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Filosofía de la medicina

Educación | Cerebros en toneles

Juan Carlos González García

10 de noviembre 2020 - 05:00

Báculo de Asciepio, asociado a la curación de enfermos con la medicina.

La filosofía suele dedicarse a reflexionar sobre los conceptos que utilizamos en la vida cotidiana, en el ámbito de las ciencias, las artes y las tecnologías. Es una reflexión de segundo grado. El filósofo piensa sobre las teorías y creencias que manejamos en las diferentes áreas de conocimiento. Así que hay filosofía de la matemática, de la física, de la biología, del arte, de la técnica, de la política… Y también de la medicina.

Cristian Saborido, profesor de filosofía de la UNED, ha publicado 'Filosofía de la medicina' (Tecnos, 2020), una excelente introducción a los problemas que estudia esta disciplina. Analiza los presupuestos teóricos que hay detrás de la práctica médica. El libro está escrito con un estilo claro y preciso, con referencias a la bibliografía esencial y un glosario de los términos utilizados. El autor imparte las materias de Filosofía de la ciencia, Bioética, Introducción al pensamiento científico, Problemas filosóficos de la biología y Filosofía y medicina.

Estamos ante un texto divulgativo y didáctico que se enmarca dentro de la filosofía de la ciencia. La reflexión sobre salud y la enfermedad es tan antigua como la filosofía. Ya encontramos reflexiones sobre estos conceptos en Hipócrates y Galeno. Sin embrago, ha sido en las últimas décadas, tras el auge de la ética clínica, cuando se ha consolidado como área autónoma.

Existen dos grandes corrientes, la naturalista y la constructivista. Si la distinción entre salud y enfermedad estriba únicamente en criterios biológicos y fisiológicos, entonces somos naturalistas. La fisiología define el funcionamiento ideal de nuestros órganos. Hay enfermedad cuando no funcionan bien. A veces se recurre a criterios estadísticos para establecer la normalidad. Este enfoque propone una noción objetiva de salud y enfermedad, así que los aspectos subjetivos y sociales no son pertinentes. Como mucho, algunos naturalistas incluyen el contexto ecológico.

El naturalismo suele ser acusado de reduccionista y de cientificista. Todo lo reduce a mecanismos fisiológicos. La corriente opuesta propone un marco teórico más amplio. La historia de la medicina nos muestra muchos ejemplos de cómo los valores, los prejuicios o la ideología condicionan nuestra forma de definir las enfermedades. Los médicos, los investigadores, las instituciones y los pacientes están influidos por su marco social e ideológico. Cristian Saborido nos recuerda que “se ha tratado médicamente a la los homosexuales, a los disidentes políticos, a las personas de otras razas o a los zurdos como si en su propia naturaleza hubiera algo incorrecto que debía ser arreglado”.

Los constructivistas extremos hacen hincapié en el fenómeno de la promoción de enfermedades. La industria farmacéutica es la que define las patologías, para crear nuevos medicamentos y obtener grandes beneficios. Cristian Saborido dedica un capítulo al tema de la clasificación de las enfermedades, y otro a las patologías mentales y la polémica sobre su definición. Para clasificar utilizamos categorías, criterios. Un enfoque realista radical puede dar a entender que las enfermedades son entidades que existen por sí mismas ahí fuera… Un enfoque más constructivista resalta el papel del contexto social en el que se lleva a cabo la práctica médica. Las enfermedades serían construcciones sociales, no realidades naturales independientes de nuestras acciones y valoraciones.

La medicina no es sólo biología aplicada. La tarea de los médicos tiene una dimensión teórica y otra práctica. Para ser un buen profesional de la medicina es necesario cumplir tres condiciones: conocer los procesos biológicos de nuestro cuerpo, dominar las técnicas y herramientas para intervenir en él, y desarrollar la virtud de la prudencia, “esa capacidad de discernimiento moral que les sirva de guía para que la práctica médica suponga siempre una contribución positiva en beneficio de los enfermos”. Estamos ante una disciplina normativa, no solo descriptiva.

Para el autor, el mejor enfoque para abordar todos estos asuntos es el pragmatista. Los conceptos son inseparables de nuestras acciones. Debe ser la práctica médica la que determine qué es lo útil en cada momento. Hay que tener en cuenta las consecuencias de las clasificaciones, técnicas y terapias. Pero no se trata de caer en un relativismo radical. “La práctica médica, dice Saborido, se mueve siempre entre la ambición de objetividad naturalista y el reconocimiento constructivista de la relevancia de las subjetividades, y es en ese territorio en el que juega un papel principal la frónesis, la prudencia médica”.

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