"La fusión en el flamenco es como esconderse, es no jugar limpio"
Entrevista | Manuel Alejandro. Compositor
El próximo 21 de febrero cumplirá 87 años uno de los músicos más internacionales que ha dado España
El Ayuntamiento de Jerez le entregará el título de Hijo Predilecto el 17 de abril
Quiere ponerle letra al Himno de Jerez que compuso su padre Germán Álvarez Beigbeder
Madrid/–¿Qué supone para usted, que tantos reconocimientos y premios ha recogido por todo el mundo, que su ciudad natal le nombre Hijo Predilecto?
–Es lo máximo. Es como que el más travieso de la familia sea el ojito derecho de papá. En este caso sería el ‘Nieto Predilecto’, ya que mi padre es Hijo Predilecto. Ese premio no me lo han dado en ninguna parte. Estoy encantado de ser una de las personas referentes en Jerez por algo, en este caso por mis canciones.
–El próximo día 21 de febrero cumplirá 87 años.
–Ese día cumpliré 87 años y empezaré a beberme el primer día de los 88, a dos calles, o dos cuadras como dicen en Méjico, de los 90 años.
–¿Le siguen visitando las musas cada día?
–No, no, ya no tengo quién me escriba (ríe) como el coronel. Ni los intérpretes ni la música para los intérpretes. A esta edad no te preocupa el morir porque sé que el morir es fácil, sino el saber que se va a morir. Eso es lo que te hace pensar en algo que es bastante desagradable, como todos los finales. Aunque terminen bien las películas, los finales saben mal.
–Pensemos mejor en el hoy. ¿Cómo es un día en la vida de Manuel Alejandro?
–De toda la vida. No es hoy. Hoy, ayer y anteayer siempre ha sido una levantada con una gimnasia oyendo música clásica por lo general. Oigo cada día una hora y media de música. La música, como la lectura y la literatura, es esencial para el músico.
–¿Qué ha escuchado hoy?
–Ahora estoy con los cuartetos de Schostakovich, el 2, el 7 y el 8 que son una maravilla. Beethoven donde echó el resto de verdad fue en los cuartetos de cuerda, no en las sinfonías ni en las sonatas. Mi padre empezó la sinfonía de cuerda en Sol Menor como cuarteto de cuerda. Podía haber hecho de esa sinfonía varios y bellos cuartetos.
–¿Recuerda algún día en el que no haya tocado el piano?
–No creo. Y le hablo desde que tenía 8 años. Bueno, miento, miento. Estuve una época de unos dos años y medio, entre los 16 y 18 años, cuando me fracturé el codo derecho que todavía no puedo mover bien y me cuesta coger un cubierto o hacerme el nudo de la corbata. Es la razón única y verdadera por la que empecé a escribir canciones. Para mí el piano es algo esencial para componer y sobre todo música clásica. Los compositores grandes, cuanto más grandes han sido mejores pianistas. Desde Beethoven a Bach, Chopin, Brahms… Entonces fue cuando empecé a diluir mi vida e irme por otros caminos aunque inicialmente era la música clásica.
–Schumann ha sido siempre su compositor favorito.
–Schumann, Brahms… Chopin es una maravilla, es un compositor que ni los críticos en general deparan en él. Hay un momento antes del piano de Chopin y otro después. Quizá cometió el error de escribir para orquesta, que no se le daba muy bien, pues los dos conciertos de piano que tiene para orquesta no son muy luminosos. La obra de los ‘Estudios’ ha formado a tantos concertistas que es la obra más grande de la música que jamás se ha hecho. Oigo mucho a Prokofiev, a Bartok, a mi padre cada día lo oigo hasta durmiendo. Juan Sebastián Bach, Ravel, Debussy… son tantos.
–¿A qué película le hubiese compuesto su banda sonora?
–No lo habría hecho. Creo que es un servilismo absoluto escribir música para cine. He escuchado sinfonías de Schostakovich firmadas por otros, que no digo quién, en películas americanas. La música de películas es música a bocados, es como un aperitivo que no se termina, no se llega a la comida nunca, se van sirviendo, sirviendo, por eso hablo de servilismo.
–¿Y un himno?
–Precisamente he encontrado en casa una partitura de un pasodoble que hice con 14 o 15 años que se estrenó en la primera Fiesta de la Vendimia de Jerez con la Banda de Música Municipal en el foso del Teatro Villamarta y que dirigí con pantalón corto, antes de empezar los Juegos Florales. Era como un himno. Mi hermano José María ha grabado con la Orquesta Beigbeder, que lleva tan bien Magdalena Garrido (a la que Jerez debería ponerle un monumento y hacerla Hija Predilecta), el Himno de Jerez que hizo mi padre y que es el himno oficial de Jerez que tenía letra de Julián Pemartín, un poeta magnífico. Sin embargo, en la letra del Himno de Jerez se fue más por la política reinante del momento, lo obligaron no sé cómo, y la letra ha quedado obsoleta y no se puede cantar. Y estoy intentando hacer la letra del Himno de Jerez de mi padre. Creo que tengo derecho a hacerlo porque la música es una maravilla. Mi padre hizo varios himnos y este es de los mejores.
–Fue nombrado académico en San Dionisio de Jerez y Santa Cecilia de El Puerto pero no ha sido investido como tal. ¿Por qué?
–Porque me da vergüenza. No soy docto. Soy un enamorado de lo docto, vivo para eso, admirándolo, metido en eso, anotando cosas de eso. Pero no me he considerado nunca ni en formación una persona docta. Yo digo que soy un músico compositor con faltas de ortografía. Las faltas de ortografía literarias son extensibles a la música que hago. La gente no se da cuenta, pero las tengo. Que me hayan atendido me encanta y creo que algún día es posible que me ponga allí con un piano a decir cómo escribir las canciones.
–¿Para cuándo un disco de Ismael Jordi cantando por Manuel Alejandro?
–Le tengo un cuaderno aparte con canciones que podría hacer con canciones mías y algunas nuevas. Hay varias que le irían a él estupendamente con esa voz maravillosa que tiene, única, tan bonita y tan creíble siempre que canta algo. Uno de los dones más importantes del cantante es que sea creíble. Y cada vez que le he visto, cualquier papel que hace lo hace creíble y con una técnica magnífica. No olvidemos que fue alumno de Alfredo Kraus, el más técnico que ha habido en España y admirado en toda Europa.
–¿Qué le parece lo que le ha pasado a Plácido Domingo?
–Para empezar, le voy a decir que personas formadas y de bien sin lugar a dudas como él a quien conozco porque he trabajado con él (y me incluyo en ese nivel de personas) llevamos las de perder al lado de ciertas mujeres. Porque a ese nivel el hombre es el capricho de la mujer, hace lo que la mujer desea, nunca ese hombre va a hacer algo que la mujer no desea. No hay la menor duda en esa clase de formación de persona. Son muchos años los que ha estado jugando con el amor en los escenarios, con mujeres en los brazos delante del público, no ha escondido nada. Lo veo absurdo. Ojalá tuviera la palabra justa para expresar mi indignación por ese trágico sainete que sacaron sobre Plácido Domingo.
–Viviendo en Madrid, conociendo tanta gente y con antecedentes familiares, ¿nunca le ha tentado la política?
–No. Hoy se dedica a la política gente que no es absolutamente formal. Cuando hablo de políticos hablo de Gil Robles, por ejemplo. Personajes de ese tipo, a los que considero verdaderamente políticos, con una enorme preparación, seriedad, entrega… no veo. En mi familia hubo tanto Álvarez como Beigbeder que eran políticos. Desde aquel Fermín Salvochea Álvarez de Cádiz, anarquista y alcalde, del grupo de conspiradores contra la Reina… Fue un gran hombre y rico, que hizo mucha obra social y también fue problemático. Luego en compensación tuve al Beigbeder que fue ministro de Franco. Para equilibrar la balanza (ríe). Pero era un liberal y por eso Franco lo puso en la calle después de hacerle ministro de Asuntos Exteriores porque le interesaba por su inglés y su cultura perfectos. La gente lo ha conocido por el libro ‘El tiempo entre costuras’. Hizo un buen papel hasta que Franco lo quitó de en medio porque lo primero que le dijo es que había que hacer unas elecciones, que qué pasaba aquí. Lo recuerdo de pequeñito porque cuando pasaba para África, paraba en Jerez a ver a su primo Germán, a mi padre. Era un hombre cultísimo.
–¿Cómo ve la situación política de España?
–Estoy al día por los periódicos de todo lo que sucede. El deseo del revanchismo es muy claro y creo que no queda prácticamente nadie como no sean los hijos muy directos de quienes lo pasaron muy mal. Yo no lo viví pero he hecho mucha amistad con todos los republicanos que vivían en Méjico, gente grande de la República que amaban España totalmente, y sigo estando con sus hijos.
–¿Y de su Jerez natal?
–Me dicen que está luchando mucho por hacer cosas grandes. Hace poco, con ocasión del nombramiento, he visto que la han presentado a la capitalidad cultural europea y me parece una idea fantástica porque lo que reúne Jerez, esa metrópoli pequeña y ese pueblo enorme y precioso, sólo por el vino, el flamenco y el caballo, que es cuna de las tres cosas, ya tiene el cielo ganado.
–El flamenco. ¿Cree que se está perdiendo la pureza?
–Siempre habrá alguien que la conserve. Desde luego, todo lo que sea fusión es una manera de esconderse, de no jugar limpio. José Mercé sigue cantando como se debe cantar y como él hay varios en Jerez que lo hacen. Luego hay ese flamenco canción que es esa fusión que no tiene…
–¿No lo ve?
–No, porque no es cierto, no es verdadero, se esconden. La fusión es una manera de decir como no sé hacer bien esto, hago de todo un poquito.
–Con las nuevas tecnologías como internet se puede hacer uno famoso en dos semanas con una canción.
–No, ¡y sin canción! (ríe). Hoy te puedes hacer famoso muy rápido. Yo, por ejemplo, a esta Rosalía de la que tanto se habla, todavía no la he oído.
–¿No?
–No, todavía no. No he coincidido. Tengo muchas ganas de oírla, pero supongo que algo tendrá. Lo que es notorio es que es un producto que surge con canción o sin canción. El otro día vi algo en la televisión, iba con las piernas fuera y unos pañales. Ahora que tengo que ir a Méjico, pensé: ¿Y si yo enseñara las piernas? No hablo de ella ni bien ni mal porque no sé, pero algo debe tener cuando está ahí porque no se puede engañar a tantísimas personas. Lo que pasa es que hoy hay muchísimas personas engañadas en la vida antes de que las engañen.
–¿Usa las nuevas tecnologías?
–Totalmente, yo grabo en ‘Pro Tools’ solito, hago todo en el ordenador y oigo música constantemente en el móvil, desde la cama. Ahora, a la hora de la verdad, me olvido de todo eso. Para crear lo que hay que tener es un gusto especial desde que naces. Todo lo que vas escribiendo, tanto con la pluma como tocando, está dentro de ti. Tú en realidad lo que haces es sacar esas cosas que tienes dentro, ese hueso lo vas limando con tu cultura pero el bloque central de creatividad lo debes tener desde nacimiento.
–Raphael. ¿Cuál es el secreto para que renueve sus públicos?
–Es el único cantante que he conocido y que creo que existe que verdaderamente era cantante dentro, tenía el bloque dentro. No por ser más ni por tener más ni porque le aplaudan más, es porque nació cantante para cantar y punto. Y es lo que le gusta. Esa canción que le escribo ‘Qué sabe nadie’ es el retrato de Raphael vivo. Qué sabe nadie lo que me gusta, lo que no, de mis carcajadas, de mis risas, de mis cosas… La de periodistas que se han reído de él de pequeño cuando empezaba, que le han cerrado las puertas. Y él me decía: “Manuel, son sus ideas, las mías son muy diferentes y punto”. La de periodistas que conozco que han dicho que iban a ver a Raphael a reírse de él. Y de eso hace pocos años, eh. Luego han reconocido que es un fenómeno encima del escenario. Una persona única. Y dicen: “Es la españolada”. No, no es la españolada, no es ni el folclore ni la canción española a la que se han amarrado tantos artistas. No, no, es un andaluz que no ejerce de andaluz en absoluto. Le molestan los tópicos. Le he hecho más de un centenar de canciones, al que más. Por eso para mí Raphael es muy especial.
La pena es que una de las últimas que le hice, ‘Un ángen en el bolsillo’, no se ha oído después. Esa letra era muy bonita. Decía (recita cerrando los ojos): “Pensaré que ha sido un sueño, una ilusión, malabarismo, magia pura. Pensaré que en mi delirio y sin querer hice la luz, la flor, la primavera, que te fueras, que algún día te perdiera no me cayó de improviso, estaba escrito, presentido, desde siempre en nuestro amor. Era demasiada luz para mis ojos, un derroche de belleza, era la luz de las estrellas. Demasiado resplandor. Ya sabía que era absurdo que era delirio guardarse un ángel en el bolsillo”.
-¿Se considera poeta?
No, no, no. Soy un autor y un músico con faltas de ortografía, sin lugar a dudas. Ahora, me enamoran desde Cernuda a Salinas, todos… Me vuelven loco todos. Los Machado… Cuando empecé a moverme en Madrid tenía un amigo poeta del grupo de Trujillo, que organizaba las citas de los poetas en el Café Gijón, y veía cómo se peleaban unos con otros allí, los Martínez Remis, los Manuel Alcántara… No tengo espíritu de poeta. Y no tengo espíritu de músico. No soy músico de espíritu ni poeta de música. En literatura, más bien estoy rozando la filosofía, al pensamiento. Se me olvida todo, todo, y qué bien porque se olvida también lo malo. Y ahora estoy analizando a Wittgenstein. Estoy leyendo su 'Tractatus' y las críticas que tiene de él Bertrand Russell. Y lo que me gusta es anotar la frase justa, el jugo de todo eso. Tengo muy mala memoria, muy mala.
–¿Le sigue inspirando una buena copa de fino?
–(Ríe) A mi amigo Pepe Estévez le decía: “Pepe, yo hago todo lo que puedo por el vino de Jerez...” Pero así me llegó la arritmia (más risas). Tengo la suerte de que su hijo José Ramón me manda una cajita de ‘Tío Mateo’, que está riquísimo. Ahora me dura mucho. Siempre digo que el buen vino, la buena copa, es la tercera. Pero me da mucha pena, siento que el vino está abandonado en Jerez.
Bautizado en la misma pila que Lola Flores
El hijo del compositor Germán Álvarez Beigbeder, con siete hijos de sus dos matrimonios y 10 nietos, padrino de Alejandro Sanz y ganador de un Grammy Latino y el Premio Nacional de las Bellas Artes entre otros muchos galardones, cita para la entrevista en el Hotel Palace de Madrid, donde se encuentra muy a gusto y reconoce cada rincón, recordando tiempos pasados junto a cantantes, actores y actrices míticos. Junto al piano y la cúpula acristalada de este lugar de encuentro de viajeros y artistas, Manuel Alejandro, el hombre que ha compuesto para Raphael, Julio Iglesias, Emmanuel, José José, ‘El Puma’, Rocío Jurado, Isabel Pantoja, Plácido Domingo, Lolita Flores, Nino Bravo... se siente feliz y tranquilo con la música clásica de fondo. Bautizado en la misma pila de la iglesia de San Miguel que Lola Flores (“pero ella no dejó ni una pizca de sal y a mí, con los años, me la prohibieron”), Manuel Alejandro sigue muy activo. Ahora se prepara para actuar en Méjico el 20 de marzo con Armando Manzanero y para el nombramiento el 17 abril como Hijo Predilecto en Jerez. Está muy afectado por el reciente fallecimiento de su amigo el productor y paisano Juan Pedro Aladro, para quien pide un reconocimiento por su labor de recopilación musical en trabajos como la serie ‘Así canta nuestra tierra en Navidad’ de villancicos flamencos.
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