Cuando una detención es una odisea

Sucesos

Los agentes que detuvieron a un hombre armado con una catana padecieron un calvario de agresiones

Imagen del dispositivo policial de refuerzo que se llevó a cabo. / Pascual
Manuel Moure

25 de abril 2020 - 06:00

Jerez/Los agentes que detuvieron a un hombre en búsqueda y captura que les atacó con una catana para evitarlo padecieron una verdadera odisea de agresiones. Como es sabido, este hombre fue condenado por la Sección Octava de la Audiencia Provincial a nueve años de prisión. Los hechos, acaecidos en julio de 2018, fueron así según la sentencia.

El tribunal considera probado que J. V. V., condenado en múltiples ocasiones, la mayoría por delitos contra la propiedad, sobre las 17 horas del día 27 de julio de 2018 se agachó tras unos vehículos al saberse con una orden de detención en su contra. “Al ver que los policías se bajan del vehículo policial, empieza a correr con el fin de eludir la posible detención. Los funcionarios de policía le siguen a pie, mientras le llaman y le dan órdenes verbales de alto y para que se detenga. Éste hace caso omiso a tales órdenes y continúa su huida hasta entrar en un bloque de la calle Toná, edificio al que entra y donde sube al domicilio de una sobrina”.

Tras un forcejeo a puerta entreabierta los policías le instaron a que saliera y se entregara. El acusado salió de la vivienda con una catana de 64 centímetros de largo, siendo 42 centímetros de hoja y el resto de un mango con relieves nacarados.

“Una vez abierta la puerta totalmente, dirige un primer ataque hacia uno de los funcionarios intentando golpearle en el hombro con la catana, si bien el policía logra evitar el golpe por unos centímetros, llegando a bajar algún escalón, entonces el procesado le lanza el arma que le impacta en el brazo izquierdo. Ese golpe no le causa herida pero le hace perder el equilibrio, rodando por la escalera hasta el descansillo siguiente”.

El otro agente fue a socorrer a su compañero, momento que el acusado aprovecha para recuperar la catana del suelo, “dirigiendo entonces su ataque contra el funcionario que había quedado más cerca de él. Los ataques los hace el procesado desde un plano superior al que se encuentra el policía y desde una distancia de un metro aproximadamente. El procesado, con ánimo de acabar con la vida del policía, realiza movimientos trasversales con la catana, dirigiéndola contra el cuerpo del agente, llegando a pincharle en varias ocasiones con la punta del arma en la zona del tórax-abdomen al agente, si bien el chaleco antibalas que vestía impide que tales pinchazos penetren”.

Después cogió la catana con las dos manos “la eleva sobre su cabeza dirigiéndola hacia la cabeza del funcionario pudiendo el agente evitar el golpe que pasa a unos centímetros de su cara. En esa situación y creyendo seriamente que “de aquí no salgo”, saca la pistola reglamentaria y la monta diciéndole al procesado: “Para o te disparo”. A pesar de ello, volvió a subir la catana sujeta con las dos manos haciendo ademán de lanzar un nuevo golpe, de arriba hacia abajo, contra la cabeza del policía”.

El funcionario hizo “un disparó instintivo y defensivo y sin apuntar, ya que teme seriamente por su vida. El disparo impacta en el antebrazo izquierdo, si bien el proyectil después de lesionar el brazo, atraviesa el mismo y hiere al procesado en la cara, entrando por la parte derecha mandibular de la misma, y a consecuencia de lo cual cae al suelo”. Pese a ello sacó de entre las prendas de ropa un formón de hoja metálica y mango de madera. Los policías al ver que de nuevo se dirige hacia ellos y como habían ganado algunos metros de ventaja logran salir fuera del bloque, dando aviso a través del “walkie” para que acuda una ambulancia.

El condenado logró salir del edificio y se fue corriendo hacia el polígono San Benito donde vive su madre. Los funcionarios de Policía le siguen y uno de ellos se pone a su altura. Dicho agente fue atacado por dos perros de raza peligrosa que alguien había soltado, por lo que su compañero tiene que disparar su arma para que los perros huyan, al tiempo que el primer policía hace uso de un spray de defensa personal, que evita que el acusado le siga golpeando.

Pese a todo el acusado llega a la casa de su madre, en las Casitas Bajas: “Ahora te voy a pegar un tiro con una escopeta”, le dijo al policía. Familiares y vecinos no identificados se van hacia los agentes con piedras y palos, de forma que se realiza un segundo disparo intimidatorio al aire que les permite parapetarse detrás de un vehículo.

El condenado logró salir por la parte trasera del edificio donde vive su madre y se dirige otra vez hacia el bloque donde vive su sobrina. Los agentes de Policía que llegan de refuerzo se introducen en el edifico a fin de poder detenerlo. Lo hallan sangrando en el descansillo del segundo piso y lo detienen.

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