Tribuna Económica
Gumersindo Ruiz
C op 29, una visión optimista
El ‘Caso Holgado’ cumple un cuarto de siglo
Jerez/El 22 de noviembre de 1995, en torno a las tres de la madrugada, Juan Holgado, un joven empleado de la gasolinera de la avenida Martín Ferrador de Jerez, moría salvajemente apuñalado. Se cumplen 25 años de un crimen que conmocionó por su violencia a la ciudad de Jerez y, posteriormente, a toda España después de que su padre, Francisco Holgado, ‘Padre Coraje’, se adentrara en los más sórdidos círculos de la droga en la ciudad para intentar desenmascarar a los que presumía asesinos de su hijo. Sus grabaciones en secreto, disfrazado con una peluca, forzaron que hubiera un segundo juicio, Supremo mediante.
Fueron dos procesos judiciales, intensos ambos, que acabaron con idéntico resultado: la absolución de los cuatro acusados, cuatro toxicómanos jóvenes pero viejos conocidos de las fuerzas del orden. El ‘caso Holgado’ o el ‘crimen de la gasolinera’, como se le dio en llamar, dejó al descubierto el olvido al que estaba sometida la comisaría de Jerez, un centro policial cercano al barrio chino de la ciudad por entonces, Rompechapines, donde las drogas campaban a sus anchas. Hubo hasta jueces que acometieron operaciones antidroga con la Guardia Civil a poco más de 100 metros de la comisaría ante la indignación de muchos policías nacionales.
La labor policial fue harto criticada. Incluso estaban caducados los polvos que debían sacar las huellas dactilares de un tetrabrik de zumo localizado en el mostrador. Debieron pasar casi 20 años y una caminata de Paco Holgado hasta Madrid para que el ministro de Justicia de por entonces, Rafael Catalá, solicitara (nuevamente a la Guardia Civil) una revisión de las huellas. La sorpresa fue enorme, pertenecían a Agustín M R-B, conocido como ‘El Gata’. En esas dos décadas las técnicas de ADN y de análisis de huellas, gracias sobre todo a la informática, “avanzaron como de ir en coche a Madrid en 1995 a viajar a la Luna hoy en día”, destaca un veterano policía.
‘El Gata’, curiosamente, residía en La Constancia, una castiza y taurina barriada jerezana que colinda con la gasolinera donde se perpetró el crimen. Para entonces, este hombre que podría haber alumbrado los sangrientos hechos hacía ya nueve años que había fallecido en la prisión de Huelva a los 41 años. El caso prescribió poco después de que se averiguara de quién eran las huellas. Fue el 22 de noviembre de 2015, veinte años más tarde de que Juan Holgado fuera asesinado.
Paco Holgado, ‘Padre Coraje’, a sus 77 años, no se cansa de pedir justicia. “Han pasado 25 años pero para mí es como si el asesinato hubiera sido ayer. Lo único que quiero es tener fuerzas para seguir en la lucha, eso lo tengo muy claro”. Lo dice un hombre que fue capaz de ir andando a Madrid para que se hiciera ese último esfuerzo que a la postre resultó fructífero. Ni siquiera la presunta presencia de ‘El Gata’ en el lugar de los hechos y la prescripción de los hechos merman su ánimo. “La huella la identificó la Guardia Civil, y lo agradezco mucho, pero esa certeza la sigo teniendo. ‘El Gata’ no pudo hacerlo solo, eso está claro. Juan era deportista y fuerte. La gente de la droga no se mueve sola. Además el caso deberá prescribir a los 20 años de que se identificara esa huella”. Para Paco Holgado “es muy raro que este delincuente no estuviera ni siquiera entre los sospechosos viviendo al lado de la gasolinera. No tiene sentido ninguno”.
Sus caminatas hasta Madrid y sus investigaciones le han permitido conocer a multitud de personas que perdieron seres queridos de forma violenta. “¡Ni se imagina la cantidad enorme de personas que hay sufriendo por crímenes sin resolver!”, asegura antes de manifestar que “muchos de ellos se han conformado pero yo no, yo soy de otro material, no soy un conformista”.
‘Padre Coraje’ dice que “en estos 25 años la vida me ha cambiado siempre a peor. No he disfrutado de nada. Me levantaba y lo que hacía era ir a comisaría. Ni una Feria ni una Semana Santa ni una Navidad. Eso se acabó. Siempre he sido una persona activa, que se ha movido, pero no he disfrutado, siempre he estado mirando dónde puede haber algo. Hoy en día, en el cementerio, pido porque haya justicia tanto para Juan como para todas las víctimas de crímenes sin resolver”.
Las malas experiencias nunca le han echado para atrás. Así, recuerda que “en Rompechapines traté a buena parte los delincuentes de Jerez, he llegado a tener cuchillos jamoneros en la tripa, me hice pasar hasta por comprador de drogas pero nada me impidió seguir adelante para intentar sacar información”.
Este antiguo trabajador del sector de la banca (Caja Rural, Caja de Ahorros de Jerez y Caja San Fernando) confiesa que sigue manteniendo contacto con muchas personas que, de una forma u otra, tuvieron algo que ver con los procesos judiciales, como es el caso de muchos periodistas, si bien no mantiene contacto alguno con los abogados, ni defensores ni representantes de la acusación particular. “Los abogados sólo quieren dinero”. Lo dice alguien que dice vivir “con lo justo, sin lujos de ningún tipo y que a mi edad sigue haciéndoselo todo solo, desde la comida a la plancha”. Con su ex mujer y sus hijos no guarda relación alguna después de que las relaciones saltaran por los aires hace años tras numerosos enfrentamientos y peleas. “Cumplo con mis obligaciones y, ante todo, evito problemas”, asegura.
Juan Pedro Cosano Alarcón, abogado y novelista de éxito, fue el primer abogado al que la familia Holgado-Castro encomendó la acusación particular contra los acusados. “Aquella labor me dejó un sabor agriculce. Profesionalmente fue un asunto apasionante, sin duda alguna el que más lo fue en toda mi carrera. Fueron años intensísimos. Desde que me hice cargo de la acusación en abril de 1996 (cinco meses después de crimen) todo fue una vorágine de filtraciones, de gentes que decían saber detalles del crimen, de un tal ‘Benito el Argentino’, que vinculó el mundo de la prostitución de Rompechapines con el crimen”.
El fruto del trabajo que realizó disfrazado ‘Padre Coraje’ provocó “que un día empezara a traernos grabaciones. Estuvimos semanas enteras transcribiéndolas. Se fue hasta Valladolid en busca de Bernardino, el compañero que le cambió el turno a Juan la noche de su muerte. Le dije que era una verdadera locura pero él siguió adelante”.
"El caso está prescrito pero la sombra de la duda sigue planeando sobre este crimen”
El abogado que se sentó en la bancada de la Fiscalía en el primer juicio considera que dichas grabaciones “arrojaban sospechas pero no aportaban nada de carácter definitivo”. Mientras tanto, en el despacho, “todos los asuntos se aparcaron y nos dedicamos el despacho al completo, en cuerpo y alma, al caso. Las cintas hicieron que el ‘crimen de la gasolinera’ explotara mediáticamente. Los medios llenaban la plaza Hauríes, donde tenemos el despacho, pero a la vez todo empezó a desmoronarse y la familia se rompió”. Aquellas cintas no se aceptaron en la Audiencia Provincial de Cádiz “pero sí en el Supremo. Y se repitió el juicio”.
“Por aquel entonces, —añade Cosano— las tensiones matrimoniales se pagan conmigo, se hizo una película... Y yo me quedé como un ‘espectador’ más”. En el segundo juicio la acusación particular la afrontó José Miguel Ayllón. “En este caso —dice Cosano—me vi muy implicado. Fue muy duro. Se hizo lo que se pudo. Eso se queda para nosotros”. Para acabar, concluye, “el tema está prescrito y lamento profundamente que la sombra de la duda siga planeando sobre este crimen”.
Manuel Hortas tuvo a su cargo la defensa de dos de los cuatro acusados, finalmente absueltos, por el ‘crimen de la gasolinera’. “Recuerdo aquellos años (desde el crimen hasta las absoluciones) como una continua sucesión de acontecimientos sorprendentes tanto en el ámbito judicial como extrajudicial. Cada día aparecía algo nuevo, algún detalle, alguna pista... Hasta cierto punto se puede decir que llegó a ser estresante pero sin duda fue apasionante”.
"Se vio cómo las injerencias políticas y sociales pueden acabar con una investigación”
El hecho de que se repitiera el primer juicio “fue algo poco habitual, no porque se repitiese sino por las razones por lo que lo fue”. El Supremo consideró que las cintas grabadas por Francisco Holgado debieron ser admitidas. “Así fue pese a que desde el primer proceso sabíamos que no aportaban nada, tal y como se pudo comprobar en el segundo juicio. Se trató de una segunda oportunidad para la acusación. Donde había treinta testigos hubo noventa y de cinco días de juicio se pasó a tres semanas de vistas”.
“Jurídicamente -continúa Hortas- no fue un juicio complejo, pues versó sobre las valoraciones de las pruebas”. “Si algo demostró este caso es cómo las presiones ciudadanas y las injerencias políticas y sociales pueden acabar con una investigación policial. Los crímenes no se solventan con manifestaciones por muy legítimas que sean para expresar el descontento o la solidaridad en el dolor”.
Por su parte, Inmaculada Gilabert, al igual que el resto de las defensas, accedió al caso por el turno de oficio. Fue la responsable de defender al primer joven que fue detenido y acusado del sangriento crimen. Sus recuerdos de ese trabajo, hace ya 25 años, tienen una doble vertiente.
"El enorme esfuerzo, muchas veces en soledad, tuvo como premio la absolución”
“Lo recuerdo, por una parte, como algo horrible y, de otro lado, como un trabajo muy satisfactorio. Es un doble recuerdo, porque ahí está la enorme lucha que afrontamos los defensores, en la más completa soledad en muchas ocasiones, si bien después la satisfacción fue máxima cuando se nos reconoció el trabajo y los acusados fueron absueltos. Fue una época de muchísimo trabajo en la que también aprendimos mucho y no sólo de Derecho. Descubrimos también cómo trabajaba la Policía, la instrucción por dentro... Pero si con algo me quedo es con el enorme esfuerzo realizado y con la amistad y la comprensión que lo rodearon”.
El cuadro de las defensas lo cierra Ildefonso Cáceres, que representó a otro de los acusados. “Han pasado los años y sigo pensando lo mismo, que es una lástima que el sistema fallara. A los veinte años nos sorprendimos con la identificación de la huella del tetrabrik, algo revelador, pero que tampoco presupone que esa persona estuviera allí en el momento del crimen. ¡En este caso todo es tan relativo!”.
"Es una lástima que en este crimen el sistema fallara, pero fue así desgraciadamente”
Desde su punto de vista profesional, este abogado y periodista señala que aquella época “la recuerdo como un verdadero máster en procesos penales, con dos vistas, con el Tribunal Supremo, el recurso de casación... Pero también la recuerdo, de un lado, con cariño y, por otro, con el dolor compartido por el desasosiego y el tremendo dolor de los padres”. De su cliente, un joven con problemas graves con las drogas que logró superar, “no sé nada, lo absolvieron y abandonó Jerez para irse a El Puerto de Santa María. Y le perdí de vista”.
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