del crecimiento de la vitivinicultura en la campiña, se proyectó una línea férrea, destinada fundamentalmente al comercio del vino, que comunicó Jerez y Bonanza y se mantuvo en funcionamiento entre 1867 y 1965. Sea como fuere, volvemos a recorrer hoy estos viejos caminos en torno a Jerez, cargados de historia, para acercarnos hasta el Guadalquivir, admirando el hermoso paisaje de estos rincones la campiña.

Salimos de la ciudad por la "Carretera del Calvario" pasando junto a la conocida Capilla y al parque Zoológico. Tras dejar atrás la zona comercial Área Sur y Luz Shopping y cruzar el paso elevado sobre la Ronda Oeste, la carretera presenta a ambos lados grandes llanadas que llegan a encharcarse temporalmente en épocas de lluvias. A la derecha veremos los silos de cereal de la Cooperativa de San Dionisio. A la izquierda, un camino conduce al paraje de Las Salinillas donde se forma una pequeña laguna salobre los años más lluviosos. Este singular humedal se forma con carácter estacional junto a la carretera y ocupa los terrenos bajos a los pies de los cerros de Santiago y Corchuelo, en cuyas laderas se ubican los famosos pagos de viña del mismo nombre.

En este lugar, tan transitado en tiempos pasados, confluyen también las cañadas del Moro, de La Loba o de Guadajabaque y la Hijuela del Corchuelo (frente a la Cooperativa San Dionisio), por la que se llega hasta Las Salinillas. Este mismo camino continúa entre viñedos para unirse a la Hijuela de Rompeserones que nos lleva a la viña de Vistahermosa, donde se alzan las renombradas Bodegas Luis Pérez cuyo llamativo edificio vemos dominando el cerro de El Corchuelo.

Hasta Las Salinillas llegan las aguas de los pequeños arroyos que drenan el rincón noroeste de la campiña jerezana. El principal de ellos, el del Amarguillo, viene de las laderas de poniente del pago de Macharnudo y ya delata en su nombre el carácter salobre de sus aguas. El Arroyo del Zorro, que se une a él en las cercanías de este lugar, arranca en las faldas de los cerros del Carrascal y Capirete, y forma también pequeños lagunazos y aguazales a los pies del Cerro de Santiago. Desde Las Salinillas, donde en invierno se remansan las aguas formando una laguna de escasa profundidad, el curso resultante toma ya el nombre de Arroyo de La Loba o el de Guadajabaque. Este arroyo atraviesa la Ronda Oeste bajo un paso construido recientemente y rodea el perímetro del centro comercial Luz Shopping y Área Sur para dirigirse hasta la nueva Laguna de Torrox por cuyo aliviadero se conducen finalmente sus aguas al Guadalete.

No faltan en los alrededores de Las Salinillas, los años en los que no se labra y siembra su superficie, las típicas especies de la vegetación acompañante de estas lagunillas salobres, entre las que destacan las salicornias (Salicornia ramosissima) que se mantienen verdes y carnosas aún en los días más calurosos del verano. En las laderas del arroyo crecen también tarajes, carrizos, juncos…

En los meses más calurosos, el paseante curioso podrá también detenerse a observar las formas caprichosas que adoptan los tallos secos de la vegetación perilagunar, revestidos de sal, o las curiosas figuras que se forman en el lecho cuarteado de la laguna veladas por una delicada capa blanca que, por un momento, se nos antoja como cubierto por una tenue nevada. La sal forma también pequeños grumos sobre las margas que rodean el vaso de la laguna y se deposita sobre las huellas que dejan los animales que merodean por este lugar o sobre las pisadas de los visitantes. Algunos años, la cubeta de este pequeño humedal de Las Salinillas se rotura y se siembra de cereal, no pudiendo disfrutar entonces del llamativo contraste de colores entre el verde intenso de los viñedos circundantes y el blancor de la fina capa de sal que cubre su lecho.

Retomamos nuestro camino que se adentra en terrenos de suaves colinas cubiertos de viñedos. A la derecha, sobre el Cerro de Santiago llaman la atención las viñas de Cerro Viejo y Cerro Nuevo, esta última reconocible por la inconfundible fila de cipreses que escoltan su camino de acceso. Algo más cerca queda la viña de La Constancia, con sus lagares y bodegas sobresaliendo entre las laderas cubiertas de cepas. En este lugar, a la derecha, arranca la antigua Cañada del Amarguillo que tiene su continuación a la izquierda con la de Cantarranas. Algo más adelante, la carretera pasa junto a la conocida Viña Los Monos y deja a sus lados otras muchas (Cartera, La Salud, San José, Los Cedros, Verdejo, La Tonelera, La Palma…) que justifican sobradamente otro de los nombres con el que se conoce a esta ruta: "carretera de las viñas".

Poco antes de llegar a un puertecillo (Puerto de los Olivos), despunta a la izquierda, sobre el Cerro de Orbaneja, el caserío de la Viña Santa Bárbara. Restaurado y ampliado hace apenas una década, aún conserva su sabor de construcción tradicional habiéndose mantenido el almijar, la antigua nave del lagar o el fogarín, con un gran chimeneón que asoma sobre los tejados.

La carretera inicia desde aquí un suave descenso que nos llevará hasta el cortijo de El Barroso, a la vez que el horizonte se va abriendo a la campiña.

A la izquierda una cancela cierra el paso a una antigua casa oculta entre los viñedos. Se trata de la Casa de las Postas, como puede leerse en la reja. El lugar se encontraba hace un siglo al pie del antiguo camino de Sanlúcar, y es de suponer que, en tiempos pasados, se apostaban aquí las caballerías para que los tiros de las carretas pudiesen ser renovados en sus idas y venidas de Jerez a Sanlúcar y Bonanza, al Olivillo, Prunes y Ventosilla, a Pozuela y Tabajete.

Al llegar al llano, la carretera deja a su izquierda la Casa del Higuerón, poco antes de cruce que conduce a Añina y Las Tablas. Las tierras de El Higuerón, hoy dedicadas a cultivos de secano, lo fueron también de viñedos, como puede verse en el Plano Parcelario de Adolfo López Cepero de 1904. Uno de los sectores de esta finca, el que se encuentra colindante con el cruce de la carretera de Las Tablas, tiene el curioso nombre de Haza del Mármol, como se refleja en el citado Plano. El llamativo topónimo hace alusión a un hallazgo arqueológico del que solamente ha llegado a conocerse una pequeña parte. El viajero que circula por la carretera podrá observar aquí, entre los cultivos, dos antiquísimos pozos con abrevaderos, en un lugar que fue desde antiguo cruce de caminos donde existió un descansadero de ganado. Nuestro amigo el historiador Jesús Caballero Ragel nos informó que junto a estos pozos se descubrió en 1893 una importante inscripción romana de la que sólo pudo extraerse un fragmento, tal como se relata en el escrito que el entonces archivero municipal de Jerez, D. Agustín Muñoz Gómez, remite a Fidel Fita, presidente de la Real Academia de la Historia relatando el hallazgo. En su carta, nuestro archivero informa de una "preciosísima reliquia epigráfica del siglo IV con calco", señalando también que "…existe otra parte, pero es muy difícil recuperar". Al parecer, había tenido conocimiento de ella en una visita a casa de D. Juan Fadrique Lassaletta y Salazar, su descubridor, en cuya finca de El Higuerón los trabajadores encontraron la inscripción ("el mármol") que localizaron aproximadamente "…en el vallado… frente al pozo del cortijo del Barroso". Lamentablemente sólo pudieron tomar de ella un pequeño fragmento ya que, como recuerda Muñóz y Gómez en su carta a Fita: "Respecto á la importante lápida cristiana de "Hasta Regia"…al excavar para reformar el vallado, salió en lo más hondo de la excavación la piedra; comprendiéndose que, no pudiendo los operarios quitarla, por lo grande, procuraron partirla de cualquier modo; hecho que se comprueba con decir que la fractura del trozo salvado cuando él lo llevó de noche á su casa, era reciente; y sin interposición de tierras u otros cuerpos, que indicasen rotura antigua entre los trozos que la componían". Según nuestro archivero, el texto legible en el fragmento de lápida recuperadadecía lo siguiente: "(Roma) la Sacra Roma, dióle la vida, el aliento y nombre: Así el (Dios) uno y trino conceda gozar del cielo..."

Dejamos el Higuerón para continuar nuestro camino pensando que, enterrada en algún lugar en las cercanías de los pozos, guarda aún pare de su secreto una lápida, "un mármol", que tal vez un día nos aporte pistas de esa familia cristiana romana, poseedora de tierras en las cercanías de Asta Regia, distante tan sólo7 km de este enclave.

Algo más adelante, en un recodo que se abre a la derecha de la carretera, encontramos la entrada de la Cañada del Amarguillo, que se abre camino en los bajos que se forman entre el Cerro Pelado, el Cerro del Hinojal y los Cerros de Macharnudo y Santiago. La próxima semana, en nuestro recorrido "buscando el Guadalquivir", nos detendremos momentáneamente en este rincón de la campiña. En él visitaremos hermosos parajes de viñedos y nos acercaremos a curiosas historias de canales que pudieron haber comunicado el Guadalete y el Guadalquivir. Lugares con nombres tan curiosos como Puerto Escondido o Cerro y Casa del Barco, han sido objeto de sugerentes hipótesis por parte de algunos historiadores. No se las pierdan.

Consultar referencias

bliográficas en

www.entornoajerez.com

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