Una colección de cine
Tomás Capilla, gran aficionado al séptimo arte, abre las puertas de su casa para mostrar los cerca de 12.000 programas de mano con los que cuenta, una de las recopilaciones más importantes de Andalucía
Decía Alfredo, el gruñón proyeccionista de Cinema Paradiso que "ahora el cine es solo un sueño". Efectivamente, muchos son los cambios que ha experimentado el séptimo arte desde que los hermanos Lumière hicieran la primera proyección comercial un 28 de diciembre de 1895. Luego llegaron hitos como el sonido, con El cantor de Jazz, de 1927, la llegada del cinemacolor, el technicolor, los efectos especiales o las tres dimensiones. Pero el cine de antes, el del 'Star System' de Hollywood, el de las palomitas de maíz en las grandes salas de cine desde el gallinero y no en las cajas de zapatos de los centros comerciales; el de los grandes directores; el de las maquetas en lugar de los efectos por ordenador... Ese es el auténtico cine, el que muchos recuerdan con nostalgia y que otros, desgraciadamente, sólo conocen a través de lo que les cuentan sus padres o sus abuelos.
Y ese cine de antes no se podía concebir sin los programas de mano, esos que daban en la misma taquilla del cine cuando comprabas la entrada y que reproducían el cartel original por una cara, mientras que en el reverso señalaba los actores, la fecha del estreno y, como no, la marca de la productora de la película. Era, sin dudas, la mejor manera de hacer llegar al gran público los grandes estrenos en una época en la que la televisión no existía.
Algunos de estos programas eran verdaderas obras de arte en miniatura, siendo los más interesantes los troquelados de mil formas y colores según el film en cuestión.
He aquí cuando entra en acción nuestro protagonista. Tomás Capilla, cinéfilo a más no poder, es uno de los grandes coleccionistas de estos programas de mano no solo a nivel andaluz, sino también nacional. Y es que puede presumir de contar con cerca de 12.000 repartidos en 100 álbumes.
Tomás nació en la localidad serrana de Villamartín. Señala que ya de pequeño empezó a entrarle el gusanillo por el cine. "Como no había televisión, iba a las sesiones continuas. Raro era el domingo que no veía dos películas", afirma.
Por aquel entonces ya empezó a coleccionar estos programas de mano. "Antes era muy fácil conseguirlos. A la entrada del cine, siempre. También se solían repartir a la salida de misa o cuando había cualquier fiesta, que es cuando la gente se echaba a la calle", recuerda. Sin embargo, afirma que "nunca llegué a pensar que pudiera llegar a tener esta colección".
Las películas preferidas de Tomás son los western, las de aventuras y las comedias, si bien recuerda que la primera película que vio fue Un rayo de Luz, de Marisol. Se puede decir que no hay película que haya visto que no tenga su correspondiente programa de mano, excepto los filmes a partir de finales de los 70, época en la que se dejaron de fabricar. ¿El motivo? Fundamentalmente, la llegada de la televisión. "Salía más rentable. Un anuncio lo podían ver millones de personas, mientras que los programas solo llegaban a unos pocos miles". Sin duda, el progreso y el aumento del nivel de vida en las casas españolas también favoreció que muchos de estos programas, guardados en cualquier cuarto, fueran acabando en la basura. Por eso mismo hoy día están tan cotizados algunos de ellos. Dependiendo de la antigüedad, del formato y de la película, hay algunos que pueden alcanzar de sobra los 1.000 euros.
La economía de Tomás no da para tanto, aunque sí reconoce que le han llegado a ofrecer cuantiosas cantidades, tanto por su colección como por alguna de sus piezas. Una de los programas más importantes y que más le costó conseguir fue el de La Bodega, una de las primeras películas en la filmografía de la folclórica Concha Piquer, de 1930 y que además fue rodada en Jerez. "En su día me costó 400 euros, aunque ahora vale más del doble", indica.
Otros programas de gran valor son los de una jerezana de pro, Lola Flores, de los que Tomás tiene todos los de su filmografía. Incluso comenta que ya lo han tanteado de cara a que pueda cederlos para el museo que se le dedicará a La Faraona en la Cruz Vieja.
Así y todo, todavía tiene varias espinitas clavadas, como es el conseguir un troquelado de Winchester 73, con James Stewart, así como una de Chaplin, de La Quimera del oro, si bien en breve espera conseguir otra de Robin Hood, la protagonizada por Errol Flynn.
¿Pero dónde se consiguen estos programas? "Hay varias ferias de coleccionismo -señala Tomás-. Yo suelo ir a una que se celebra en Sevilla dos veces al año, aunque desde que existe Internet se consigue mucho material. De Internet, de todas maneras, me fío poco, tengo que saber a quién le compro, aunque a mí ya es difícil darme gato por liebre, porque las personas con las que trato ya me conocen". De todas maneras, en este mundillo no se resuelve todo con dinero. El intercambio tiene también un papel fundamental a la hora de ampliar la colección.
Tomás saca un álbum tras otro. Ben-Hur, Quo Vadis, Lo que el viento se llevó, La diligencia, Casablanca... Miles de películas, unas conocidísimas, otras, casi desconocidas para la gran mayoría, como Furia Española, de los últimos programas de mano que se hicieron en nuestro país, de 1975 y con Mónica Randall como protagonista.
Tomás muestra otra de Gaby, Fofó y Miliki, los conocidos payasos de la tele, que antes de llegar a las pantallas españolas se hicieron famosos gracias al cine con Había una vez un circo.
Tomás, que cuenta también con una gran colección de dvd's, echa de menos las grandes salas de cine de antes. Recuerda nostálgico que fue el último cliente del desaparecido Luz Lealas. "Echaban Los Demonios de la noche, con Michael Douglas y Val Kilmer. Estaba solo. Todavía recuerdo esa despedida que tuve con los empleados del cine". De la misma manera, también recuerda la primera película que vio a su llegada a Jerez. "Fue El emperador del norte, con Lee Marvin, que hace de vagabundo que viaja en un tren. La vi en el Villamarta, en el gallinero, porque verla en el patio de butacas salía muy caro".
Echó tanto de menos esas grandes salas que, de hecho, cuando cerró el Jerezano, tardó en volver al cine, ya que no le convencían los multicines. "Al principio, los que hicieron nuevos me parecían muy pequeños. Tardé en volver a pisar una sala", señala.
Entre sus actores favoritos se encuentra John Wayne. De hecho, su otra gran pasión, el ajedrez, se la debe a él, ya que el actor también era un gran aficionado a este juego. En cuanto a actrices, se queda con Doris Day. De los de ahora, le gusta Harrison Ford -"aunque este ya está para sopitas"-, señala, y Cameron Díaz. De directores, se queda con el mítico John Ford y con Spielberg, aunque también señala que "últimamente está decayendo mucho".
Entre sus proyectos futuros, además de ir ampliando su magnífica colección, se encuentra el crear una web en donde pueda exhibirla, aunque afirma que necesitará tiempo debido a su gran volumen.
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