Jerez Íntimo
Marco Antonio Velo
De Jerez a San Fernando: un abuelo habla con su nieto
Invasión de energías renovables
Muchos jerezanos desconocen el tesoro que constituye el patrimonio vitícola de los pagos del Marco de Jerez, que se extiende a escasos kilómetros de la ciudad, principalmente por su zona oeste. Ahora que la Denominación de Origen más antigua de España empezaba a recoger los frutos del esfuerzo realizado durante décadas por viticultores y bodegas para preservar ese tesoro milenario, el paisaje moldeado por el viñedo, su flora y su fauna, los históricos pagos jerezanos se enfrentan a la invasión de las energías renovables, que se cierne como la gran amenaza para el cultivo de la vid y todo el acervo cultural que lo acompaña.
Paradojas de la vida. Las llamadas energías limpias, sin duda necesarias para la lucha contra el cambio climático, se erigen en este caso en el principal enemigo de otra actividad respetuosa con el medio ambiente y su biodiversidad, ejemplo de integración en el paisaje y de sostenibilidad, acorralada en los últimos tiempos por el avance desenfrenado de los parques eólicos y los huertos solares, que amenazan con romper la armonía de Jerez y otras muchas regiones vitivinícolas del país, en las que surgen movimientos sociales que claman contra esta "barbarie".
Renovables sí, pero no a cualquier precio. Este podría ser el lema del frente común surgido en Jerez a raíz del inicio de las obras del parque eólico El Barroso que supone un gran lastre para el desarrollo enoturístico y económico de un enclave privilegiado, singular y único que los jerezanos deberían sentir y defender como propio.
Por lo pronto, según se puso de manifiesto en el último pleno del Consejo Regulador del vino, el parque que promueve Capital Energyse ha llevado por delante cuatro proyectos enoturísticos en una zona donde otros fondos de inversión andan como locos en busca de terrenos para plantar sus molinos de viento, aprovechando la debilidad de algunos viticultores, ya entrados en edad, a los que les ha llegado la hora de retirarse tras toda una vida dedicada a sus viñas.
Desde el primero hasta el último de los viticultores y bodegueros que siguen en activo se preguntan cómo es posible que se haya dado carta de naturaleza a este “atentado ambiental" en una zona de especial protección, como la del viñedo histórico de Jerez, catalogado como paisaje y delimitado como zona con condicionantes específicos en el Plan Especial de Ordenación de los Recursos Eólicos del término municipal.
Los pagos históricos, los mismos que dieron fama mundial a Jerez a través de sus vinos, deberían tener catalogación de zona de exclusión, pero el gobierno local no lo consideró necesario cuando la Asociación de la Ruta del Vino y el Brandy del Marco de Jerez solicitó años atrás una mayor protección del viñedo en aras del mantenimiento de la actividad vitivinícola, del desarrollo enoturístico y de la conservación del paisaje.
Joaquín Gómez Besser, Peter Sisseck, Willy Pérez y Alberto Orte, viticultores y enólogos que han contribuido a la revitalización de los pagos jerezanos, son algunos de los afectados que alzan su voz para tratar de sensibilizar a la ciudadanía de lo que hay en juego y pedir cordura a las Administraciones públicas, que un día enarbolan la bandera del enoturismo y al día siguiente la cambian por la de las energías renovables, para que den una respuesta coordinada frente a un problema que puede hipotecar durante décadasuna de las grandes señas de identidad de Jerez, además de fuente de riqueza arraigada a la tierra y de interés social.
La familia Gómez Besser, entre los afectados directos del parque eólico El Barroso, hace un año que recibió la visita de la empresa promotora, que como han denunciado en los últimos días otros propietarios de viñas de la zona, expuso a las claras que “o firmas el acuerdo -para el arranque de parte de su vñedo por la servidumbre de paso- o te expropiamos”.
Pegada a su viña, en la que elaboran Meridiano Perdido, un vino de pasto 100% de uva Palomino, va uno de los aerogeneradores de más de cien metros de altura que ha chafado los planes de Joaquín y sus hermanos de comprar una parcela vecina que corona Cerro Pelado, entre Añina y Macharnudo, para construir una bodega con visión de 360 grados del entorno del viñedo.
“Esta es una zona de paso de la ruta migratoria de las aves hacia Doñana que frecuentan los ornitólogos por su riqueza”, explica el viticultor y enólogo, quien califica el proyecto de “atentado contra la lógica humana”.
El también vocal del Consejo Regulador asegura que “están machacando mi futuro” y confía en la justicia, a la que acudirá en caso de que la empresa logre la declaración de utilidad pública para la expropiación de sus tierras. “Si es legal, que vengan con la sentencia y paguen por el lucro cesante de la actividad”, añade. “Esto es un error histórico del que nos arrepentiremos en el futuro y tendremos que rendir cuentas por haberlo permitido”, lamenta, al tiempo que alude al “enorme esfuerzo y a la enorme inversión realizada en Jerez para poner el vino en su sitio, así como el gancho turístico para la ciudad y su desarrollo económico que tiene el viñedo”, que se pueden ir al traste por la invasión de las energías renovables.
La declaración de utilidad pública para la evacuación de la energía, que prevé la instalación de una quincena de torres y el cableado de alta tensión en otras tantas parcelas de Añina, es clave para los afectados en su intento de paralizar el proyecto. Sin evacuación no hay parque que valga; sería como fletar un tren de Jerez a Sanlúcar sin vías.
En su largo año de lucha en solitario, Gómez Besser se topó con un funcionario público con muy malas pulgas que le puso de vuelta y media por el simple hecho de que un ciudadano pudiera cuestionar una decisión adoptada por la Junta, en concreto la autorización para la construcción del parque que según han podido constatar los afectados generó un contencioso-administrativo tras caducar, escollo que finalmente se resolvió en extrañas circunstancias y que también investiga la plataforma en su búsqueda de resquicios legales en los que basar su alegato.
Peter Sisseck,
el enólogo danés afincado en Ribera del Duero y padre de Pingus, de los tintos españoles más codiciados, aterrizó hace unos años en Jerez, que considera la “región vitivinícola más interesante del mundo en la actualidad”, para el desarrollo de un proyecto bodeguero centrado en los finos de crianza biológica del viñedo propio que adquirió en Balbaina y Macharnudo.
Sisseck, afligido por un problema que se reproduce por toda la España del vino, no alcanza a entender la “falta de respeto al paisaje cultural, en este caso a Macharnudo, el emblema de Jerez y el pago más conocido internacionalmente”. “Tan importante es cambiar las fuentes de energía como respetar el paisaje, que es patrimonio de todos”, señala el enólogo, bodeguero y viticultor, al que no le entra en la cabeza que no se agoten otras posibilidades, como la instalación de las energías renovables en el mar que es práctica extendida en su país de origen o en Estados Unidos, antes de afectar al viñedo.
“Estamos muy indignados;en nuestro viñedo estamos bastante afectados y ya tenemos en Balbaína un ejemplo del daño que pueden hacer los aerogeneradores”, indica, por lo que hace un llamamiento a la empresa y a las Administraciones para que, “por favor, busquen alternativas porque esto es una tragedia muy grande”.
Sisseck conoce de cerca la polémica vivida en Ribera con la construcción de una autopista junto a un monasterio cisterciense, una de las joyas del patrimonio arquitectónico del lugar, que se autorizó tras “un proceso político oscuro y raro que espero que no se repita en Jerez”, donde no entiende “cómo se ha permitido esta barbaridad que sólo beneficia a una empresa de fuera, una multinacional que no genera ningún beneficio local”.
El enólogo danés desconoce si, de haber tenido conocimiento del proyecto del parque eólico con anterioridad, se habría aventurado a invertir en Jerez. “Es difícil saberlo, pero posiblemente no lo habría hecho”, señala, para luego apostillar que “es una lástima, pues Jerez es conocida por sus vinos, no por sus parques solares”.
Cuando los molinos de viento invadieron el pago de Balbaína, Willy Pérez era demasiado joven para entender el impacto que estos gigantes de las energías renovables podían tener para el patrimonio vitícola jerezano, del que el enólogo de Bodegas Luis Pérez se ha convertido en uno de sus más activos defensores que le han llevado a crear la Asociación Paisajes y Viñedos de Jerez, integrada en la federación del mismo nombre, sólo que de España, impulsada por Álvaro Palacios, entre los grandes referentes del vino español.
La federación se creó, precisamente, para frenar el avance de las energías renovables en el entorno del viñedo con la implicación de las Administraciones públicas, que exigen este cauce formal para elevar propuestas al Congreso de los diputados.
Según Pérez, que compara el avance de las renovables en el viñedo con el desarrollo urbanístico de las costas españolas en los años setenta, “todos estamos concienciados de la necesidad de impulsar las energías renovables pero también hay que tener en cuenta las zonas que tienen un potencial paisajístico y de desarrollo económico; es un problema que afecta a toda España, pero no hay sensibilización”.
Junto al resto de los principales afectados de la plataforma de defensa del viñedo, Willy Pérez ha abandonado en la última semana su trabajo para dedicarse en exclusiva a mover el papeleo y recabar información para la batería de acciones que están preparando contra el parque eólico El Barroso, gestión para la que el tiempo apremia y en la que se han encontrado con grandes dificultades para acceder a la documentación.
El enólogo y viticultor afirma que, al margen del impacto visual, el problema de los molinos de viento es que “parece que no molestan tanto, pero sí lo hacen, ya que no solo perjudican a la parcela en la que se ubican, sino que terminan por afectar a todo el pago, que se desertiza” y echa en falta más protección pública del interés general, pues “las energías renovables se instalan a tal velocidad, que no somos capaces de responder”.
Además, añade, “hay una gran desproporción entre el impacto de los molinos y el beneficio para la población”, y prosigue: “El paisaje es patrimonio de todos los jerezanos y algo que tiene tanto impacto no puede ser decidido por los vecinos afectados, debe ser una decisión consensuada por todos los ciudadanos”.
El también enólogo y viticultor Alberto Orte, de la Compañía de Vinos del Atlántico enclavada en Añina y portavoz de la plataforma de afectados, critica la “destrucción de un patrimonio que no nos pertenece solo a los propietarios de viñas, una actividad con más de tres mil años de historia a la que viene a sustituir otra actividad que no tiene nada que ver con el territorio en el que se instala”.
Orte alerta de la huida de inversiones, la degradación del precio de la uva y la aceleración de la pérdida de viñas en una zona deprimida, pero con gran interés enoturístico. “El viticultor es el eslabón débil de la cadena al que buscan las empresas con intereses en las energías renovables para ofrecerles un dinero que no ganan con la viña”, explica, pero “esto es como poner un molino en la catedral de Burgos, como si te ponen un vertedero al lado de tu negocio cuando Jerez tiene un término municipal muy grande donde podrían instalarse las renovables sin dañar el viñedo”.
“Todavía estamos a tiempo de pararlo y vamos a luchar para ello” porque esto es “un deterioro para la marca Jerez, para los jerezanos, los andaluces y para todo el mundo”, apostilla.
Ángel León, muy sensibilizado con el paisaje vitícola del Marco de Jerez, asume la causa de los afectados por el parque eólico El Barroso como propia, para lo que ha empezado a moverse para organizar un acto simbólico de apoyo del mundo de la gastronomía en defensa del viñedo en el que espera reunir a “gente que consume Jerez, que son unos enamorados de la zona y que conocen a las personas que hacen esos vinos únicos”.
“Estoy a favor de las renovables, el mundo tiene que evolucionar por ahí, pero esto es como poner un ventilador en la torre Eiffel o en Baelo Claudia”, indica el también conocido como ‘Chef del Mar’, para quien este parque eólico es “una pérdida de respeto absoluta al entorno y a la cultura de un sitio que tiene un montón de historias que contar”.
“El vino va a salir igual, pero es más una cuestión de respeto, de raciocinio y de feeling de unos a otros –promotores de energías renovables y viticultores–, entre los que debería haber un acercamiento emocional para facilitar la convivencia entre las dos actividades”.
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