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Diario de las artes

Jesús Rosa

Sala ArteaDiario

JEREZ

Obras de Jesús Rosa expuestas en la Sala ArteaDiario

06 de octubre 2024 - 05:00

AUNQUE en la ciudad existen muchos y muy buenos pintores -he escrito en muchísimas ocasiones sobre el muy buen momento en el que se encuentra el arte que se hace en Jerez-, sólo hay un grupito de ellos que, por unas cosas u otras, acoge a los más conocidos; artistas que están en el imaginario colectivo; a veces, no son ni siquiera los que se encuentran en el estamento creativo más alto; pero sí gozan de un especial predicamento entre la ciudadanía. Jesús Rosa es de los que casi todos conocen. Es un muy buen pintor, es una muy buena persona; en el universo artístico se le quiere y se le respeta –cosa no muy habitual en una profesión demasiado cainita- y, además, es de los pocos artistas que te encuentras en las inauguraciones de los compañeros o como visitante en gran número de exposiciones –también esto no es cosa que suele ocurrir-. Es un hombre amable, buen compañero; alguien con las ideas claras; un artista en posesión de un lenguaje muy personal. Por todo ello el nombre de Jesús Rosa es considerado y valorado por una inmensa mayoría.

Personalmente lo tengo como uno de los artistas imprescindibles de la ciudad; un pintor con el que siempre hay que contar y, por supuesto, en quien confiar. Fue, hace más de dieciocho años, de los primeros que expuso en la Sala ARTEADIARIO, cuando ésta se dedicaba a los jóvenes valores y a los artistas de absoluta proyección. Después he contado con él en numerosas ocasiones y lo he incluido en muchas exposiciones colectivas que he tenido el honor de comisariar. Ahora llega de nuevo al espacio de DIARIO DE JEREZ con una muestra de sus últimos trabajos.

A Jesús Rosa lo hemos visto quemar sucesivas etapas desde que terminó su carrera de Bellas Artes. En todas ellas se nos muestra como un artista de una poderosa contundencia formal. No se queda en los esquemas de una figuración efectista y de escasa enjundia creativa. Su pintura siempre ha ido mucho más allá. En ella lo real adoptaba unas posiciones que se apartaban del simple relato imitativo para encontrar estamentos más abiertos donde todo confluye para generar una escenografía de muchos registros. Siempre nos ha interesado ese modelo iconográfico que es una constante en su obra por el cual el artista se apropia de imágenes antiguas extraídas de periódicos o revistas que, a modo de collages, incorpora en la estructura de su obra. Ello crea una especial galería de contrastes que han sido y son referentes en la pintura de un Jesús Rosa que descubre, con ello, un lenguaje personal y único. Imágenes que actúan con el grueso de su planteamiento pictórico y con una serie de textos que desemboca en piezas eclécticas que se abren a una mirada expectante del observador. En su pintura conviven a la perfección distintos parámetros para dar vida a una realidad altamente cuestionada. Son obras que marcan ejercicios tan bien pensados como llevados a la práctica; escenas que interactúan, se superponen, conviven y hasta ejercen de módulos diferenciadores. Si en etapas anteriores hemos asistido a escenas donde la historia y el arte dejaban sus huellas impertérritas y convivían con elementos nuevos que yuxtaponían sus intereses conceptuales en una nueva fórmula plástica de indudable personalidad, la nueva pintura de Jesús Rosa se establece en un universo infinitamente más onírico; lo surreal ambienta sus inestables posiciones en escenarios donde personajes sacados de la calle -un cincuentón en bañador, un hombre de su casa cómodamente sentado en su sillón preferido o una joven en plena actividad consumista en un McDonald's- aparecen enmascarados con un casco de gladiador romano o una pequeña esconde su cara tras un antifaz, empuñando una pistolita de agua. Imágenes que interponen lo real a lo imaginado, lo presente a lo ausente, lo mediato a lo inmediato; siempre con ese especial sello que desentraña la feliz pintura de un artista con claro marchamo de originalidad.

Otra de las pinturas del artista jerezano.

La pintura de Jesús Rosa siempre me ha parecido que promueve un misterio por resolver, un juego de infinitas resoluciones, una historia de capítulos compartidos; siempre me ha parecido un artista que en su pintura guarda un as en la manga. Enseña mínimamente -aunque su discurso sea feliz, contundente y abierto a las mayores y a las mejores experiencias-; incluso envida, reta a la mirada pero siempre deja un resquicio para que su oferta encuentre luz en la vista privilegiada del que contempla la obra.

Una exposición de Jesús Rosa siempre es bienvenida; jamás te deja indiferente. A su juicioso planteamiento artístico se une su claro concepto y su dicción poderosa, sin arbitrariedades ni sujeciones a las imposiciones de una práctica artística donde las modas, los santones embaucadores de lo artístico y las exigencias del mercado cuestionan el propio discurrir de un arte sometido a muchos intereses de unos pocos.

Jesús Rosa vuelve a exponer en la sala del Diario. Lo hace muchos años después. En medio de una y otra muestra el arte, como la propia existencia, el arte, el suyo y el de los demás, ha sufrido muchas convulsiones; los esquemas de la expresión han transcurrido en una dinámica incontrolable. Su pintura, sin embargo, posee el mismo entusiasmo, igual pasión creativa. Ha evolucionado para gritar en medio de una iconografía actuante ‘Break me! - expresión que se repite en muchas de sus obras- y que llama la atención para romper los pobres estamentos de lo que nos rodea.

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