Jerez Íntimo
Marco Antonio Velo
De Jerez a San Fernando: un abuelo habla con su nieto
En 1970, cuando todo era alegría y dinero en el negocio del vino de Jerez y no se percibía ni desde lejos el cataclismo que se avecinaba, dos grandes compañías se implantan en Jerez. Fueron estas Harveys, que venía operando desde Gran Bretaña pero no contaba con sede central en Jerez, y la también británica Croft, que hasta ese momento había orientado sus esfuerzos al vino de Oporto. Esto deshacía la profecía de algunos barones del jerez que opinaban que, a partir de 1956, no se levantaría una Casa más en Jerez. Y, entre una y otra, me inclino por Croft.
Explicaré porqué: Primero, porque su nacimiento se produce en un momento peliagudo para el jerez, con la crisis a la vuelta de la esquina y la contracción del consumo del vino; y segundo, porque la reconstrucción de su historia (que anda desperdigada) es amena y está llena de nombres que lograron hacer de su marca principal, el Pale Cream Original, una de las más vendidas en su momento. Si hemos dedicado líneas y líneas a los 'invisibles' Harveys, hagásmolo ahora con la joven Croft, que sólo alcanzó los treinta y cuatro añitos.
Croft and Co. Ltd. es una de las compañías vinateras más antiguas. Se fundó en Oporto, en 1678 con el nombre de Phayre & Bradley, pero el nombre de Croft no aparece hasta 1736, cuando adoptó el nombre de Tilden, Thompson and Croft.
Uno de los socios era John Croft, que debió que ser un tipo divertidísimo; bien respetado como anticuario y como vinatero, aunque sea criticada alguna de su voluminosa obra sobre el oporto.
En el camino de la bodega aparecieron a principios del pasado siglo dos hermanos: Eran los Gilbey, Walter y Alfred, que adquirieron la compañía Croft en 1911. Los Gilbeys mantenían estrechas relaciones con la familia González en lo concerniente al mundo del vino... pero también en lo relativo al amor.
Walter era un gran deportista y conocido criador de caballos percherones y con su hermano Alfred pasó todo tipo de calamidades. Ambos se vieron envueltos en la guerra de Crimea de 1857 y, a su término, se asociaron con su hermano Henry, un próspero comerciante de vino, y crearon la compañía importadora de vinos de Sudáfrica W&A Gilbey Ltd., que abrió sus oficinas en Oxford Street, alcanzando un enorme éxito.
Y prueba irrefutable de esa estrecha unión entre las dos familias es que dos hijos de Alfred y Agnes Crosbie casaron con grandes familias bodegueras: Newman John Gilbey lo hizo con María Victorina Ysasi González y William con Margarita Petra Gordon. A su vez, sus hijas María de las Mercedes Cristina (Queenie) Gilbey Gordon contrajo nupcias en 1923 con Ricardo González Gordon y Hilda Gilbey con Gabriel González Gordon en 1928.
Después de esto y con el tiempo, todo parece difuminarse y embrollarse. En 1962, W&A Gilbey Ltd. se fusiona con otras dos compañías. Nace así la Internacional Distillers & Vintners (IDV) que, a su vez, sucumbió a una oferta de adquisición realizada en 1968, convirtiéndose en subsidiaria de los cerveceros de Watneys, integrados en la todopoderosa Grand Metropolitan.
Y como quiera que las noticias que llegaban a Oporto eran excelentes para el jerez, los ingleses convinieron que podrían disponer de una marca líder también en España. Esta práctica no es nueva y en la historia nos toparemos con grandes bodegueros que, además del jerez, comerciaron con el oporto como negocio paralelo y complementario.
El 25 de mayo de 1970 es una fecha importante para la compañía. Se constituía Croft Jerez SA con la idea de ser la compañía de producción de vino de jerez de la IDV. De aquel primer histórico consejo de administración se conserva una fotografía en la que aparecen José Novas, Lorenzo Díez, Geoffrie Hallowes, ManuelZarraluqui, Enrique Fernández de Bobadilla y Stanley Lee. Y si la abejapuede presumir de aquellos 'cinco magníficos' que comenzaron en silencio y como hormigas el primitivo negocio de Zoilo Ruiz-Mateos, la familia Benítez, en el caso de Croft fueron hasta siete aquellos valientes a los que se encomendó el inicio del negocio: Pepe Zambrano, Luis Ragel, Lobatón, Juan López, Juan Lara y El Toto, entre ellos, fueron los encargados de iniciar aquella aventura en la primitiva sede que levantaron en la calle Zaragoza. Allí trabajaban en dos naves, junto a una fábrica de puntillas y frente a la plaza de toros. La planta de embotellado se encontraba enfrente, junto a las instalaciones de Williams de la calle Circo y poseía depósitos de brandy en la calle Puerta del Sol. En su accionariado aparecían nombres de la aristocracia jerezana, entre ellos los de los Díez-Hermanos, y puede decirse que el lanzamiento de su Pale Cream Original fue tan exitosa, que sorprendió a la propia compañía.
El Pale Cream Original es un vino blanco y dulce, muy del gusto inglés, cremoso y de intenso aroma. Eso encantaba a la clientela británica, aunque su acogida fue también muy aceptable en el país. En la feria de Málaga acaparó tanta aceptación que fue bautizado con el simpático nombre del 'pilicrin', contracción del Pale Cream.
La verdad es que Croft no partía de cero. Contaba con las afamadas soleras que Gilbeys ya poseía en González Byass y de la inmediata demanda de vino por parte de la IDV. Y como aquello parecía prosperar, se decidió trasladar su sede a un gran complejo de bodegas al estilo tradicional, en un lugar ideal, el norte de la ciudad, con una capacidad para 50.000 botas y donde se integraban todas las fases de producción del negocio. Era el Rancho Croft. Aquella jaula dorada que había ideado Vicente Massaveu sobre unos 300.000 metros cuadrados era soporte productivo de uno de los vinos más vendidos del mundo aunque aún hoy, después de una docena de años, algunos de sus trabajadores hablen de un "edificio carente de alma".
Como consejero delegado y director general figuraba un economista madrileño, de educación marianista, Manuel Zarraluqui Arana, un hombre que había trabajado durante años para la United Sherry Shippers y que se adaptó perfectamente a Jerez como lo demuestra su boda con la jerezana Beatriz Pardo Domecq. Zarraluqui se rodeó de dos directivos, Manuel Morales Rodríguez, director técnico, y Antonio Agar Rodríguez, jefe de administración. Francisco Valle Almeda ocupaba la dirección de Exportación y, otro jovencito, Arturo Erosa Ramírez lo hacía como enólogo.
Pero si hubo un hombre querido y con carisma en la bodega, ese era José Páez Corona. Páez fue el primer empleado de la compañía. Trabajaba el hombre en el departamento de contabilidad y durante veinticinco años había trabajado para una compañía jerezana, 'Trefilados Andaluces', que producían tornillos y tuercas. Era jefe de administración en la firma cuando pasó en 1970 para convertirse en el primer empleado de la compañía.
Luego estaba el capataz Juan López Ruiz, de figura imponente, hombre bregado en la bodega desde los catorce años y, por más señas, campeón de la venencia en la Vendimia de 1969, llenando catorce copas en una mano desde una altura de cuatro pies... O Francisco de la Riva, Paquito, director comercial, Luis Morales Franco, José Moreno Domingo, Antonio Ramírez Monje...
En septiembre de 2001, Croft Jerez sufrirá otro cambio. González Byass compra la compañía pagando a la multinacional Diageo 8.985 millones de pesetas. Querían los del 'Tío Pepe' con esta operación aumentar su peso en el mercado exterior, principalmente en el británico, donde marcas de Croft como el 'Original' -que resultó ser el segundo producto más exportado del Marco- gozaban de una enorme aceptación.
El resto pertenece al pasado más reciente: González vende en 2004 el complejo a Tampa Grupo Inmobiliario por 6.000 millones de pesetas tras haber trasladado a sus históricas instalaciones las soleras y resto de actividad de Croft. Más tarde, Tampa vendió los terrenos al Grupo de Ángel Monreal para desarrollar un plan urbanístico. Pero la recalificación para construir llegó cinco años más tarde. Era 2009.
Y en esto, que estalló una burbuja.
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