50 años de la Unidad de Hematología
De una pequeña habitación con un frigorífico en Jerez a ser referente nacional
Jerez/ "Otro sí ordenamos que estando ayuntados en nuestro cabildo ninguno de los hermanos por enojo que tenga ni acidente de decir palabra desonesta ni ynjuriosa a ningún hermano, ni jurar por Dios ni por nuestra Señora ni a ningún sancto so pena de dos maravedís para cera...". Ésta es una de las 'CXXII Reglas de Hermandades y Cofradías Andaluzas de los siglos XVI y XVII' (Universidad de Huelva, 2018), libro que ha dirigido la doctora en Historia Silvia María Pérez González y coordinado Juan Carlos Arboleda Goldaracena, de la Universidad Pablo de Olavide. Una obra que empezó a fraguarse en 2006 y que tiene como precedente las 'CXIX Reglas de Hermandades y Cofradías Andaluzas de los siglos XIV, XV y XVI' (Universidad de Huelva, 2002), que también coordinó Pérez González y dirigió por José Sánchez Herrero. "Estas reglas del XVII suponen un cambio radical con la llegada del Concilio de Trento para la Iglesia y para la religiosidad popular en general. Se hace más fuerte la presencia de la muerte, el Purgatorio y el Más Allá y es que Trento marca un antes y un después en la religiosidad. Le concede mucha importancia a la vida después de la muerte, por lo que tiene que organizar todo lo que es la vida en el Más Acá".
Empezaron así a buscar reglas, como la referencia de las 55 que les proporcionó Antonio Herrera García, que estaban en el Archivo Histórico Nacional. "Mis alumnos, que son el 80% de los autores (algunos son jerezanos) se lanzaron a la búsqueda y transcripción de las mismas hasta que hemos alcanzado el número de 122. Las reglas son las normas de funcionamiento de una hermandad, a qué está obligado, qué derechos y privilegios puede gozar el que ingresa en ella", explica Pérez.
Reglas algunas de ellas que estaban perdidas, como la que se encontraba en una colección privada que se donó a una biblioteca municipal. A su dueño le gustaba comprar manuscritos antiguos y en sus fondos estaban las reglas de la Vera Cruz de Utrera. La mayoría de las reglas de este libro son andaluzas, aunque hay algunas de Madrid y de Gran Canaria. Y concretamente, de Jerez esta obra recoge las reglas de la cofradía de Los Remedios (1517), de La Piedad (1547), Las Cinco Llagas (1561), La Soledad (1564), el Santo Crucifijo (1573), San Juan Bautista (1615) y Las Angustias (1631-32).
¿Qué había que cumplir cuando se entraba a formar parte de una hermandad? "Cuando una persona ingresaba en una hermandad tenía un objetivo muy claro: que lo entierren y que le celebren misas por su alma. Sería la principal actividad benéfica-asistencial de las cofradías de la época. Había que asistir a una serie de actos de culto público como las procesiones, la mayoría de las mujeres no podía procesionar como flagelantes pero sí como hermanas de luz, y quien ingresaba con problemas de índole material iba a recibir ayuda de la hermandad, pero también se sabía que al más mínimo incumplimiento de las reglas había que pagar multa. Es una relación mutua: yo te doy, tú me das. La gente no era muy cumplidora, algo que pasa ahora también".
Una regla muy curiosa que destaca la profesora es la del Real Hospicio de Pobres y Mendigos de Madrid, que describe con todo lujo de detalles cómo era un hospital de la época (dependiente de una hermandad), es decir, cuándo había que cambiar las sábanas, qué enfermos pueden tomar caldo, la ración diaria de comida, cuándo deben tomar el sol, cómo de aireada deben estar las habitaciones... Pérez dice que hay una "gran preocupación de quienes redactan las reglas, a diferencia de lo que ocurre hoy, por que haya paz y armonía. Se hace todo lo posible por que los hermanos que estén enemistados hagan las paces. Hoy, sin embargo, en las cofradías hay varios bandos. No hay tanta voluntad de crear ese ambiente de unión".
La investigadora portuense, que ya ha presentado la obra en Sevilla y en Jerez, reconoce que no le han sorprendido las reglas que ha estudiado, "porque la Iglesia que surge en la Edad Media se va a mantener prácticamente hasta el siglo XIX a pesar de los cambios de Trento. Pero sí es destacable la recuperación de dichas reglas y el gran trabajo que nos ha llevado el tesaurus que incluye el libro. No tiene un índice al uso".
Las reglas se redactan conforme a los usos del momento. En el XVII, respecto a la época medieval, se le da mucha importancia a la procesión. "Es el Barroco y la procesión se llena de ornamentación tanto el cuerpo de hermanos como los pasos. Se ve en los mantos, paños, las insignias..., incluso los entierros se hacen más barrocos. La calle se convierte en el escenario donde la cofradía se manifiesta. Y respecto a las mujeres, sufren un retroceso con Trento, hasta cuya fecha podían intervenir como hermanas de sangre, aunque estaban prohibidas. Luego se prohibe y se persigue. Aunque Pablo de Olavide vio en Sevilla en el XVIII a mujeres flagelándose". A este respecto, señala Silvia que las normas de Trento no tenían mucho efecto "porque las cofradías siempre han ido un poco al margen de lo que manda la jerarquía eclesiástica, incluso algunas hoy".
¿Cómo son las reglas en el XXI? "Hoy son más simples y no hay tantas penas y castigos. La relajación de dichas normas está llevando a que las hermandades sólo tengan vida los días previos a la Semana Santa y durante ella. El resto del año están sumidas en la invisibilidad, salvo contadas personas que están muy vinculadas a su cofradía. Hoy, la Semana Santa es el gran acto y cuando acaba, hasta el año que viene. Hoy, si no hay polémica sobre la carrera oficial no hay Semana Santa". "Las cofradías -añade- no tienen hoy ningún atractivo para la gente, hoy no hacen el esfuerzo por ver en qué pueden ayudar a sus hermanos. Se sentirían más vinculados si lo hicieran. Simples ejemplos: visitar a los hermanos de mayor edad, quedarse un rato con los hijos de una hermana para que se vaya al cine, poner en marcha una residencia de hermanos como la que tiene la Vera Cruz de Alcalá del Río...". Pérez recuerda que antes, en la época del libro, "una cofradía era más que una institución que sacaba pasos a la calle, era una entidad social y por ello tenía tanta trascendencia, aunque te ayudaba a cambio de mucho. No se trata de gastar en cera o en misa, sino de gastar en tiempo". "Las cofradías hoy no tienen nada que ver con lo que eran en el Antiguo Régimen. Hoy hay mucha demanda social y si las cofradías quieren sobrevivir deberían estar más atentas a ello, a sus propios hermanos".
La profesora, además de su experiencia investigadora, asegura que habla también "porque he sido teniente hermana mayor de una hermandad y la he vivido por dentro. Llegué a sacar una procesión en El Puerto pero por ser mujer nadie me hacía caso, así que la presidencia acabó comida por el palio. Los capataces no hicieron ni caso. Me di cuenta de que hay ámbitos dentro de las cofradías en los que las mujeres todavía no podemos hacer nada. De hecho, tenemos muy cerca el ejemplo de la prohibición de salir a costaleras. Parece que la costalería es un club de hombres". Pérez critica que hay muchos costaleros a los que les gusta "lucirse fuera del paso más que dentro, la moda de taparse los ojos con el costal, pasearse con la novia entaconada hasta que le toca cargar... es como un escaparate y las reglas deberían evitar las que procesiones fueran un espectáculo en cualquiera de sus manifestaciones. No nos olvidemos que es un acto religioso. También está de moda el cangrejeo, andar con el paso de cara gente que no es de la procesión". La cosa no queda aquí. La autora ya tiene entre manos un libro sobre las reglas del XVIII, "que espero que no me lleve otros doce años. Un siglo de muchas reformas que se verá reflejado en los cuerpos normativos".
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