Eva Yerbabuena, la curiosidad luminosa de una gata persa
La bailaora ha presentado en el 29º Festival de Jerez Yerbagüena (oscuro brillante), el décimo noveno espectáculo de su carrera, una propuesta que ha conseguido conectar desde el inicio con el público del Teatro Villamarta
Eva Yerbabuena con 'Yerbagüena (oscuro brillante)' en el Festival de Jerez

Compartía Eva Yerbabuena en un encuentro con la prensa en el marco de la presente edición que ella tiene un gata persa y que se ha dado cuenta sentirse gata en esta vida, una gata curiosa. El espectáculo que este sábado ha regalado la Yerbabuena al Festival de Jerez ha sido un ejemplo perfecto de cómo serpentear la curiosidad con sigilo y decisión, buscando el punto exacto en el que se cruzan modernidad y tradición. Cual gato buscando su objetivo, que da un salto perfecto y esquiva todo cuanto encuentra a su paso, y lo hace con una elegancia que le recorre de las vibrisas a la punta de la cola.
Yerbagüena (oscuro brillante) ha sido un espectáculo mucho más brillante que oscuro, quizás porque ha sabido encontrar la luz en todos aquellos agujeros negros que haya encontrado en su camino. Una propuesta mucho más transparente que el anterior espectáculo con el que estuvo en el Villamarta, en compañía de Juan Kruz. En Yerbagüena la granadina recurre de manera más evidente a su propia esencia como artista, dejando ver su baile limpio y sin interferencias. En este espectáculo no hay nada que entender, deja el espacio abierto y libre para el disfrute. Esta obra da buena muestra de un equilibrio redondo —ese del que hacen gala los felinos—, y nos muestra un recital bien acompasado, hilvanado con acierto, estructurado con coherencia y lleno de pequeños destellos para hacer vibrar al público, especialmente en la soleá de entrada y en las alegrías de recogida. La iluminación de Yerbagüena también juega a su favor, favoreciendo a los artistas y las transiciones.
Eva Yerbabuena no entiende el flamenco, el arte, —acaso la vida—, sin el tiempo y la reflexión que merecen. En sus palabras se intuye nostalgia y cierta desafección al presente. Corren tiempos que la bailaora no consigue integrar, presos de tendencias que a Yerbabuena se le escapan. Ella prefiere la admiración real, el trabajo en comunión con los artistas. Dignifica el cante para el baile. “Yo bailo porque tú cantas, y tú cantas porque yo te bailo”, declara el día anterior a su función en Jerez. Le atemoriza cuando el público sale preocupado del teatro por no entender un espectáculo. Desea que el arte sea real, que ocurra sobre las tablas, no sobre las pantallas. Es de la oscuridad donde Eva Yerbabuena saca brillo.
La artista, fiel defensora de la honestidad, persigue el por qué de las cosas. ¿Por qué bailas?, le pregunta a sus alumnos, esperando, si no respuestas punzantes, al menos el inicio de la búsqueda. En esta indagación constante ha conseguido llegar a esclarecer una certeza: la transformación da sentido a todo.
Yerbagüena es tanto recital de baile como recital de cante y guitarra. Las transiciones se ejecutan con ritmo y la música está presente en todo momento. Paco Jarana ha sido una vez más el encargado de crear la dirección y la composición, además de estar al frente del toque, acompañado de un formidable Daniel Suárez en la percusión electrónica. Miguel Ortega, Segundo Falcón, Ezequiel Montoya y Antonio ‘El Turry’ llenan con sus cantes el espectáculo, con especial mención al almíbar que tiene por voz Ezequiel Montoya. Un momento estelar se produce con un cante a cuatro compartido, donde se escuchan las letras de no reniego de la rosa, no reniego de la rosa, que me regaló tu madre o la niña de fuego te llama la gente y te están dejando que mueras de sed. Las voces se entrelazan y quedan hechas una madeja que, aunque imposible deshacer, suenan preciosas. En este espacio compartido baila también José Manuel Ramos, El Oruco.
Eva Yerbabuena baila envuelta en su elenco, baila para ellos y para el público que la recibe como la que es, una nombre brillante en este firmamento flamenco.
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