21 días entre basura

De los restos de un botellón a 35 focos de incendios simultáneos · La ciudad pasó de una huelga contra el despido de trabajadores a un escenario de descontrol

Vandalismo a golpe de mechero
Vandalismo a golpe de mechero
María Valero / Jerez

25 de noviembre 2012 - 08:00

"La gente no sabe el peligro que hay en la calle. En todos mis años de servicio, no he visto una cosa igual". Un agente de la Policía Nacional decía estas palabras en la madrugada del pasado jueves mientras contemplaba, aún sin creerse lo que estaba viviendo, cómo los bomberos apagaban un contenedor en llamas. La ciudad, 'ese' Jerez amante de los abrazos con el catavino en la mano, del flamenco y del olor a vino, se ha convertido durante 21 días en un campo de batalla donde las macetas 'caían' del cielo y donde la lucha laboral se convirtió en vandalismo. Una ciudad de pistolas cargadas y de tufo a plástico quemado.

El primer paso de esta transformación se vivió el 18 de octubre, cuando el comité de empresa de Urbaser se anticipó al anuncio del ERE, y convocó para el 2 de noviembre una huelga indefinida ante los rumores de despido de 125 trabajadores. Muchos creyeron que estos paros se desconvocarían antes de iniciarlos (tras una huelga en la limpieza en los colegios ¿se permitiría otra?, dijeron los ingenuos). Pero lo que comenzó como una protesta más en una ciudad marcada por los conflictos, se convirtió en una huelga que abrió telediarios, fue la protagonista de portadas en los diarios nacionales y ocupó minutos y minutos en toda emisora de radio.

Las primeras zonas que se vieron afectadas por la huelga fueron las de botellón. Las bolsas de hielo y el cristal rodaban por la explanada del recinto ferial esperando ser recogidas, pero el escaso 10% de servicios mínimos marcado por la Junta de Andalucía -luego pasó al 50% tras el auto del TSJA- poco podía hacer ante un inicio de paros en un puente festivo. No hizo falta que pasaran muchos días para que las calles fueran testigos de la falta de limpieza y de, por qué no decirlo, del poco civismo de algunos ciudadanos. A pesar de que el Ayuntamiento anunció al inicio del conflicto que quedaba suspendida la recogida de enseres, en la vía pública aparecieron estanterías, cajoneras, colchones, varios sofás, televisiones, lavadoras e incluso un somier.

A la semana, algunos jerezanos cogían en brazos a sus perros mientras esquivaban bolsas por el suelo y los contenedores fueron sepultados por la basura. La alerta entre los ciudadanos fue creciendo. En El Bosque, un vecino lamentaba que junto a una guardería los residuos orgánicos iban ganando terreno en la acera y los usuarios del hospital no daban crédito a la hilera de bolsas que durante días 'dormía' al otro lado de la avenida Reina Sofía.

"Esto ya no es una huelga de basura, aquí las bolsas me van a entrar por la ventana", decía una vecina de la zona Sur. Las primeras reacciones no se hicieron esperar y Jerez amaneció con contenedores tirados por el suelo y basura desparramada por las aceras. La crispación crecía al mismo tiempo que comité de empresa, Ayuntamiento y Junta se echaban las culpas de este conflicto. El 'y tú más' fue de nuevo el mensaje lanzado a diario por todos los portavoces, y mientras los ciudadanos pedían a gritos una solución y una ciudad limpia como respuesta al pago de un recibo cada vez más caro, los trabajadores mantenían su protesta "el tiempo que hiciera falta", el Ayuntamiento estudiaba (y así lo hizo) la contratación de una empresa externa y la Junta declaraba que no había riesgo para la salud a pesar de que las ratas ya estaban 'empachadas'.

Fue en el distrito Sur donde saltó la 'llama' de la desesperación y la crispación ciudadana. A esta reacción se unió la carta blanca que vieron, y aprovecharon bien, los vándalos para despacharse con gusto contra el mobiliario urbano. Y así, mientras que el reloj no había marcado aún la medianoche del martes, las llamadas de alerta por incendios comenzaron a colapsar la centralita de Bomberos, hasta tener que realizar un centenar de salidas en 24 horas. Los efectivos, escasos ante el volumen de trabajo, se encontraron en el MOPU un escenario 'bélico' en el que los contenedores salían ardiendo ante la mirada de los niños que salieron a la calle en pijama. Ellos, los que el vecino llamaba para que sofocaran el fuego, fueron recibidos a pedradas y a golpe de maceta que las señoras tiraban desde sus ventanas. La Policía Nacional tuvo que entrar en escena para proteger a los bomberos y a la Local le faltaba tiempo para acudir allí donde se le solicitaba. Y sin apenas darse uno cuenta, los puntos de conflictos 'corrieron' por el resto de la ciudad. En San Juan de Dios las persianas se recogían para asomar la cabeza, las mujeres salían con la mantita del sofá sobre los hombros y más de una señora lamentaba en voz alta que "quitad eso de una vez. La mierda nos come ya, hombre", mientras, de nuevo, los bomberos removían los restos de lo que fue un contenedor.

Las sirenas se convirtieron en la banda sonora y el fuego puso la luz a las noches de huelga. Atónitos veían los que se encontraban fuera de la ciudad lo que estaba ocurriendo en las calles y se preguntaban si Jerez había sido tomada por el descontrol. Hasta 35 focos de fuego se detectaron simultáneamente y tras una fuerte presencia policial, los vándalos se escaparon entre las llamas con el resultado final de sólo dos detenidos.

Tras la primera noche en la que Jerez ardió (se quemaron 150 contenedores y cada uno de ellos rascará del bolsillo del jerezano unos 1.000 euros) se reforzó la presencia policial en los barrios más problemáticos. Dos furgones de antidisturbios controlaban ya en la madrugada del jueves barrios como San Benito. Allí, los vecinos no dudaron en sacar a medianoche las sillas de playa como si la calle fuera una pantalla de cine en la que echan una película de acción.

Finalmente, el 22 de noviembre y tras una hora de asamblea, los trabajadores levantaron la mano para poner fin a la huelga. Un acuerdo entre empleados y concesionaria -"el menos malos de todos los posibles", dijo el comité- permitió que a las diez de la noche salieran uno tras otro los camiones de Urbaser. 21 días tras los que nadie ha ganado y todos han perdido: los trabajadores, un 6% de salario y mejoras sociales; el Ayuntamiento, credibilidad cuando, tras el anuncio de que la Junta venía, propuso una reunión urgente para mediar; la Junta, el respeto de muchos al declarar desde todos los puntos de Andalucía, menos desde Jerez, que la situación en la ciudad era "incómoda, pero sin riesgo"; y los ciudadanos, todos los que durante esos días vieron cómo las montañas de basura crecían a un ritmo de miedo y nada podían hacer para remediarlo. Para todos, y más para el vecino, la huelga de basura pasará factura.

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