El especial sentido de la técnica gráfica
Diario de las artes
DÚO EQUIPO CREATIVO / Centro Luis Gonzalo / Cádiz
A Luis Gonzalo lo llevamos todos en el corazón; tan grande era su figura de artista como su calidad de persona; por todo ello su recuerdo está absolutamente presente. Su espíritu artístico era inabarcable; su capacidad creativa, desmedida; su entusiasmo por cualquier cosa relacionada con la plástica, fuera de lo normal; su generosidad, constatable e ilimitada. Por eso es difícil sustraerse a su memoria. Cuesta pasar por la Avenida de Cádiz y resulta difícil cruzar por el Centro que lleva su nombre y no acordarse de su figura, irrepetible, llena de energía, dando siempre, recibiendo poco, acentuando hasta lo imposible todo lo que tuviera que ver con el arte total, ese en el que creía y al que aportaba un sello especial, esas señas de identidad con ese especial marchamo a lo Luis Gonzalo.
En estos días, una exposición ocupa los espacios que su hija Belén dedica a continuar la labor entusiasta que su padre ponía en todo ese arte pasional del que Luis Gonzalo era dueño indiscutible. Pero no es una muestra más; es verdad que forma parte de la extensa programación del Centro - una sala que está contribuyendo a potenciar la infraestructura expositiva de la ciudad- pero los artistas que la protagonizan son muy especiales en el universo del artista que nació en la Barriada de la Plata jerezana y que vivió hasta su muerte en la capital de la provincia. Gabriela Diosdado y Domingo Martínez, miembros del Dúo Equipo Creativo, tuvieron una relación muy estrecha con Luis Gonzalo, especialmente Domingo que compartió con él la dirección de una Escuela de Arte; éste la de Jerez y el artista desaparecido la de Cádiz. Por eso, ésta no es una muestra más; se trata de la puesta en escena de una obra muy particular en la casa de una amigo querido cuya esencia está más que presente.
El gyotaku es una técnica de estampación que los pescadores japoneses utilizaban para dejar constancia de sus capturas. Cubrían las piezas obtenidas con tintas y, tras colocarlas sobre papeles, las frotaban para dejarlas impresas sobre tan particulares soportes. Precisamente gyotaku es una palabra compuesta por ‘gyo’, pez y ‘taku’, frotar. Con el tiempo esta técnica se ha convertido en un método de impresión y en un medio de expresión tremendamente interesante y del que los artistas jerezanos son consumados realizadores. Obras estructuradas por unos materiales no contaminantes que permiten que los pescados, aún impregnados de tinta, puedan ser consumidos libres de todo producto tóxico.
La exposición nos sitúa en esos estamentos creativos de unos grabadores dominadores que aportan clarividencia a una técnica especial y que, además, dejan constancia de un especialísimo sentido plástico. Los pescados de la Bahía sirven de base a una realidad muy bien interpretada y que supone el encuentro con una técnica antigua llevada a los esquemas de una actualidad donde no sólo la dimensión expresiva de la representación aporta claridad y entidad artística sino que plantea una composición que comparte la pulcritud del registro ilustrado con una sabia disposición que abre todas las perspectivas imaginables. Las obras se plantean desde la realidad del azul como color dominante para imponer una dimensión total que nos transporta a unos estamentos que están por encima de la propia esencia creativa. Existe una especie de conjunción absoluta donde entran en juego los elementos conformantes, la técnica utilizada, el sentido mismo de la defensa del medio ambiente y una especial proyección que entronca con el recuerdo de la figura de Luis Gonzalo. Todo se yuxtapone para que se organice una especie de entramado emocional en el que la propia realidad artística se implica íntimamente con la memoria de Luis.
Una exposición cuidada en la que la obra gráfica alcanza una máxima potestad y nos transporta a una realidad especial donde todo queda supeditado a unas formas únicas realizadas con la experiencia de unos artistas que plantean el sentido del arte por el arte.
Gabriela Diosdado y Domingo Martínez nos conducen por los registros importantes de un arte abierto al que ellos conceden una especialísima dimensión plástica y estética. Estamos ante una muestra que es mucho más que una simple comparecencia expositiva. Por un lado está el indiscutible sello artístico de unos grabados con personalidad propia y, también, el especial sentido de una muestra en un espacio que nos lleva a aquel universo único que patrocinaba un artista al que se tiene siempre presente.
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