"Ante una caída de presión hay que hacer un descenso de emergencia, una situación de mucho estrés"
Accidente aéreo
El piloto de la Escuela FTEJerez, Jesús González, analiza lo que le ha podido ocurrir al jet privado que se estrelló en el mar
Un jet privado que había salido del Aeropuerto de Jerez se estrella en el Mar Báltico
Peter Griesemann, piloto del avión que salió de Jerez y se estrelló en el Báltico, un entusiasta del Carnaval
Quick Air, empresa de Peter Griesemann, especialista en aviones medicalizados
¿Por qué escoltaron aviones de la OTAN al jet privado que salió de Jerez y se estrelló en el Báltico?
El mundo de la aviación es ‘pequeño’ y al final en el aeropuerto todos se conocen. El piloto de la Escuela FTEJerez, Jesús González, analiza lo que le ha podido ocurrir al jet privado que salió de Jerez y se estrelló en el Báltico el pasado 4 de septiembre con cuatro personas. “El avión que se ha estrellado lo hemos visto en Jerez y alguna vez he volado en uno similar de la compañía”, apunta González.
El piloto señala que “cuando pasa un accidente no ocurre por un sólo motivo. Un avión está separado de un accidente por seis barreras de seguridad”. González utiliza para explicar esta situación el ‘Modelo del queso gruyere’. Es un modelo utilizado en el análisis de riesgos y gestión de riesgos, usado en la aviación, la ingeniería y la asistencia sanitaria. Las defensas de una organización contra el fracaso se modelan como una serie de barreras, representadas como rebanadas de queso. Los agujeros en las rebanadas representan debilidades en partes individuales del sistema y están variando continuamente en tamaño y posición a través de las cortes. El sistema produce fallos cuando un agujero en cada rebanada se alinea momentáneamente. Si coinciden en las seis barreras, llega el accidente.
Uno de los ‘boquetes’ que ha coincidido en todas esas barreras, según González, ha sido “la despresurización lenta”. “Esto no es la primera vez que ocurre en la aviación, también le ocurrió a un jugador de golf hace muchos años, Payne Stewart. La presurización de la cabina permite a las aeronaves volar a una altitud de entre 25.000 y 51.000 pies manteniendo las condiciones óptimas de temperatura, seguridad y comodidad para pasajeros y tripulación”.
“Estos sistemas de presurización que regulan el control de presión son probados y funcionan bien, pero a veces fallan. Es este el caso. Se está barajando hipótesis de la presurización lenta. Hay una pequeña pérdida de presión en el avión, la tripulación no se da cuenta y el sistema de vuelo no lo detecta. Ellos van notando como una somnolencia, un mareo, esos cuatro o cinco segundos antes de dar la cabezada en el sofá antes de quedarnos dormidos. Lo que pasa es que es letal porque se debe a la falta de oxígeno en sangre”, explica.
Según los datos recabados, cuando el avión que salió del Aeropuerto de Jerez pasa por Alemania “tanto tripulación como pasaje era cadáver en vuelo”. “Los controladores de Alemania en repetidas ocasiones intentaron contactar con ellos sin éxito. Si ves la traza en el mapa es recta, es decir no hubo alteración de rumbo ni de altura. Iba con el piloto automático y cuando se produce esta despresurización el avión no se para hasta que se queda sin combustible y cae al mar”, explica.
“Si estamos volando y detectamos una caída de presión, el protocolo es hacer un descenso de emergencia. Es decir, volver a una altura en la que el oxígeno es respirable”, añade González. En estos casos, el protocolo es desconectar el piloto automático “y bajar el avión de una manera brusca, un descenso muy rápido. Habitualmente se produce en la cabina una niebla, por la diferencia de presiones del interior y exterior, una situación de mucho estrés que dura entre 1 y 2 minutos”. “Pero es difícil que las seis barreras de seguridad fallen. Partimos de la premisa de que el avión en el que volamos está al 100% y confiamos en lo que nos indican los instrumentos”, subraya el piloto.
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