Desde el conocimiento y la verdad
Diario de las artes
CUANDO conocí a Mario Naranjo descubrí un verdadero erudito de lo artístico. Mario era una persona inmensamente culta. Tenía –tiene- una cultura no impostada, conocedora del verdadero sentido de todo; sabe de arte infinitamente más que nadie. Sabe de ello porque ha leído más que nadie, porque ha oído más que nadie y porque ha contemplado más nadie. Conoce, de primera mano, la dimensión del arte; del arte de ayer y de hoy. No se deja embaucar por lo que dicen ni por lo que hacen; descubre lo que es auténtico sabiendo encontrar la verdad de la creación más pura.
En este universo del arte donde hay tantos enteradillos que no saben absolutamente nada y que se sienten en posesión de una sola verdad, la suya, Mario sabe leer entre líneas y actuar artísticamente en consecuencia. Lo hemos visto muchas veces presentando su obra en comparecencias que aportaban mucho; sobre todo que dejaban el regusto de una pintura sobria, rigurosa y con todos los aditamentos de un arte consciente y lleno de sabiduría.
También hemos sido testigos de cómo a Mario se le ha dado muchas veces la espalda atendiendo a planteamientos esquivos y llenos de envidia. Cuando Mario era un creador nato y un artista sereno, lúcido y consciente, se le discutía tonterías inventadas por miopes interesados y envidiosos. A Mario siempre lo he tenido por artista grande, que sabe lo que quiere y que lo argumenta con sentido y veracidad. Mario es trabajador nato; hacedor incansable de una pintura que transmite un lenguaje personal e intransferible. Cuando muchos se cuestionan asuntos de poca trascendencia, Mario ha seguido trabajando en silencio y haciendo solamente caso a los dictámenes de su necesidad creativa, siempre por encima de las modas alienantes y sólo planteando la verdad del acto artístico.
La pintura de Mario Naranjo es metódica, concienzuda, pulcra y llena de sentido. Goza de muchos sabios elementos extraídos de su poderoso conocimiento de todo lo artístico. En ella se observa un permanente homenaje a la Historia del Arte y sus artistas. Nos sitúa en un amplio abanico de circunstancias -estéticas y plásticas - perfectamente estructuradas. Recrea los máximos estamentos de la expresión cromática, al tiempo que desarrolla los justos esquemas de una figuración, tan rigurosamente planteada, que se sobrepone a las coordenadas de la propia realidad.
Por sus obras se asoman escenarios mediatos, presentidos o reales, que se yuxtaponen a mínimos testimonios de un arte conocido donde tienen lugar la presencia de un hipotético templo de la sabiduría, que encierra toda la gran metáfora de la existencia. Todo establecido con una exacta medida de ejecución donde la forma y el fondo expanden sus más inquietantes manifestaciones.
A Mario Naranjo, la vida, ya, le ha concedido todo el tiempo para trabajar, trabajar y trabajar. El arte está todo el día en su conciencia de creador absoluto. Por eso, ahora, es frecuente verlo en comparecencias importantes buscando que su obra argumente, para todos, su indiscutible sello de personalidad. Hace unos meses se presentó en el Espacio Abierto de la calle Alvar López. Ahora, durante casi dos meses, expone en el magnífico Centro Cultural de La Chanca de Conil; un espacio importante que ha acogido a artistas de indiscutible solvencia. Allí nos sitúa en las coordenadas de una pintura distinta, única y con un valor acentuado desde el conocimiento y la verdad. Porque Mario es un pintor que sabe de pintura. Esto que podría ser una perogrullada, desgraciadamente, no lo es. Hay muchísimos artistas que no han visto lo que otros pintan o han pintado; lo que les hace estar faltos de referencias y, por tanto, de historias para saber por dónde circular bien provistos.
En la obra de Mario Naranjo todo está planteado con la solvencia que otorga el conocimiento. Sabe lo que ha habido, lo que ha dejado huella, lo que trasciende con determinación; a todo ha sabido darle adecuada lectura y asimilar su concepto. Después, su sabiduría, su buen oficio técnico, realiza un proceso compositivo amplio, dejando que la evocación fluya y procure desenlaces únicos para abrir los caminos de un lenguaje, también, único, personal e intransferible. Porque, además, de las buenas posiciones plásticas y estéticas de este artista, su pintura desentraña mucha personalidad, mucha intensidad creativa y una dimensión artística que genera una obra que no ofrece la menor duda.
En la pintura de Mario Naranjo subyace mucho de los grandes gestos de la gran pintura de siempre. Obras importantes que el artista marca de lejos, asume la potestad artística que plantean y las dota de nueva entidad. Una historia que le sirve para mantener diálogos expectantes, para que subsista una especie de metalenguaje del arte para que un hipotético espectador observe la realidad de un arte con muchas posiciones; la principal la que el artista plantea.
Mario Naranjo construye sus obras partiendo de pequeños espacios que se conjugan y yuxtaponen para conseguir una realidad mayor. Piezas que tienen como referencia el mundo del arte y la cultura; piezas a las que él concede una preclara entidad para transportarlas a una dimensión mayor que, a veces, argumenta con frases y textos que completan ese estamento superior donde todo es susceptible de conseguir una realidad representativa y conceptual llena de intensidad creativa. Esta exposición nos transporta a los estamentos de un arte con mayúsculas, realizado desde ese sentido que produce lo que se siente de verdad.
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