El difícil espíritu de lo nuevo
Diario de las artes
A Paco Pinto en la ciudad, desde siempre, se le ha vinculado, como uno de los grandes imagineros procesionales que en Jerez han existido. En el ánimo de muchos están casi todas las obras que han salido de sus manos y que forman parte de las hermandades y cofradías de la ciudad y de otros sitios. Por citar algunos de los de aquí, los sayones del paso del Señor del Consuelo de la hermandad del Transporte, los del paso de Cristo de la Exaltación de la cofradía de las Viñas, la Virgen del Patrocinio de la Hermandad de Santa Marta, el Señor de las Misericordias de la Candelaria, por citar sólo algunos. Considero de tremenda importancia la imagen del Cristo Yacente de la Hermandad del Santo Entierro de la localidad sevillana de Lora del Río y la de Jesús Orando en el Huerto de la iglesia Prioral de El Puerto. Realizó obras imágenes para Córdoba, Málaga, Guadix, Huércal Overa y un conjunto de relieves y esculturas para una parroquia de Santo Domingo en la República Dominicana. Pero, estoy seguro de ello, la obra que lo encumbró como imaginero fue la del Cristo del Perdón, hoy en la ermita de Guía. Una obra muy importante porque, además de su propia valía artística, generó una nueva posición en la iconografía semanasantera, territorio complejo, al que la vuelta de tuerca que dio Paco Pinto fue, al tiempo que importantes, muy esclarecedora y generadora de nuevas perspectivas muy necesitadas. Porque Paco Pinto Berraquero fue un imaginero valiente y con personalidad, mucha personalidad; aportó carácter a una parcela artística donde lo igualatorio, lo inamovible, la pacatería, el desafecto hacia lo nuevo y la mínima voluntad por la renovación y el avance han sido -y continúan siéndolo notas dominantes-. Paco dio un paso adelante y se posiconó en una realidad que necesitaba argumentos renovadores.
Pero Paco Pinto no se quedaba en el mero escultor imaginero inmerso en las determinantes actuaciones que encargaban las cofradías, hermandades y demás instituciones religiosas. Era artista artista y no sucumbía totalmente a las exigencias de tales corporaciones, dejando claras sus intenciones y marcando las rutas artísticas que su fuerte carácter creativo poseía. Esta exposición, excesivamente atiborrada de piezas que distorsionan la mirada de lo expuesto e inciden negativamente en una adecuada contemplación, nos da la visión de esa amplia intensidad creativa de un Paco Pinto que fue imaginero pero, además, un extraordinario dibujante y un pintor con claridad miras y argumentos sobrios que se alejaban de los pobres registros que se hacían en aquellos años cuando muchos no querían saber nada de avances y nuevas formulaciones mientras otros ansiaban encontrar caminos renovadores. El artista jerezano asumió los retos del arte contemporáneo y se abrió a un consciente ejercicio de clarificadoras posiciones.
El desnudo ha sido uno de los grandes motivos empleados en el arte de todos los tiempos. La figura humana desentrañaba muchas connotaciones que no eran de práctica fácil. El escultor, con un dominio seguro y contundente del dibujo, se adentraba por el apabullante esteticismo del desnudo, con una calidades y unos planteamientos formales poderosos, que le permitían acceder a cualquier buen estamento. Con ese dibujo contundente, Paco Pinto modelaba la figura con criterio y suma potestad; era la base sustentante de lo que partía todo. Desde esa línea magnífica la intensidad creativa del artista podía asumir cualquier planteamiento y lo hizo, especialmente en un desnudo sobrio, sin estridencias, modelado con precisión pero abriendo las posibilidades de una plástica abierta donde cabían infinitos nuevos estamentos. De esta manera nos encontramos un autor que daba forma a una escultura basada en los rigores del volumen, en los desarrollos de la forma artística y en los esquemas de la simple sugerencia. Era el Pinto expresionista, el ejecutor de una obra esencial, sin las determinaciones de una figuración epidérmica y siguiendo las rutas que se habían abierto en la gran escultura del siglo XX, con claras reminiscencias de Constantin Brancussi y Jean Arp. Además, en la exposición nos encontramos con el trabajo pictórico de Paco Pinto, mucho menos conocido. En su pintura se observa un especialísimo interés por el constructivismo, por las formas en movimiento, por un expresionismo básico que suspende la argumentación figurativa y acentúa el rigor plástico.
Francisco Pinto Berraquero nació hace un siglo. El arte y la vida, en este tiempo, ha evolucionado; infinitamente para bien y, muchas veces, con el pie cambiado. En lo artístico lo vemos constantemente. El artista jerezano asumió muchos de los postulados que el deambular del arte fue concediendo. Él a todos le dio un sello especial y eso, en este universo donde todo se parece a todo, es tremendamente importante.
Creo que la exposición de los Claustros -para mi modo de entender con exceso de obras que, por momentos, distorsionaban la contemplación y producían cierta contaminación visual- es necesario para el conocimiento de un artista importante; sobre todo, en una escultura a la que concedió una máxima voluntad renovadora y que abrió muchos caminos que, hoy, desgraciadamente, con la poca escultura existente, no han evolucionado suficientemente. Su trabajo está ahí y es un referente claro donde se debería mirar más.
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