Picos, torrijas y dulces, los nuevos artículos de lujo para los jerezanos
Desabastecimiento
La subida generalizada de precios castiga a los consumidores, víctimas colaterales de lo que muchos llaman ya la “guerra sin balas”
Todo repercute en el bolsillo de los ciudadanos, que se quejan de la inmediatez de las subidas, no así de las bajadas de precio
Una mujer entra en una panadería de la calle Medina y pide picos. La dependienta le advierte de que la oferta de los picos se ha acabado y que ahora la bolsa cuesta un euro en lugar de los 1,60 por los que antes dispensaban dos paquetes. La clienta, resignada, se lleva una bolsa y masculla entre dientes: “Y qué no ha subido”.
Los picos, las torrijas, los pasteles, los churros... se han convertido en artículos de lujo para los jerezanos, víctimas colaterales de lo que muchos llaman en la calle la “guerra sin balas” por su relación con la invasión rusa de Ucrania, principal detonante junto a la huelga del transporte de la subida generalizada de precios que, además de a la electricidad y los combustibles, salpica a productos de primera necesidad como el aceite y el pan, así como a otros alimentos menos básicos en una espiral que parece no tener fin.
Los españoles se quejan, y con razón, de la repercusión inmediata de las subidas de precio a los consumidores, no así de las bajadas, que se demoran en el tiempo e incluso se intentan evitar bajo la excusa, por norma general, de que llevaban congelados mucho tiempo y no se habían tocado por no hacer más mella en las ya maltrechas economías domésticas.
Todo repercute en el bolsillo de los consumidores, desesperados por la tímida reacción del Gobierno, que anuncia medidas pero no las concreta para tapar el agujero económico que dejan los conflictos bélicos, laborales... por el riesgo de desabastecimiento, la especulación con las materias primas y alimentos...
Los ciudadanos se preguntan por qué esperar en España hasta el 29 de marzo, fecha anunciada por el presidente Pedro Sánchez, para adoptar medidas –aún sin concretar, hay que insistir–, que ayuden a paliar el impacto de la desorbitada escalada de precios, cuando en otros países como Francia, Portugal o Irlanda, por citar algunos ejemplos, han reaccionado sin pestañear para aliviar la carga que soportan las familias, autónomos, pymes..., que arrastran desde hace década y media las consecuencias económicas de una crisis tras otra, sin más recompensa que las migajas como las del pan, cuyo consumo también empiezan a limitar para no pasarse de presupuesto.
“Se puede prescindir de los picos, donde más se nota la bajada de ventas porque mucha gente se echa para atrás sin ofertas, pero no del pan, que es un producto de primera necesidad y que, de media, ha subido 20 céntimos”, explica la dependienta de ‘Los Gorriones’, la panificadora con despacho de ventas en la calle Medina que este año ni se plantea elaborar el pan para torrijas por la escasez de materia prima, que prefiere reservar para la elaboración de los panes.
En los escaparates de algunas pastelerías del centro, las torrijas cobran protagonismo como reclamo ante la proximidad de Semana Santa. La unidad, claro que en el dulce propio de esta época del año depende del tamaño, puede encontrarse desde 1,30 a 1,50 euros,entre 10 y 30 céntimos más que el precio del año pasado, lo que implica subidas del 10 al 25%, extrapolable a los dulces en general.
Como los picos, las torrijas son en estos momentos “un artículo de lujo”, señala la dependienta de la pastelería ‘La Guinda’, en una esquina de Doña Blanca con la calle Santa María, donde las ventas, salvo las de pan, han bajado algo por la subida de precios de los principales ingredientes con los que se elaboran los dulces, pero sobre todo, por el incremento del recibo de la luz, que en el caso de la ‘Pastelería Jesús’, en calle Bizcocheros, llega casi a triplicarse en el último año.
Ni en ‘La Guinda’ ni en la ‘Pastelería Jesús’, en calle Bizcocheros, tienen por ahora problemas de desabastecimiento de materias primas, pero tampoco los descartan en un futuro próximo de mantenerse la huelga del transporte y de prolongarse la guerra de Ucrania.
“De momento, estamos tirando de reservas, aunque empieza a haber limitaciones en el aceite de oliva, la leche, el queso, los huevos y la harina”, indica Sonia Jiménez, que regenta el negocio de Bizcocheros, donde tienen algo de estocaje gracias a que los proveedores les avisaron con antelación, aunque no mucho por su limitada capacidad de almacenaje y por la rápida caducidad de los productos perecederos con los que trabajan.
En líneas generales, ‘Pastelería Jesús’ mantiene los precios de venta al público, que intentarán aguantar salvo que “la situación se prolongue en exceso o se desmadre”, ante lo que tendrían que reconsiderar su decisión de no repercutir la subida a los consumidores.
El céntrico establecimiento aplica igualmente la política de contención de precios a los compromisos ya adquiridos con clientes para la temporada de comuniones. “Tenemos muchos compromisos ya cerrados y los vamos a respetar, pero a los que están viniendo ahora les estamos avisando de que el presupuesto puede cambiar de aquí a dos o tres meses en función de los precios, porque están cambiando día a día y no podemos pillarnos los dedos”, relata la pastelera, quien confía en que la actual tesitura sea algo temporal.
Desabastecimiento y especulación
En esta tormenta perfecta avivada por la psicosis del mercado y el acopio de productos por parte de los consumidores también cabe la picaresca –léase especulación–, como la de aprovechar la coyuntura para vender el estocaje al nuevo precio inflado cuando se compró muy por debajo –igual esta práctica se podría denominar en sentido irónico economía de guerra– o limitar las existencias de venta al público de productos esenciales para provocar subidas aún mayores de precios, explica Miguel Pérez, secretario general de COAG-Cádiz, quien denuncia que esta situación también afecta a los agricultores y ganaderos, asfixiados desde hace tiempo por el incremento de costes de producción, llevado a su máximo extremo en el gasóleo, los fertilizantes y los piensos para el ganado.
La huelga de transportistas se ha sumado a la invasión de Ucrania para agravar aún más lo que ya era una situación insostenible para el sector, asegura Pérez, quien alude a otros productos de las distintas comarcas agrarias de la provincia que se han sumado en las últimas horas a los problemas de desabastecimiento como la leche, las hortícolas y la flor cortada.
En las hortícolas, la cooperativa de Conil ha dejado paradas al centenar de personas que tenía empleadas en la manipulación de los alimentos, mientras que en la Costa Noroeste, las flores que empezaban a ver la luz tras dos años en blanco por la pandemia se acumulan en las cámaras sin posibilidad de darles salida, con lo que los productores corren el riesgo de perder nuevamente toda la cosecha, explica el responsable agrario, con el que también se han puesto en contacto ganaderos de leche con problemas de suministro de piensos para alimentar el ganado, al que además hay que ordeñar todos los días pese a los problemas para sacar la producción.
Pérez empieza a sospechar que algo de verdad puede haber detrás de los que piensan que el retraso en la concreción y aplicación de medidas por parte del Gobierno –la Guerra de Ucrania va camino de su primer mes sin que se haya movido un dedo hasta ahora– obedece a un afán recaudatorio –mientras se deciden, siguen cobrando impuestos–
No hay reacción contra la subida de precios ni contra el riesgo de desabastecimiento ni contra la especulación. Mientras España escurre el bulto y se limita a elevar consultas a Bruselas en espera de acuerdos de los socios europeos que se demoran en el tiempo, otros Estados Miembros como Francia, Portugal o Polonia cogen el toro por los cuernos para acudir al rescate de los ciudadanos, tal y como recogen los medios de comunicación, que informan de la decisión de París de subvencionar el 15% del coste de los combustibles; la adaptación diaria del impuesto de hidrocarburos en Lisboa para compensar las subidas;o la bajada del IVA de los combustibles aplicada por Varsovia.
Materias primas a precio de oro
Si en los combustibles y en la electricidad llueve sobre mojado, en materias primas en las que Rusia y Ucrania figuran entre los principales proveedores mundiales, el problema se ha desatado tras el estallido del conflicto bélico. El caso del aceite de girasol es un claro ejemplo de la pasividad de las autoridades españolas para anticiparse a la falta de materia prima y arbitrar mecanismos que la subsanen.
El presidente de Asaja-Cádiz, Pedro Gallardo, lo explica de forma sencilla. España produce del orden de 700.000 toneladas de girasol al año, tanto como lo que importa, la mayoría de Ucrania –el girasol ruso y ucraniano supone el 84% de las exportaciones mundiales–, que ya ha anunciado su renuncia a las siembras de este cultivo por la falta de gasoil, que se reserva para los tanques, lo que de golpe y porrazo ha provocado una subida de precios similar a la de la colza, que por el simple anuncio ha pasado de entre 525 y 600 euros la tonelada a 850 euros.
El valor de la próxima cosecha de los cereales en general es toda una incógnita, pero todo apunta a que se disparará aún más por la escasez en el mercado mundial, y en el caso del girasol, que además de para el aceite también se utiliza para la elaboración de piensos, España aún está a tiempo de activar el mecanismo que permite, en casos excepcionales, utilizar la superficie de siembra que la PAC obliga a dejar en barbecho, unas 600.000 hectáreas según Gallardo, que de sembrarse con este cultivo cubrirían el déficit de consumo del paíssin necesidad de acudir a los mercados internacionales, en los que se prevé una puja sin cuartel en la que se pagará el producto a precio de oro.
La sequía ha retrasado las siembras de girasol este año, para las que el presidente de Asaja-Cádiz asegura que “los meses de marzo y abril pueden ser buenos si la primavera acompaña”. Tan solo habría que autorizar el uso de las tierras en barbecho y siembras de ciclo corto, pero mientras España sigue esperando el visto bueno de Bruselas, en países como Irlanda se han liado la manta a la cabeza con el establecimiento de incentivos para sustituir los cultivos tradicionales por cereales de forma excepcional, y cuando haya que rendir cuentas a Europa, ya se verá.
Las restricciones de la PAC y la falta de flexibilidad penalizan una vez más a los socios europeos, mientras surgen voces que piden una revisión de la Política Agraria Común que juega en contra de los intereses de la UE.
Coag y Asaja coinciden con el presidente francés, Emmanuel Macrón, en la necesidad de revisar la reforma de la PAC, hacerla menos verde y más productiva para adaptarse al actual escenario mundial “en lugar de empecinarse, como hace el ministro español de Agricultura, Luis Planas, en vender que esta es la mejor PAC de la historia”, señala Miguel Pérez, quien puntualiza que "alcanzar la autosuficiente sería imposible”, pero en estos momentos se antoja imprescindible aparcar el abandono de los principios de soberanía alimentaria, en los que ahonda la nueva Política Agraria Común.
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