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Descubren la primera moneda cristiana de Jerez

Los numismáticos Manuel Mozo Monroy y Francisco Jordi Páez revelan la moneda cristiana de Xeres de la Frontera acuñada en el reinado de Enrique IV de Castilla y León

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Moneda de medio cuarto de vellón con marca “X” de Enrique IV de Castilla y León acuñada en Xeres de la Frontera entre 1471 y 1474. / Fotografía realizada por Lübke & Wiedemann, Leonberg. Áureo & Calicó (subasta nº 402, lote 258: 15 de diciembre de 2022).
A. C.

03 de noviembre 2024 - 06:30

Tras dos años de investigación, Manuel Mozo Monroy, madrileño y miembro de Nummus: Sociedad Española de Numismática y de la Universidad de Castilla-La Mancha; y Francisco Jordi Páez, jerezano e investigador independiente, han puesto fin a una “aportación histórica sin precedentes”, que se publicará en la revista ‘Ceretanum’, número 5, de la Real Academia San Dionisio de Ciencias, Artes y Letras de Jerez, titulada ‘La moneda castellanoleonesa de Xeres de la Frontera’ en la que, “por primera vez en la historia se ha demostrado de manera arqueológica y documentalmente que Xeres de la Frontera acuñó moneda cristiana durante el reinado de Enrique IV de Castilla y León”, afirman los autores.

En diciembre de 2022 se subastó una moneda inédita de medio cuarto de Enrique IV atribuida a Jerez de la Frontera en la casa de subastas Áureo & Calicó, siendo localizado dicho ejemplar en el catálogo de la colección ‘Isabel de Trastámara’ un mes después de su venta en subasta. Me puse a indagar por el Portal de Archivos Españoles y, efectivamente, encontré un manuscrito de la misma época que certificaba que se había acuñado moneda enriqueña en Jerez de la Frontera. Entonces, me puse en contacto con Manuel Mozo Monroy y le propuse realizar una coautoría sobre este descubrimiento. En ese estudio pudimos contextualizar y demostrar, con documentación arqueológica y archivística, que Jerez acuñó, por primera vez en la historia, moneda cristiana durante el reinado de Enrique IV de Castilla y León”, cuenta Jordi. 

Moneda de cuarto de vellón con marca “X” de Enrique IV de Castilla y León acuñada en Xeres de la Frontera entre 1471 y 1474. / Jesús Vico (subasta nº 148, lote 956: 7 de junio de 2017).

El contexto histórico en que se desenvuelve este discurso es en el marco de las cruentas luchas banderizas entre las casas nobiliarias de los Ponce de León y Guzmán por lograr la supremacía en la región. En 1471, un primer conflicto acaeció en Sevilla, pues se vio inmersa en la disputa, siendo saqueadas las casas de los Ponce de León y la de sus aliados que se vieron obligados a huir hacia Xeres de la Frontera. El marqués Rodrigo Ponce de León “supo por sus amigos que la desidia de los principales ciudadanos, entregados al sueño, tenía completamente abandonada la guarda de las murallas y puertas, por no temer el más lejano peligro”. Fue entonces cuando tomó por la fuerza la ciudad, siendo Juan Riquel quien le abrió las puertas. A este suceso histórico se le llamó ‘La toma de los Reales Alcázares de Xeres de la Frontera’. El 22 de agosto fue nombrado corregidor de la ciudad por el rey Enrique IV, por lo que le confería al marqués el control de los oficios de justicia, alcaldías y alguacilazgos, así como la capitanía de las huestes. El nuevo corregidor “se hizo más implacable, pues a su natural inclinado a la crueldad se unía ahora la apariencia de derecho con que encubría su dureza e inhumanos sentimientos”, de ahí que se hiciese fuerte en el Alcázar y mandase construir un edificio de una sencilla fábrica de tapial que se supone fue fruto de la premura con que se hubo de levantar, que debe su nombre a su fundador, por haber sido su residencia palaciega, aunque, sin duda, responde estructuralmente a lo que se conoce en francés como donjon o ‘torre del homenaje’, ya que en su momento estuvo rodeada de un foso que la aislaba, sirviendo como último reducto defensivo, por lo que se trata de una ‘torre-refugio’ de muy parcas condiciones de habitabilidad en un entorno aún hostil donde los ataques por parte de la otra bandería eran incesantes.

No obstante, además de asumir la jurisdicción de la localidad, mantener el orden público, prevenir las luchas banderizas y realizar obras de nueva construcción, como la anteriormente citada, debía procurar el abastecimiento y comercio de la ciudad, por lo que la acuñación de moneda enriqueña sería, precisamente, “la máxima expresión del crecimiento y repunte económico de la sociedad xericiense en pleno proceso al alza, además de constituir una seña de identidad como ciudad realenga. La intención de este señor feudal era evidente pues, como buen oportunista, aprovechó su mandato para convertir a la ciudad de Xeres de la Frontera en la capital de su señorío”.

Rodrigo Ponce de León, consciente de la situación tan lejana en la que se encontraba la ciudad de Xeres de la Frontera con respecto a la capital del reino y conocedor de la caótica situación monetaria que trajo Enrique IV a su reinado, -que ya llegaba a su fin-, y que derivó en un estrepitoso fracaso causante de una deflación sin precedentes, hizo caso omiso al Ordenamiento de Segovia, del 10 de abril de 1471, que sólo permitía acuñar a seis casas oficiales de moneda, dando por inválidas todas las demás. La apertura de una casa de moneda en Xeres de la Frontera, sin autorización del monarca, supuso la aparición de “quartos e medyos quartos” de vellón con la marca X estilo gótico que las identificaba, de manera inequívoca, con dicha ciudad realenga. La apariencia cobriza absoluta, como si no tuvieran nada o muy poca plata en su composición, de mediano tamaño, diseño simple y de escaso valor, inducen a pensar que estas monedas debieron ser de uso frecuente y común en las transacciones cotidianas de bajo valor y poca cuantía de la vida económica de la sociedad medieval. El numerario se encuadra dentro del Ordenamiento de Aranda de Duero, del 24 de abril de 1461, por lo que su valor nominal era de 1/4 y de 1/8 respectivamente, con respecto al real de plata que era la unidad monetaria de más alto importe.

El investigador jerezano Francisco Jordi, junto al Alcázar de Jerez.

“Estas monedas destacan por su estilo depurado y de trazado exquisito, aún lejos del quattrocento italiano, -más apegado al gótico-, siendo las más bonitas jamás labradas, en nuestra opinión. En sus anversos, el busto frontal del monarca con su corona de florones de hojas de acanto muestra, en ambos tipos, una plasticidad inusitada, y en el caso de los medios cuartos, se le añaden sendas granadas a los lados como alusión indirecta a la divisa enriqueña de “amargo es el reinar” o “agridulce cuál la granada es el reinar”. Lo mismo podemos decir de sus reversos, donde se repite la exquisitez en el trazado de los castillos almenados que representan una fortaleza, también de frente, de aspecto catedralicio con dos torres laterales que dan cobertura a una de mayor altura en posición central, y debajo la marca de ceca X estilo gótico, inserto en una orla dúplice polilobulada. Las inscripciones externas caligrafiadas con igual belleza suelen ser para ambos tipos “Enricvs Qvartvs Dei Gra[cia]” y “Enricvs Rex Castelle e Le[gionis]”, o lo que cupo de tales lemas con el ordinal monárquico en el flan de los cospeles en que fueron acuñados. Es posible que los abridores de cuños hubieran trabajado, al menos, durante algún tiempo, en la cercana ciudad de Sevilla por la personalidad propia de estas labras enriqueñas”.

Existen evidencias en estas amonedaciones de su circulación más allá de 1471, pues en la moneda de medio cuarto, que acompaña a esta noticia, se han constatado dos perforaciones minúsculas realizadas ex profeso con un clavo para retirarla o, al menos, señalar que estaba fuera de curso legal. Pues, según viene estipulado en la ordenanza segoviana, se ordenaba que los “vehedores de moneda se encargaran de informar de possibles faltas o fraudes en las acuñaciones, e de horadar con un cravo los quartos de bellon falsos, quedando establecido el valor de éstos en tres blancas [e que siguieran corriendo]”. “Ello hace que sea harto improbable que se acuñasen durante el período de la guerra civil fratricida, comprendido entre junio de 1465 con la Farsa de Ávila y julio de 1468 con la muerte en Cardeñosa del propio Alfonso de Ávila”.

En cualquier caso, la existencia de un diploma conservado en el Archivo Histórico Nacional de la Nobleza, “que para nosotros es de un valor histórico incalculable, pues se podría considerar casi como el documento manuscrito definitivo que certifica que, efectivamente, estas acuñaciones se hicieron en Xeres de la Frontera durante el reinado de Enrique IV de Castilla y León. Se trata de una Real Cédula de Perdón otorgada, signada y datada en Madrid, el día 25 de noviembre de 1474, por el rey Enrique IV de Castilla y León -es decir, apenas dos semanas antes de su fallecimiento-, por la cual se perdonaba la vida a Rodrigo Ponce de León, conde de Arcos de la Frontera y marqués de Cádiz, de “cualesquiera delitos que hubieren cometido”, entre los que se contaban el de haber batido moneda de oro y de plata en Xeres de la Frontera, argumentando que la razón de dicha clemencia era “por haber labrado moneda d[e] oro e plata en la çibdad de Xeres d[e] la Front[era]… por quanto todo lo que [el] fizo e labro de la dicha moneda fue hecho por mi mandato e en mi servicio”.

Pese a que este acto contravendría de facto -y, por ende, también de iure- lo reglamentado en el Ordenamiento de Segovia, del 10 de abril de 1471, en donde se expresaba taxativamente que “e non [se fagan] otras pieças”, “o sea, que no se fabricase ninguna otra moneda que no fuese alguna de las permitidas por dicha ordenanza segoviana, entre las cuales, como ya sabemos, no estaban los cuartos ni medios cuartos. Pero es que, además, también se estaría saltando lo expresado con claridad palmaria en las ya lejanas en el tiempo Cortes de Madrid, del 22 de mayo de 1462, en las que también quedó registrado con claridad meridiana en su Cuaderno Real de Cortes que “fue acordado que yo debía mandar que se non contynuase mas la labor de los dichos quartos e dineros e medios dineros que fasta aqui se an labrado; e de aquí adelant devya mandar labrar otra moneda de villon e por que aquella fuese de mejor ley”. Es decir, dicho en otras palabras, que estuviese totalmente prohibido por ley, todo permiso y fabricación de cuartos de vellón -e implícitamente, también de medios cuartos de vellón- desde finales de mayo de 1462. Por lo que, si la ciudad no cayó en manos de Rodrigo Ponce de León hasta agosto de 1471, serían tres años y cuatro meses el tiempo transcurrido desde que el marqués pudo haber logrado acuñar moneda enriqueña en Xeres de la Frontera”.

Esto implicaría, “que es lo más importante de todo lo hasta aquí explicado, que Rodrigo Ponce de León, sí que pudo haber acuñado moneda en la ciudad durante los primeros años de su corregiduría, entre agosto de 1471, con la toma de los Reales Alcázares de Xeres de la Frontera, y noviembre de 1474, con la expedición de la carta de indulgencia del rey Enrique IV de Castilla y León al dicho egregio marqués gaditano. Fechas en las que ya estaban en vigor, tanto la prohibición de amonedar cuartos y medios cuartos dictada en las cortes matritenses de mayo de 1462, como también la obligación de hacer, exclusivamente, las nuevas monedas ordenadas en el decreto regio de Segovia de abril de 1471. Y que, por tanto, sí que tendría todo el sentido del mundo, pues el marqués había contravenido, al menos, dos ordenanzas: una resolución cortesana y otra disposición regia, pero cabe recordar que ambas trasgresiones se habían “hecho por mi mandato e en mi servicio”, tal y como expresaba el monarca en su manuscrito”.

Y, por último, se tiene constancia también de la existencia de una pesa -contrapés, ponderal o dineral-, que se corresponde en todo con la estructura formativa de estos cuartos xericienses, con la única diferencia de tener en el lugar destinado para colocar la marca de ceca, el símbolo de una estrella de seis puntas en vez de la prototípica letra X de Xeres. Esta pieza se realizó con la intención de servir como moneda de muestra o modelo que marcase la pauta a seguir para la consecución de ejemplares morfológicamente idénticos a ella.

En definitiva, “creemos que este nuevo descubrimiento puede suponer una nueva aportación histórica de suma relevancia, en cuanto al esclarecimiento del emblema heráldico de nuestra ciudad de Xeres de la Frontera durante la Baja Edad Media. Pues, la moneda como símbolo de poder y riqueza, además de ser el documento oficial emitido por la ciudad, es nuestra seña de identidad que hay que reconocer, defender y promocionar”.

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