Escultura sin extrañas concesiones; escultura de verdad
Diario de las artes
SYLVAIN MARC. Galería BIRIMBAO. Sevilla
HACE mucho tiempo que la escultura cambió por completo sus posiciones tradicionales. El trabajo de la materia plástica varió sustancialmente, no sólo ya, desde aquellas fórmulas clásicas de la gran escultura, si no, también, de las que, con el correr de los tiempos, fue generando en sistemas de amplias posiciones y abiertos registros. La realidad de este modo de expresión se fue adecuando, quizás demasiado, a las manifestaciones de los nuevos sistemas creativos y la realización escultórica trocó manifiestamente sus postulados tanto activos como plásticos y estéticos. La pura materialización de la escultura quedó muy relegada y los planteamientos conceptuales impusieron sus marcas y sus maneras. Todo quedaba al arbitrio de realizaciones con la idea superponiéndose a cualquier modo de actuación. Además, el ejercicio de la escultura, con sus fórmulas de muy difícil ejecución, la escasa asunción del propio sistema escultórico, la casi inexistente demanda, la dificultad inherente al oficio escultórico, la esquiva y poco motivadora formación en las facultades e instituciones educativas e, incluso, la carestía de los materiales y de la infraestructura escultórica, son factores que han llevado a que la escultura al modo tradicional, sea algo de absolutas minorías. Bien es verdad que, actualmente, el dinamismo de las hermandades y cofradías, sobre todo, en nuestra zona, ha contribuido que la escultura religiosa, manida, repetitiva e impuesta por pacatos gustos de unos pocos nostálgicos que quieren trascender hasta los insospechados modelos que fueron importantes, ha mantenido este tipo de formulación escultórica, realizada para mantener intactos los intereses artísticos de una parte importante de esa población, casi siempre de espalda al propio sistema artístico. Muy poco, además de esta imaginería semanasantera, podemos encontrar en una expresión artística cada vez más minoritaria. Además, las nuevas tecnologías y el exceso de conceptualismo ha mermado una realidad que se mantiene gracias a esforzados que mantienen vivas las expectativas y el amor hacia una plástica que es necesaria y -siempre lo ha sido- altamente gratificante.
Uno de los escultores, creo que con más sitio en este sistema plástico tan poco habitual, es Sylvain Marc; artista total que lleva toda la vida desarrollando una práctica escultórica con todos los estamentos de la gran escultura clásica; esto es, manipulando con soltura la materia; extrayéndole a la misma -como decía el gran Buonarrotti- las formas que lleva dentro y dotándolas de existencia. Sylvain es, probablemente, uno de los artistas españoles -su nacimiento en la población francesa de Commarcy no fue sino un simple accidente; él llego a La Línea hace mil siglos y aquí se quedo- que mejor trabaja el mármol o cualquier otro elemento conformador. Y eso, hoy en día, con los artistas muy reacios a trabajar tales materiales, debido a su carestía, a sus difícil manipulación, a los mínimos espacios que se dispone para trabajar e, incluso, a la propia desazón de los autores, es algo muy digno de elogio y una experiencia que no todos están dispunestos a afrontar. Sylvain Marc lo lleva haciendo desde siempre y, con esa humildad que lo caracteriza, consigue estructurar una escultura llena de sentido creativo, contundencia formal fuera de toda duda y conocimiento técnico de una realidad difícil a a la que muy pocos llegan.
Llevamos mucho tiempo conociendo a Sylvain Marc. Era uno de los artistas cercano al gran Manolo Alés, aquel que dio vida artística a La Línea -y a todo el Campo de Gibraltar, convirtiendo aquella zona en un sitio expositivo de referencia- Sylvain con su poderoso trabajo se abrió las puertas difíciles del arte contemporáneo y planteó que la gran escultura clásica, la que no se puede hacee mejor, es posible en un universo donde las nuevas tecnologías imponen su máxima potestad y ven con recelo la buenas escultura ajena a ellas.
Sylvain Marc vuelve a exponer en Birimabo; probablemente su galería natural y de referencia. Allí, en la sevillana calle Alcázares, nos presenta una colección de su indiscutible trabajo; ese que lleva consigo un sello personal e intransferible. La escultura en mármol o en piedra portuguesa o en otros materiales no tiene secretos para él. Desde ese riguroso conocimiento de la materia, llega a darle el máximo sentido artístico a la obra, promoviendo una expresión abstracta que lleva la mirada del espectador a los esquemas de lo emotivo para desde ellos acceder a estamento más abiertos y llenos de espiritualidad. Formas muy definidas estructuralmente, que juegan con materiales contrapuesos- esas finas varillas que se incrustan en el mármol y potencian el propio juego escultórico; formas que trasgreden la representación para posicionarse en nuevos estamentos referenciales donde la emoción por una plástica sin límites consigue magnificar el propio sentido de la materia conformasda.
La obra de Sylvain Marc es un proceso material ilimitado pero que no se queda en la fuerza ingente de la forma sino que desde ella consigue traspasar lo real y adentrarse por los inestables recovecos de una espiritualidad formal que diluye cualquier límite desvirtuante. Además, una exposición de Sylvain posee la seguridad de que interesa a todos porque a nadie deja indiferente. Los amantes de la escultura escultura, aquellos que ponen mala cara al excesivo conceptualismo del arte de hoy y que están alejados de los espurios sistemas creados por las nuevas tecnologías, ven en la obra de Sylvain Marc la propuesta correcta de lo que ha de ser la gran escultura; esa que no tiene aditamentos interesados ni posiciones planteadas para esas miradas interesadas de los embaucadores del arte. La obra de Sylvain es la que es: la manifestación total del gran hecho escultórico. No tiene más. Es la forma plástica manipulada para extraerle del interior su máxima dimensión; la material, la estética y por supuesto la conceptual pero, siempre, desde la posición justa que proporciona la materia conformante.
La galetría Birimbao fiel a sus esquemas lleva hasta sus espacios la obra de un escultor total; un creador nato que sabe lo que hace, que manipula la materia plástica hasta sacarle su verdad y que oferta una obra que no puede pasar indiferente. Es la gran escultura escultura.
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