"Si estás en el suelo, hundido, ¿qué ganas con no levantarte?"
Entrevista | Faustino Rodríguez
El conocido propietario del Bar Juanito cuenta cómo ha vuelto a salir a la calle después de unos años terribles: "Con una sola copa me siento bien ahora que Dios me ha puesto otra vez tan guapo"
Faustino Rodríguez, una de las personas más populares y queridas de Jerez (no hay más que dar un paseo con él y comprobar que tarda en atravesar la calle Larga más de tres cuartos de hora y no porque ahora use un taca-taca) ha vuelto. Tras unos años en los que "se le ha juntado todo", con una crisis económica, varias operaciones en la cadera y el corazón y, sobre todo, la pérdida de su hija Cristina a comienzos de 2020, el propietario del emblemático Bar Juanito ha vuelto a salir a la calle y con la mejor de sus sonrisas. Ha cambiado bastante sus hábitos de vida pero no hasta el punto de dejar de charlar como siempre lo hizo.
-¿Cómo está?
-Muy bien. Sin entrar en detalles. Para como hemos estado, estamos del diez. Gracias a Dios.
-¿El corazón?
-Muy bien, desde que me pusieron los tres stent, no me han tocado más. Estoy ahora mismo mejor que cuando estaba mal. A lo mejor es por las pastillas y porque me han cogido a tiempo los mejores médicos de Jerez: mi amigo Jareño que en paz descanse, Alfredo Michán, un monstruo, Marente de Cádiz... todos se han portado fenomenal. Antes fumaba, ahora no fumo, y me he acostumbrado a estar con la gente sin motivos comerciales y lo veo todo bonito, hasta a mi pueblo, Jerez.
-El 10 de noviembre le hacen un homenaje junto a otros conocidos hosteleros de Jerez.
-Sí. Como es natural, todo lo que me reconozcan y más con mi edad, que voy a cumplir 75 el mes que viene, por todo lo he hecho en el bar y en mi pueblo... se agradece. Gracias a Dios también tengo todos los premios que se pueden dar en Jerez y estoy vivo y coleando. También creo que habría que empezar a darles premios y mostrar a los nuevos, como se hace en el flamenco con los premios revelación, o al más simpático, al que mejor hace las patatas... Todo esto es alegría y estoy encantado.
-La hostelería ha cambiado mucho desde que usted empezó. ¿Qué ve de bueno y de malo en ello?
-Hombre, usted sabe lo que yo charlo... La hostelería anterior era un encanto, era de verdad, había muchos tabancos y menos bares y restaurantes. Los que trabajaban en ese gremio eran unos privilegiados porque eran de verdad auténticos profesionales. Ahora son personas, y me incluyo, que el 90% no sabe coger una bandeja, no han sufrido lo que antes, lavar los vasos... Hay momentos en que el ni el público ni el empresario ni el profesional están contentos. Hay muy pocos profesionales en la hostelería en comparación con lo que se está abriendo. El dueño ahora es un arquitecto, un abogado… y no les dan la importancia que debería tener.
-¿Existe mucho engaño en la cocina de hoy?
-Es lo que decía antes. Todo es nuevo para nosotros, muchas escuelas, muchas estrellas, y en la hostelería, aparte de la cocina y la sala hay algo muy importante como es la atención al cliente, eso no se puede aprender en la escuela, eso se trae o no. Yo quería aprender a mi manera, nadie me ha visto con una chaqueta de cocinero o siquiera un mandil, hice una hostelería distinta que al público le gustó. Viajaba a Madrid, San Sebastián, y tuve la suerte de tener una convivencia con los famosos y no me perdía un Madrid Fusión ni el Kursaal, como si fuera un rey de la cocina, pero estaba muy a gusto con lo que se hacía en el Bar Juanito. Amigos míos cocineros de renombre han estado en el bar y querían tenerlo en su currículum. Nos piden la ensaladilla de fideos, las alcachofas, Premio Nacional de Tapas, la berza... Esas alcachofas eran de Trebujena, las más ricas del mundo. Las costillas en adobo... La gente viene de fuera preguntando, se saben la carta perfectamente,. Vivimos de eso y no hemos tenido que entrar en lo nuevo. Hubo un momento en el que me creí que le ganaba a Arzak, a quien tan bien le caigo y viceversa. Pero gracias a la cocina nueva estamos donde estamos. Eso es muy guapo porque después de almorzar en un sitio van a otro a comer, jajaja. Por lo menos bonito en el plato está. Ahora están muy de moda los sumilleres en Jerez, ¿sabe? (Guiña un ojo)
-¿Echa de menos estar todos los días en el bar?
-Claro que sí. Si me hubiesen rodado las cosas mejor, aunque ahora están otra vez bien, me hubiese gustado estar sentado en el bar Juanito, aunque no pudiese beber. Ha sido un referente de este pueblo nuestro. La gente tenía que ir allí, con ese olor de la cocina que se metía por todos lados, aquello era un número. La gente ha estado conmigo desde que abrió el bar en una calle tan rara que era, que no pasaban ni los vecinos porque estaba muy dejado todo. Se puso tan bonita después. Hemos contribuido a la categoría de Jerez en la hostelería.
-¿Ha aprendido a valorar lo que son los amigos de verdad?
-Sí. Pero yo ya sabía lo que eran los amigos. Me he movido siempre, si yo no sabía guisar tan bien y me dieron tantos premios, si no había ido a la escuela y me tuve que retirar a los 13 años, me preocupaba bastante de saber de la calle. Sí sabía quiénes eran los amigos. Me decían que caben en los dedos de una mano y yo siempre decía que tengo que tener cuatro o cinco manos. He tenido amigos, bastantes, y los tengo, nada más hay que tocarlos. No hay que juzgar a las personas. Sí me han demostrado personas que las tengo que catalogar de amigos sin haber estado todo el tiempo conmigo. Me preocupé siempre mucho de las personas.
-¿Cómo se levanta uno después de haber caído al suelo tantas veces? ¿Qué es lo que ha hecho que Faustino esté hoy aquí otra vez y no encerrado en casa?
-El secreto… Esta vez caí de redondo, sin puntilla y con las patas para arriba y la boca cerrada. Hubo más cosas que no fueron el dinero. Pensé que no iba a resurgir pero gracias a las personas y a los amigos, estamos aquí a base de mucho trabajo. Mi problema es que no puedo ir todavía al bar. Mi hija Rocío y mi mujer, Carmen, la gran artífice de esto, mi hijo Juan que trabaja en Marbella, mis nietos, que dos de tres van a ser futbolistas, eso son alegrías y es para estar contento. Mi hija Rocío, que estudió para no ir al bar, se tuvo que venir por las circunstancias y lleva el bar a tope con su pareja, acordándose de la cocina antigua. Carmen también va. Tener ganas de seguir... Cuando estás en el suelo, hundido, ¿qué ganas con no levantarte? Y cambiar. Dejé de ser empleado de las bodegas porque no bebo. Pero, claro, las bodegas no te dan seguridad social. Encantado y hablando bien de los demás.
-¿Cómo ve Jerez en estos momentos?
-Bien, porque tengo las gafas nuevas (ríe). Usted sabe mejor que nadie que soy muy pesado, pero a mí Jerez... Como decía mi amigo Juan Luis Vega en un artículo, qué bien huele Jerez. Pero yo lo he olido mejor, ahora hay momentos en los que huele a otras cosas. Veo a la gente rajando desde que se levanta. Que si el covid, que si mi hijo está parado, las losas del suelo están levantadas... Se escucha mucho a Jerez por el Ayuntamiento, por tantos premios, pero la gente en las barriadas no piensa lo mismo.
-¿Cree que el vino de Jerez, que tanto ha defendido, volverá a vivir momentos de gloria como en el pasado?
-Creo que sí. Vamos a mejor. Tengo amigos de las bodegas con los que he viajado porque fui el artífice de que el vino se tomara congelado. Por eso tuve algún enfrentamiento verbal, no grosero, pero yo lo tomo así. Si estamos a Jerez, a los diez minutos el vino está caliente. En esos viajes me decían que ese vino lo tenían para “don Juanito”. Qué quiero decir con esto. Que solo he bebido vino. He roneado de beber vino y de lo bien que me caía. Diariamente durante treinta años. Y si hablo de la Feria... Vino y vino, masticado, y me caía del diez y me levantaba a las ocho de la mañana y me iba a la plaza y no lo notaba nadie. Que a lo mejor por eso estoy así ahora. Si han dado tantas vueltas para decir lo que es palo cortado, ¿cómo vale una copa 1,50 y no saber la marca? ¿Cómo en un día de bulla te van a dar vasos de plástico con el vino? He peleado mucho por eso. Para mi caseta de Feria compraba miles y miles de catavinos. No comprendo que los vinos tan buenos se usen para cocinar y vayas a un tabanco y no sepas lo que estás bebiendo.
-¿Ya no toma ninguna copa?
-Hoy sí me voy a tomar una o dos con usted. Pero reconozco que ahora con la medicación no me cae tan bien. En el entierro de Mercedes Domecq (este miércoles) me tomé una copa de 'Alburejo' y la reunión era para haber tomado 99. Ya sabe: quien va a un entierro y no bebe vino, el suyo viene de camino, y así lo dijo Faustino (ríe). Con una sola copa me siento bien ahora que Dios me ha puesto otra vez tan guapo. Los del cielo tienen que estar contentos porque cada día va para allá gente más buena.
(Entra Manuel Pascual en la entrevista y le dice a Faustino que el otro día estuvo comiendo el bar muy bien y Faus le contesta: “Si comiste bien es que estuviste antes en la clínica de Pepe Arcas")
-¿Cómo recuerda los grandes años del consumo de Jerez?
-Empecé a beber vino en el Casino Jerezano con 14 años, en los tiempos del medio tapón, amontillado MacKenzie, Fino Real Tesoro, La Mina de Fernández Gao, Pucherete de Lustau, Fino Clarín de Muñoz, Fino Clarita de García Delgado... Y mi padre vendía, porque era muy de El Puerto, mucho Fino Quinta, Camborio, Maruja... en el bar Juanito. Teníamos seis botas de dos arrobas porque mi padre empezó como tabanco, teníamos los palos cortados y el Solera Elegante de Blázquez. Y tres botas de Fino Sancho. Ahí empecé con 15 a 16 años. Le pegaba mucho al palo cortado, el de Blázquez, que era riquísimo, y no los sacábamos para poner otros, como ahora. En copas. En el casino paraban los representantes, corredores de vinos, Rafael Maraver, Diego Ferguson, Don Zoilo padre... Si pedíamos una cerveza era porque estábamos malos, para eructar. No había neveras, sólo hielo, y a las tres de la tarde ya no quedaba pero el vino no te caía tan mal, así de bueno sería. Yo me habré bebido dos o tres bodegas y mire qué guapo estoy, qué me ha gustado y me gusta, pero no dejo de reconocer que hay que vender otras cosas e ir con los tiempos.
-¿Qué es lo que más le apetecería hacer en este momento de su vida?
-Tener a toda mi gente feliz, que casi, casi, lo estamos consiguiendo. Y con 75 años, de mis tres bancas de La Salle sólo quedo yo. Por lo menos estoy. Y estoy muy bien de la mente. Que haya trabajo, que mi hija Rocío trabaje un poco menos, como diría cualquier padre. Me gustan las tertulias con los amigos, de los desayunos que duren hasta las seis de la tarde. Tengo que encontrar unos tertulianos con los que tome el desayuno y dure hasta después del almuerzo.
-¿Ha aprendido ya a hacer un huevo frito?
-No lo consigo. Los echo a perder. Y tampoco sé encender un cerillo. Creo que es de las cosas más difíciles que hay, ese huevo frito con esos encajes, y si te prohíben comer papas fritas y se las pones, mejor porque lo prohibido es lo más rico.
-¿Se arrepiente de alguna decisión que haya tomado en su vida?
-Mi juventud fue muy agradable, y eso que estuve trabajando, primero en el Casino y luego con mi padre, pero me gustaría nacer otra vez y repetirlo mucho mejor de lo que lo he hecho. Me he sentido un personaje en Jerez, sin creérmelo, y hasta ahora me he sentido muy, muy querido. Demasiado para lo que me merezco. Cuando me hicieron Hijo Predilecto y me puse mal del corazón se recogieron más de 30.000 firmas, y voy con la mascarilla por la calle y me para todo el mundo. Tres cuartos de hora desde el Mamelón al Bar Juanito. Y sin tomar una copa, que se dice pronto. Qué más le voy a pedir a Dios. Me acuerdo mucho de lo que me falta y eso ya no se puede comprar ni en botica ni en la caja de ahorros.
. No tenía que envidarle nada a nadie. Me dolían los dientes de reírme. Y a todo el mundo le caía bien. "Hola, guapo", les digo. Joaquín, Benjamín, Primitivo... qué grandes empresarios de la hostelería. Lo que hemos tenido. Haber nacido aquí y haber vivido aquí te da categoría.
-¿Cómo se ha llevado con los políticos?
-Bien. Tuve la suerte de tener muchos premios, doce, catorce, los más importantes de Jerez y no han sido del mismo alcalde o ayuntamiento. Fui rey mago, lo más grande, en 1992, algo que no pude disfrutar de niño, con Pedro Pacheco, un año en el que pusimos una caseta todo el verano en el parque y no me quiero acordar porque perdimos el dinero de dos años. También he recibido el Premio Ciudad de Jerez con Pilar Sánchez y he sido Hijo Predilecto en la etapa de María José García-Pelayo.
-¿Qué sería de Faustino sin Carmen Enrique?
-Imposible saberlo. Nunca me pude imaginar que Carmen era así. Estaba en aquel tiempo en el bar Juanito, con una cocina de carbón, una camisa y una chaqueta que nunca se manchaba y por la noche me juntaba con mis amigos por las noches: mi compadre Pinteño, Juan Luis Barrios, Pepe Papanata, Juan Velázquez, los camareros Candela, Pepe Coca y muchos más. En la calle Bizcocheros, en el bar El Perla, frente a la iglesia de San Pedro. Cada uno hablaba de lo que había pasado en el día. Yo ganaba dinero y todo el mundo tomaba oloroso. Un día fuimos a una fiesta privada y había un grupo de mujeres y hombres que cantaban y una de ellas era Carmen. Estaban ensayando para ir a una boda de un amigo mío y allí nos vimos otra vez. Era hija única y trabajaba con Saldaña en el taller de sastrería. Empezamos a salir. Con lo bien que vivía ella entonces y tuvimos los tres niños muy rápido. De poder salir todos los días a no poder por los niños. Y yo me iba a todos lados solo. Un día fue al bar a llevar cosas y cuando vio tanto trabajo se puso a ayudar y hasta ahora. Mi madre hacía las papas para el bar, la comida de las abuelas, y Carmen le ayudaba y empezó a guisar también. Yo diría, qué seria de Faustino sin Carmen y qué sería también del bar Juanito sin Carmen. No me faltó ni me falta un perejil, ella es desde entonces lo que me hacía falta.
-¿Le gustaría que alguno de sus nietos siguiese con el Bar Juanito?
-De mis nietos que viven en Jerez, a Lola es la que más le gusta el bar, tiene ocho años y le encanta ayudar a su tía... y a Julio. A Álvaro le gusta más el fútbol. Y de los hijos de Juan y Maribel, que viven en Marbella, a mi Claudia le gusta estudiar y de los gemelos, Juan quiere ser futbolista, y Pablo es polífacético y puede servir para el bar.
-Dicen que es usted como una enciclopedia o un Google de Jerez. Que conoce a todo el mundo.
-El problema es que luego no me acuerdo de las cosas. Caballero Bonald, en el bar con su copita de oloroso, me grabó una vez con Pinteño, que murió a los tres o cuatro días, y me decía que a ti es muy difícil hacerte una entrevista porque tú te la haces solo. Que no hacía falta preguntarme porque podría estar cuatro horas hablando sin parar. Es que estoy desde muy pequeño en la calle y además en un casino y en un bar, donde ayudaba a mi padre. Un día me dijo Lucio, el de Casa Lucio de Madrid, que cuando estaba en Jerez venía al bar con Finita García Figueras, que yo no debía tener miedo porque yo no podía tener más que imitadores.
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