Cuando el disfraz 'tomaba' Jerez

Cualquier tiempo pasado fue mejor para el carnaval, años en los que las calles se llenaban de máscaras, lidia de toros y concursos en los casinos · Cinco muertes en 1935 motivaron la suspensión de las fiestas

M. Valero

02 de marzo 2011 - 08:02

“De corazón saludamos/ a este pueblo de Jerez/ porque aunque esté en decadencia/ siempre tiene que valer/ porque sus hijos son nobles/ y modelos de honradez”. Estas líneas corresponden a una de las letras que las agrupaciones jerezanas cantaban en 1901.

Las primeras referencias históricas de esta fiesta en la ciudad se remontan a 1592, año en el que un acuerdo del Ayuntamiento, con fecha del 9 de febrero, recoge textualmente la palabra ‘carnaval’. Los documentos que existen sobre el evento se concretan en algunos acuerdos de los distintos cabildos municipales en el archivo histórico que Soto Molina legó a la Biblioteca para “utilización y aprovechamiento cultural del pueblo jerezano”.

Pero ya a finales del siglo XVI se menciona el evento, según el libro Costumbres y leyendas de antaño de Fernández Formentari, donde se puede comprobar que la lidia de toros era tradicional durante el evento. Así, en 1778 se lee en un acta municipal el siguiente texto: “Y el señor síndico personero dijo: que la costumbre de correr toros enmaromados en esta ciudad en la temporada de carnaval, y hacer la principal nobleza en la intermedia escaramuzas a caballo, es tan antigua como que algunos autores la dan origen desde el tiempo de Julio César, y otros, desde la gloriosa acción que consiguió Diego Fernández Herrera matando al infante tuerto en los llanos de la Aina”.

Antonio Mariscal, en Historias de la historia de Jerez, recuerda que a principios del siglo XX el principal marco para su celebración eran las calles Larga, Lancería y sus aledaños, así como la plaza del Arenal, las cuales eran cerradas a todo tránsito de carruajes. Desde las cuatro de la tarde hasta las doce de la noche durante los tres días del carnaval se celebraba el denominado ‘paseo de máscaras’. “Cientos de personas disfrazadas y con la cara cubierta con una máscara hacían las delicias de mayores y pequeños, muchos sentados en sillas colocadas al efecto en las aceras para presenciar cómodamente un inacabable desfile de disfraces, mientras la mayoría de la gente se arremolinaban alrededor de las comparsas musicales con originales disfraces”, señala Mariscal.

En la calle se podían ver numerosos puestos de caramelos, arropías, cacahuetes, barquillos de canela y altramuces. Y por las noches, los animados bailes de máscaras, sobre todo los celebrados en los Casinos, se convertían en el acontecimiento social de mayor relevancia, reuniendo a lo más distinguido de aquél Jerez. Tanto es así, que más de uno ha criticado que los carnavales hasta 1935 pronunciaba más la brecha de las clases sociales.

En un artículo publicado en 1986 por Antonio Arias en este diario, se recogía que la llamada ‘gente de bien’ tenían lugares de reunión y celebración en los casinos o círculos céntricos. “A dichas celebraciones acostumbraban asistir destacadas personalidades, como aconteció, por ejemplo en 1931, cuando el propio presidente del Gobierno, general Primo de Rivera, tomó parte en el tradicional baile carnavalesco del Casino Jerezano”.

Las fiestas concluían el domingo con la ‘Piñata’, en el que los casinos y sociedades recreativas competían en organizar divertidas piñatas para animar a los pequeños de la casa. La diversión se congeló tras la fecha citada por los numerosos hechos delictivos. El domingo de piñata de 1935 aparecieron cinco personas asesinadas en la llamada calle de Las Siete Revueltas lo que supuso la supresión por orden del Gobierno Civil de la actividad carnavalesca. La Guerra Civil y los cuarenta años que le siguieron provocaron que la fiesta cayera en el pozo del olvido hasta el reinado de Juan Carlos I.

Las fiestas regresaron con menos fuerza, siendo la última ciudad de la provincia en la que resurgieron las letras satíricas y jocosas. Según Manuel Mazzoni, de la coordinadora Pro-Carnaval, la fiesta volvió con fuerza al calendario gracias a los propios jerezanos. Las barriadas de La Granja y San Juan de Dios fueron los principales focos de peñas y agrupaciones carnavalescas, “había mucha tradición y muchas ganas de carnaval”, resalta Mazzoni.

En 1985 ya hay noticias sobre la vuelta de la fiesta en el Casino Jerezano e incluso el baile de disfraces a beneficio de Upace el 22 de febrero de ese mismo año colgó el cartel de completo. Concursos de disfraces en el templete del González Hontoria, carrozas por el centro de Jerez y una gala carnavalesca en el teatro Villamarta completaban la agenda de actos a mediados de los 80. Tanto es así que en 1986 se dio el primer pregón y se nombró ‘diosa’ a la artista María José Santiago, aunque finalmente por “problemas” no pudo ejercer de dicho cargo.

Tras unos años dorados, de nuevo llegó el declive y en esta ocasión parece que no remontará con las mismas ganas que en anteriores ediciones. Mazzoni reconoce que desde hace unos diez años la fiesta ha ido a menos porque “al político no le interesa la discordia del carnaval. Aquí, los jerezanos se avergüenzan de salir disfrazados porque hay un gran sentido del ridículo, aunque sí hay gusto por la fiesta al ver que muchos se van a Cádiz, Sanlúcar y Chipiona”. Sobre la última edición, el jerezano pone de relieve el esfuerzo de Cultura por una programación“con muy pocos recursos. Nuestra pena es que no ha llegado nadie al Ayuntamiento que haya querido contar con el carnaval como una fiesta más”.

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