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Esto es lo que no debes hacer si vienes a una zambomba a Jerez

El centro se apaga

El testimonio de tres comerciantes que se quedaron en el camino. Ninguno volvería a invertir en el casco céntrico · El último negocio que ha echado el cierre en la calle Lancería sólo ha durado seis meses

Foto de lacalle Larga, el pasado jueves, totalmente desierta a las ocho de la tarde.
Juan P. Simó / Jerez

07 de marzo 2010 - 01:00

Era 1991 cuando estalló la 'guerra del padre', los sindicatos radicalizaron sus medidas en otra huelga en las bodegas, había un 16 por ciento de jerezanos pobres de solemnidad, el paro ya venía subiendo y se abría una nueva crisis. En esas estábamos, cuando el alcalde del lugar y el promotor Rafael Galea inauguraban el complejo de 'Los Cisnes'. 'Los Cisnes', cuyo nombre respondía al antiguo hotel por donde pasaron nobles y famosos del arte y la torería, acogía un buen número de comercios, apartamentos y oficinas. Se le consideró, entonces, la llave del centro, la de revitalización del casco histórico. Pero todo eso se truncó. Ni siquiera, cuatro años después, la peatonalización de calle Larga permitió contentar al comercio tradicional. Pasaron los años, se limitó el acceso al centro y afloraron como setas en la periferia las grandes superficies comerciales. El centro se hundió, pero la situación actual es peor. Tres comerciantes que vivieron aquellos tiempos lo explican en las siguientes líneas.

MANUEL DÍAZ PÉREZ

Trabajó a los 18 años como empleado en una tienda de confección de calle Honda, Matiz; luego lo hizo en C2C y Sprinfield; pasó por encargado de tienda en el grupo Zara en San Fernando y en Homeless en Sevilla; volvió a Honda a trabajar en Xl-ha hasta levantar en 2000 el comercio Bye-Bye en la calle Medina. "El primer cáncer -dice Manuel- fue el cierre al tráfico de la plaza del Arenal. No entendía nadie que viniera de El Puerto, Cádiz o San Fernando que no se pudiera acceder al centro si no metías el coche en el aparcamiento. Después caímos en la cuenta de que todas las obras de acceso que se hacían favorecían, de alguna manera, a los grandes centros comerciales. Y cuando se levantó Área Sur, eso fue ya la puntilla. A mí siempre me gustó ese mundo, el del sector de la moda. Quise un buen día aventurarme en ese mundo, puse el negocio y todo lo que pasó después me obligó a cerrar. Yo comprendo que las ideas del Ayuntamiento en el tema del tráfico eran buenas inicialmente, pero la práctica fue caótica. A mí me gusta el centro, me gusta una ciudad sin humos, pasear, pero en una ciudad que, verdaderamente, valore esas cosas"

Manuel cerró y con ello sus sueños volaron. Como autónomo que es, esa raza de anónimos y valientes empresarios, olvidados y discriminados, lo siguiente fue quedarse en su casa sin percibir el paro u otra ayuda. Tenía 41 años. Era finales de 2008. Trabajó en lo que salía, labores esporádicas en el textil, sobreviviendo, y ahora alberga en su mente un pequeño proyecto. "El problema del centro es un problema de hace una veintena de años. La asociación Acoje, de la fui socio, es una asociación muy peculiar en el apoyo al comerciante. Siempre han sido los mismos los que mandan en la asociación, y de ello se han beneficiado. No volveré a invertir en Jerez".

FULGENCIO MESEGUER

Tiene ahora 44 años, pero sus inquietudes por el comercio vienen de mucho atrás, cuando su padre se dedicaba por entero a la venta. Antes fue obrero de pradur. Pagaba por su comercio de calle Medina una renta de 1.400 euros al mes. Hoy día 'sobrevive y sufre' regentando la tienda 'Loading', un establecimiento de informática junto al Álvar Nuñez, pero su pesadilla fue anterior. Fulgencio fundó junto a dos socios más una sociedad de informática que agrupaba tres tiendas. Pasaron los años. Fulgencio compró entonces a uno de los socios su comercio en el centro, en la calle Medina. Con el tiempo se vio obligado a cerrar. Era septiembre de 2009. "Nuca gané ni perdí, pero la crisis estaba en su peor momento. Los autónomos, que somos los que creamos empleo, estamos muy maleados en todos los sentidos en este país. Más tarde, el cambio de autobuses y otras medidas de tráfico que fracasaron significaron que la gente no iba al centro. Yo creo que, entre tanto cambio, el Ayuntamiento reaccionó muy tarde, cuando nuestras pérdidas estaban acumuladas. Me gusta ir al centro pero es penoso ver cómo está". Se ha prometido no volver a invertir en el centro.

ARTURO RONCAYA

Peruano con nacionalidad española, embarcó en el centro de Jerez, en la calle Lancería, guiado por una empresa asesora que también aconsejó su asentamiento en El Puerto. La marca de Thelma, en plena Lancería, vendía la marca Almatrichi, una cadena de confección para mujer. Su responsable era Arturo Roncaya, quien desde septiembre de 2009 decidió abrir en Lancería el negocio. La aventura duró muy poco: casi siete meses. Tras ese tiempo, la propiedad no se avino a un acuerdo para bajar los 4.500 euros mensuales de renta y Arturo echó el cerrojazo. Arturo posee negocios en Madrid y Salamanca, pero reconoce que trabajar en Jerez ha sido "difícil. Cuando pasó la primera semana, conseguimos una referencia de lo que podíamos vender. Y tuvimos ya miedo, porque sabíamos que tendríamos problemas. La gente -comenta Arturo- va buscando siempre la oferta, no tiene otra capacidad de comprar". Natural de Perú, su madre comenzó con una tienda de confección. Éso lo mamó Arturo. Con 25 años vino a España y se entregó al trabajo. "En Jerez tenía tres empleadas, y tenía varios problemas. Pese a estar en Lancería, no vendía y observaba también que mis empleadas no estaban por trabajar. Se agobiaban con el horario y daba la sensación de que querían irse al paro. Tengo comercios en Madrid y Salamanca, y el convenio laboral del Comercio es aquí muy distinto. Al mes, las empleadas de Jerez cobraban 1.100 euros, además de cuatro pagas extras. Por el contrario, yo nunca he dejado de ganar dinero en Salamanca. Comparando con Salamanca, que es muy rentable, te encuentras aquí en Jerez con muchos problemas: Demasiados comercios separados uno de otro, la crisis que golpea y que no hay dinero". Por supuesto, Arturo tampoco volverá a invertir en Jerez. La aventura le costó unos 50.000 euros.

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