"Hay quien te ve como un bicho raro, pero en general lo respetan"

Día Internacional de la Mujer|Esperanza Rodríguez, agricultora

Esperanza Rodíguez cambió hace tres años su empleo en la ciudad para hacerse cargo de la explotación agrícola familiar y se ha ganado a pulso el respeto del sector

"Esta no aguanta dos días, le decían a mi padre, pero hay agricultores que no tienen hijos varones y ven con esperanza que una mujer puede hacerlo"

Esperanza Rodríguez, en la explotación agrícola que regenta rodeada de cultivo de algodón.
Esperanza Rodríguez, en la explotación agrícola que regenta rodeada de cultivo de algodón.
Á. Espejo

08 de marzo 2019 - 05:05

“En el mundo rural hay más calidad de vida, pero la mentalidad es más cerrada”. Esperanza Rodríguez dejó su empleo en una empresa del sector servicios en Cádiz hace tres años para trasladarse a Bornos, su pueblo natal, y hacerse cargo de la explotación agrícola familiar, dedicada a cultivos tradicionales como el cereal y el algodón, tras la jubilación de su padre.

Hija y nieta de agricultores, esta diplomada en Empresariales decidió un buen día cambiar por completo de estilo de vida para huir del estrés de la ciudad y formar con su pareja y actual marido una familia en el campo, donde pese a prevalecer una mentalidad más machista, se ha ganado el respeto de sus paisanos.

“El campo es de hombres mayores y hay quien te ve como un bicho raro... Esta no aguanta dos días, le decían a mi padre, pero también hay agricultores que no tienen hijos varones y que ven con esperanza que una mujer pueda hacerse cargo de la explotación”, explica esta joven agricultora, quien sostiene que, “en general, la recibieron con respeto”.

“Al principio cuesta, pero volvería a hacerlo porque he ganado en calidad de vida y merece la pena”

“Al principio estaba muy perdida”, reconoce la también presidenta de Amfar, la sectorial de Asaja-Cádiz para las Mujeres y las Familias del Ámbito Rural, quien además de contar con el apoyo incondicional de su progenitor, a base de tesón e ingenio ha demostrado a muchos de los que recelaban de la capacidad de una mujer para asumir la gestión de una explotación y acometer las duras tareas de la actividad agraria lo equivocado que estaban.

A modo de anécdota, esta joven agricultora recuerda que se compró unas botas de seguridad con punta de acero para, como el que da sus primeros pasos de baile sobre los pies de su profesor, dejar caer los sacos de 50 kilos sobre el calzado para trasladarlos ante la imposibilidad de cargarlos a peso.

Pese a atender las labores del campo, para lo que cuenta con la ayuda de un trabajador fijo y dos temporales, y llevar todo el papeleo de oficina –tanto la facturación como el tema laboral–. Esperanza Rodríguez sólo se considera agricultora, no empresaria agrícola como afirma que requieren los tiempos que corren, si bien admite que la situación en el campo ha cambiado por completo en los últimos 40 años, pues “de no ser así mi padre no me habría animado a dar el paso”.

En materia de igualdad de género, sin embargo, considera que todavía falta mucho por avanzar en la zona rural, donde aunque también hay un problema de relevo generacional, “a las mujeres, sobre todo, les falta creerse que pueden hacerlo. El hecho de ser mujer no es una limitación para llevar el trabajo, es cuestión de creer y echarle narices”. Su caso puede servir de ejemplo a otras mujeres, a las que transmite que, “al principio cuesta, pero volvería a hacerlo sin dudarlo porque he ganado en calidad de vida y merece la pena”.

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