Jerez íntimo
Marco Antonio Velo
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Por más años que pasen, aquí estoy. Aquí estoy. Es lo que me imagino que piensa una mujer que besa la lápida de su familiar subida a una escalera, mientras le limpia la piedra de color negro y le pone peonías rosas. A sus pies, dos mujeres más agarran otro paño y un bote que parece mistol. No me acerco. Lo veo mientras recorro uno de los pasillos del Cementerio de Jerez.
Al otro lado, un hombre de avanzada edad descansa a media mañana apoyando su cabeza sobre el mango de un paraguas. Está solo. A su espalda un matrimonio coloca unas margaritas blancas, mientras terminan de recoger un cubo y la fregona.
El 2 de noviembre se celebra el Día de los Fieles Difuntos y el Cementerio Nuestra Señora de La Merced se llena de flores. Tras el temporal y tras permanecer cerrado varios días por seguridad y limpieza, el camposanto jerezano vuelve un año más a ser escenario de la tradicional estampa de primero de noviembre.
El aparcamiento está lleno desde primera hora. Antes de entrar, un señor ‘refresca’ unos rabanitos de su puesto y otro grita que tiene muy buenos los espárragos y las tagarninas. Hay puestos de flores tras la primera de las puertas del cementerio y las familias terminan de comprar los ramos para que estén lo más frescos posible.
Las largas varas de nardos te envuelven al pasar por su lado. En el interior, el ritmo baja de intensidad. Se anda más lento y se habla bajito. Hay mujeres que empujan carritos de la compra con los arreglos y material de limpieza. Una joven camina con una escalera en el hombro con la mirada fija hacia su destino.
Los niños, arreglados como si fueran ‘de domingo’, corretean por algunas esquinas y un hombre se agacha para lavar un ramillete de flores bajo un grifo y así quitarle el polvo.
Les hablan. Les rezan. Qué pronto te has ido (siempre es pronto). Acarician sus fotos mientras con la otra mano se tocan el pecho. No están, pero siguen estando.
El buen día permite hacer arreglos, como pintar (sobre todo a los que se encuentran tocando el suelo en los llamados cuarteles) y repasar las grietas con yeso. Al menos durante la mañana del sábado el cementerio es un ir y venir de personas, por lo que el dispositivo de limpieza está más presente. De hecho, el reloj no marcaba aún las doce cuando ya retiraban contenedores llenos de basura y vaciaban papeleras.
Monseñor José Rico Pavés presidió la Eucaristía con motivo de la conmemoración de los Fieles Difuntos y después recorrió junto al teniente de alcaldesa de Servicios Públicos, Jaime Espinar, el cementerio hasta llegar a un pequeño ‘descampado’ que podría ser en un futuro una zona verde.
Entre las coronas de alguien a quien despidieron hace poco, una mujer muy mayor mira hacia arriba comprobando cómo ha quedado los arreglos que ha ido colocando la que parece una nieta. Y es que venir cada primero de noviembre o se ‘mama’ o no queda. Por más años que pasen, aquí estoy. Aquí estoy.
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